¿A quiénes responden los ejércitos
Y para qué
sirven al ciudadano?
INTRODUCCIÓN
En los países del planeta, antiguos y
modernos, el ejército ―así, en singular, tan singular como la palabra crimen―,
ha tenido y tiene un papel fundamental en el desarrollo de la historia de la
violencia armada enlazada con la política a semejanza con la “hélice” del ADN
de la antivida―, y en todos ellos vuelve
a asomar su función principal: luchar por los intereses económicos y
políticos de unos pocos privilegiados dueños del dinero y las tierras. ¡Igualito que durante los buenos días del
feudalismo europeo y asiático! Es decir:
los “señores de la guerra”, aunque tras la creación de los primeros estados-nación ―entre los 10.00 a 3.000 AC― los ejércitos
formaban parte de ellos institucionalmente y siempre bajo la advocación de
algún sanguinario dios funcional. Sea Dagón, Marduk, Assur, Yavé, Tezcatlipoca
o Alá.
Luego de la edad antigua y precediendo a
la baja edad media, tras la caída del sacro imperio en manos de los
“bárbaros” (se entiende por tales a quienes NO hablaban latín) y la ausencia de poderes centralizados o
“instituciones”, los muy ricos disponían de sus propios mercenarios o soldados
de fortuna para sus ejércitos privados guarecidos en imponentes fortalezas o castillos (del latín castrum). Los nobles caballeros feudales eran los
señores de la guerra y “protectores” de sus vasallos a quienes imponían
tributos en especie y, de tanto en tanto derechos de pernada: la primera noche
de las mozas antes de su boda.
También cuidaban sus tierras de
incursiones de bandoleros y cazadores furtivos, a quienes aplicaban severas
penas en caso de ser capturados. Tal vez
por no oblar el diezmo al señor de la comarca, tal se estila ahora con los
ladronzuelos urbanos y sus relaciones con los jefes de comisarías seccionales.
Destrucción, matanzas, violaciones,
vejaciones de todo tipo, son las técnicas utilizadas por los cuerpos armados de
los estados antiguos y modernos (lo que
incluye la siembra del terror entre su propia población desposeída), pero en
“tiempos de paz” son capaces de “integrarse” a la sociedad y aparentar unas
funciones civiles (seguridad interna o policiales) que no les corresponden, por mucho que las
legislaciones coyunturales (leyes “antiterroristas! o “antisubversivas”) se las
otorguen.
Tampoco las
llamadas “Fuerzas de Paz” de las Naciones Unidas escapan a esta áurea regla,
destacándose sus misiones por los desmanes cometidos por esa fuerza
internacional. Secuestros, violaciones y
asesinatos masivos forman parte de estas “fuerzas de paz”, un oxímoron de mal
gusto y peor intención.
La Escuela de las Américas (1946) desde
los inicios de la Guerra Fría ha sido academia de torturadores y asesinos,
siendo los enemigosa combatir o “neutralizar”, las clases populares e
intelectuales, hasta la creación de la Unidad Militar de Emergencias en 2005 y
la amplia campaña de propaganda derivada de la profesionalización del
ejército, son dos ejemplos de cómo el Estado está tratando de maquillar sus
funciones y vistiendo a mercenarios asesinos, ropajes de bondadosos voluntarios
de ONG s.
La abolición de
las conscripciones militares o SMO, responde al hecho de que los soldados proletarios puedan ser renuentes a matar
o reprimir a sus compatriotas de la misma clase social “por orden superior”.
Por ello se ha mercenarizado a muchos
ejércitos a fin de evitar defecciones en el sagrado deber de proteger al “sistema” o modelo socioeconómico
asimétrico vigente en nuestros países “occidentales y cristianos” pero bajo las
ocultas manos de la finanza internacional sionista.
La
historia de los ejércitos en tan vieja como la de la dominación y sometimiento del
hombre por el hombre. Su evolución y perfeccionamiento ha ido acorde a los
adelantos técnicos del desarrollo industrial (no en vano los progresos
tecnológicos son primero militares y después civiles), pero hay una
característica que permanece a lo largo de los tiempos: el grueso de sus huestes
combatientes está formado por personas
de capas bajas de la sociedad, y carentes de empleos u oficios, aunque no de
brutalidad.
Los ricos y poderosos no están en los
ejércitos, salvo en la cúspide de la pirámide de mandos; ni van a morir por
defender sus países, ni para defender sus intereses económicos más allá de sus
fronteras, salvo conquistar recursos ajenos como en las “guerras preventivas”
del siglo XXI.
Ese papel siempre lo cumplirán las
mismas personas, de manera voluntaria u obligada, como mercenarios
(eufemísticamente denominados “contratistas” en las nóminas de salario de
sangre, aunque “sicarios” sería la denominación más adecuada para los marines del siglo XXI.
Sobre este tema se ha escrito mucho y
seguramente mucho mejor, desde autores técnicas de “onegeizar” los ejércitos
están más adelantadas que nunca. Esperamos contribuir con este texto a afianzar
y potenciar la lucha contra clásicos, como Rudolf Rocker, Bakunin, hasta
colectivos antimilitaristas como A.A.-M.O.C., pasando por grupos de
federaciones anarquistas, como F.A.I. o F.I.J.L. Por tanto, tratemos de hacer
un barrido a vuelo de pájaro por toda la historia de los ejércitos hasta llegar
a la actualidad, momento en el que quizá las los ejércitos, los señores de la
guerra y a reflexionar sobre las estrategias a seguir de aquí en adelante.
El militarismo a través de los tiempos.
Considerando
que, el papel principal de los pistoleros uniformados es, como se sabe (aunque muchos lo ignoran),
defender los intereses económicos y políticos de una determinada clase social
en cada época, que siempre es la más pudiente o poderosa.
Los cuerpos armados debieron formarse
cuando hubo necesidad de defender lo propio o apoderarse de lo ajeno por parte
de algunos individuos (y dioses protectores) que se atribuían la posesión de
las cosas necesarias para la vida de las otras personas, a defender esas
posesiones. La compra de mercenarios tenía dos funciones: evitar que les
quitaran esas propiedades y hacerse con nuevas tierras, materiales, recursos, esclavos, etc.
El militarismo primitivo debió comenzar en
el mismo momento en el que surgió el concepto de Propiedad, ya que era
necesario defenderla y buscar y conquistar otras mejores, con el recurso de la
fuerza.
Siguiendo con la idea de ejército como
salvaguarda de intereses privados, los grandes imperios emergentes eran los que
necesitaban ejércitos más numerosos y efectivos, para defender sus cada vez más
abundantes posesiones.
Todo imperialismo tiene una característica
común y es que hay una figura dominante, aunque sólo sea hombre o mujer de
paja. Así mismo, todo imperialismo es reemplazado por otro que tiene mayores
ansias de poder y mejor preparación militar.
De los cambios de “cabeza” se encargan sus propios pretorianos u otros
señores de la guerra.
A
través de la historia de las antiguas civilizaciones: China, India, Sumeria,
Caldea, Asiria, Egipto, Macedonia, Roma, veremos cómo el cambio de fronteras y
de las riquezas de un determinado territorio siempre surge tras la invasión
militar de otro imperio en ascenso, aunque nunca sin medir previamente las
posibilidades de triunfo… por si las moscas.
Por lo general un imperio (del latín
“imperat” u “ordenar, imponer) comienza por anexar ―primero a sus vecinos más
débiles―, y de ello sobran ejemplos muy actuales, aunque no todos bien
sucedidos.
Egipto, uno de los Estados que vive ahora
mismo sumido en revueltas populares por la mejora en las condiciones de vida de
la clase popular, ha visto cómo parte de su territorio ha sufrido los cambios
en el poder con el paso de diferentes reinados, poderes o ejércitos.
El Imperio egipcio, que se mantuvo y
modificó desde el años 3000 a.C. hasta el 500 a.C. en manos de los propios
faraones y reyes (hasta donde sabemos), fue derrotado primero por el Imperio
Persa, para más tarde pasar a manos de los “generales herederos” de Alejandro Magno. El ejército de Alejandro se
“despistó” tras su muerte y posterior opulencia asiática de sus herederos que
los llevó a la decadencia.
Esto fue
aprovechado por el primer emperador romano: Julio César para hacerse con el
control de la zona, en busca de sus materias primas y mano de obra esclava.
Toda
la zona del Mare Nostrum (Mediterráneo) sufría cambios bruscos en las
relaciones entre poderes y ensanchando o contrayendo fronteras.
El Imperio árabe vuelve a hacerse con el
poder en la zona egipcia introduciendo el Islam, cuestión que produjo grandes
enfrentamientos con los cruzados cristianos del Sacro Imperio y el papado,
siglos después.
Ya en 1453 d.C. se instaló en el
territorio el poderoso Imperio Otomano con la toma de Constantinopla, capital
de la Roma Oriental, hasta la llegada de los franceses en 1800, con el Imperio
napoleónico. Después de cambios y tratados entre dirigentes europeos y
egipcios, en 1936 Egipto alcanza su independencia a las puertas de la II Guerra
Mundial, o al menos eso aparentaron las potencias dueñas del Canal de Suez.
Evidentemente con estas líneas descriptivas de lo que ha sucedido a lo largo de
la historia en esa región del planeta que hoy se llama Egipto, queremos hacer
referencia a que los cambios en las fronteras, en los mandatarios ―y en quiénes
maneja las economías― se dan muchas veces tras invasiones y presiones
militares. ¿Quiénes paga con su vida las ansias imperialistas y conquistadoras
de los imperios? La gente que menos tiene que perder, salvo sus
vidas: los proletarios; la carne de cañón para todo ser-vicio (sic).
Para conquistar
vastos territorios, los emperadores se han valido desde siempre de grandes
ejércitos, que han evolucionado técnica, física e incluso psicológicamente. El
Imperio Romano es un ejemplo de cómo se adaptaba un cuerpo armado para resistir
al paso de los años. Desde sus orígenes allá por el 800 a.C. hasta su
decadencia, sobre el 500 d.C., el ejército romano pasó por muchos cambios
estructurales y sistemas de organización. En los comienzos de este ejército las
legiones estaban integradas por “soldatii” (con sueldos mínimos de sal y monedas,
de donde deriva “salarium”), por personas que hacían el servicio militar,
generalmente proletarios sin tierras ni otra posesión que sus músculos y, generalmente,
infantes de a pie.
Los “enemigos” eran básicamente reinos limítrofes
o zonas productivas y prósperas del Lacio o Etruria, mucho antes de crearse el
imperio. Es decir, desde los primeros
reyes y posteriormente el período republicano aristocrático copiado de la ya
decadente Grecia.
Con la expansión
del Imperio, el ejército se fue haciendo más sofisticado y se recurrió a la
“contratación” de soldados profesionales, que provenían de las clases bajas.
Más adelante, con un Imperio de grandes dimensiones, tenían necesidad de fijar
fronteras intermedias y contaron con la ayuda de otro tipo de fuerzas
mercenarias, que no siempre respondían como deseaban los interesados.
Los reinos
opulentos pero desmilitarizados como Fenicia , Cartago y alguno de por ahí, si
bien dirigían la estrategia los señores aristócratas, emplearon más mercenarios
que fuerzas propias, aunque la mercenarización
ya data de muy antiguo.
La creación de
los estados modernos vinculó los ejércitos a la estructura estatal. El ejército
siempre ha cumplido un papel predominante en la gestión de los asuntos de los
estados. A veces como pretorianos del
poder, a veces como uerza de conquista; unas veces siendo protagonista en primer plano
y otras veces en la sombra. Sólo tenemos que mirar la historia de España para
observar el papel de los cuerpos armados en la política del país desde la era
feudal hasta la edad moderna. La
evolución de la estrategia militar en cuanto al reclutamiento y las alianzas
entre países ha sido muy variada a lo largo de la historia, incluso como
avanzados de la conquista y ocupación de América Austral.
Historia de la resistencia anti-militar.
Tan pronto como
se crearon los primeros ejércitos hubo respuesta popular ante éstos. Frente a
todos los imperios anteriormente señalados hubo respuesta popular en contra, ya
que no era precisamente el diálogo y el convencimiento mediante el ejemplo, el
arma que se usaba para someter a las gentes de los territorios invadidos. Un
ejemplo, la historia de los personajes históricoslegendarios: Viriato,
Vercingetorix, Salvio, Bar Kochva , Espartaco, Cuahutémoc, Caupolicán o Tupac Amarú, considerados
símbolos de la lucha contra la opresión
imperial romana. Y española, o la de Toro Sentado, Caballo Loco o Jerónimo, en
tierras del Norte por citar algunos.
También podemos recordar el saco de Roma
(1527) de Carlos I contra el papado, es decir: imperio contra imperio; y la resistencia al Imperio de Napoleón (1808).
Además, la historiografía oficial no cuenta si la población en el territorio de
la España del momento se opuso a uno de los imperios más grandes de la
historia, el imperio de los Austrias tras la batalla de Lepanto contra los
musulmanes, pero es imposible que nadie tratase de enfrentarse a los abusos y
métodos represivos del imperialismo, aunque más no fuese en forma de guerrilla
o bandolerismo.
En el siglo XX
en España, con la llegada de la revolución industrial y el auge del movimiento
obrero moderno, el rechazo a que los jóvenes prestaran servicios en un ejército
que los empleaba como carne de cañón para las conquistas estatales, era muy
fuerte. Tanto es así, que en 1909 tiene lugar uno de los episodios de
antimilitarismo más evidentes de la historia contemporánea de España.
“La Semana Trágica” se desarrolló en un contexto de fuertes movilizaciones
obreras, especialmente en Cataluña, que ante la llamada del Estado a los
reservistas para formar parte del contingente que asegurara el protectorado de
Marruecos, derivaron en una huelga general muy seguida en Barcelona y que
desencadenó en violentos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los
obreros. Como dato relevante y que muestras las diferencias entre clases,
comentamos que se podía eludir el servicio militar con el pago de una cantidad
importante de dinero. El resultado, cientos de muertos en la guerra y muchos
muertos en la insurrección, además de varios ejecutados, entre ellos Francisco
Ferrer i Guardia.
El rechazo a la disciplina y estructura
militar se demuestra también durante la Revolución en España en 1936. Los
obreros que formaron las primeras milicias que se oponían al levantamiento en armas
del ejército nacional, no quisieron convertirse en una unidad más del ejército
republicano. La clase trabajadora no estaba preparada para luchar como
profesionales del asesinato, sino que peleaban por algo que creían justo. La
militarización de las milicias ―impuesta por los comunistas, harto amantes de
lo jerárquico― fue uno de los factores de la derrota de los obreros y del fin
de la Revolución Social.
urante la etapa franquista, la resistencia
estaba formada en gran medida de anarquistas y anarcosindicalistas, que con
estrategias de guerrilla, se oponían a la fuerza del ejército y los cuerpos de
seguridad del Estado franquista, consiguiendo no sólo mantener viva la llama
anti-franquista, sino poner en aprietos al propio General.
Más adelante el protagonismo principal de
la lucha contra los ejércitos la asumió el movimiento por la objeción de
conciencia, que tuvo un gran auge en España a finales del siglo pasado.
Hablaremos de este punto en párrafos posteriores.
Las fuerzas militares y cuerpos de seguridad del Estado.
Podríamos comenzar la macabra historia del
militarismo en el Estado español por el siglo XV, etapa del “descubrimiento” de
América y del inicio de la creación del Imperio colonialista de los Austrias.
Para lograr la sangrienta gesta militar de dominar territorios en todo lo ancho
del planeta hacía falta contar con un ejército muy poderoso. De nuevo la
historiografía actual (la de la educación formal estatal) nos muestra
expediciones en busca de nuevos territorios como exploradores pacíficos que se
habían de enfrentar a los violentos salvajes. La realidad es que un ejército de
mercenarios se encargó de asesinar a diestro y siniestro a todas las personas
del continente iberoamericano “descubierto”, que no se sometían a su voluntad,
imponiéndoles religión, cultura y costumbres.
El ejército español contaba con muchos
efectivos en ese momento (tanto voluntarios como obligados e incluso
mercenarios alemanes y belgas “lansquenetes” o landknetchen, infantes lanceros), que libraban guerras en
todas las partes del mundo, llegando incluso a atacar a otros imperios, como el
inglés.
En esa campaña sufrieron una gran derrota,
ya fuera por las condiciones meteorológicas o por la fuerza del ejército inglés
(la “armada invencible” de Felipe II). Más adelante, la superioridad militar
española llegó a su fin con la pérdida de los territorios en Cuba y Filipinas a
fines del siglo XIX (1898) contra los Estados Unidos.
Ya en el siglo XX, con el movimiento
obrero en auge, sobre todo el anarcosindicalismo de la CNT, el ejército,
apoyado por la nobleza y clero españoles, fue la clave para acabar con esa
conciencia obrera que se despertaba y crecía. Tras algún intento fallido de
Golpe de Estado, el ejército finalmente consiguió que la sublevación de julio
del 36 triunfara y que alzase al poder a los reaccionarios nacional-fascistas.
El control de la vida civil por parte del ejército fue total y el hostigamiento
a la población fue constante, siendo el ejército “nacional” el ariete de control
de la población. Tanto en lo económico y
cultural, como en lo ideológico, siendo apoyado por los Estados Unidos como
“bastión anticomunista” de la Guerra Fría.
Actualmente,
tras la derogación de la obligación de realizar el servicio militar en 2001 (a
pesar de que la constitución española aún lo contempla en su artículo 30), el
ejército es totalmente profesional. Eso no quiere decir que la gente se aliste
totalmente de manera voluntaria al ejército. Igual que en ejército
estadounidense, que recluta a jóvenes con menos recursos, afro-americanos
principalmente, para que vayan a asesinar y ser asesinados en todas las guerras
que EEUU libra fuera de sus fronteras, el ejército español se nutre de jóvenes
que, sin ser en un principio belicistas, entran a formar parte de estos
escuadrones de la muerte para “ganarse” la vida.
Las campañas propagandísticas financiadas
por el Estado y premiadas hasta la saciedad, consiguen que jóvenes sin
esperanzas de futuro sirvan en el ejército, sin que realmente sepan lo que
están haciendo. En el momento que les toca salir a matar ya es tarde, porque ya
no tienen cerebro propio, sino que se ha moldeado al estilo militar. En los
últimos años, el ejército trata de sacudirse la caspa machista que le es
caracteriza, para tratar de atraer a las mujeres a sus filas. Parece que de
momento lo consiguen.
Las Fuerzas de
Seguridad del Estado, cuerpos policiales estatales, autonómicos y locales, así
como la Guardia Civil, son otro ejemplo más del grado de belicidad que existe
dentro de las fronteras del país. El aumento en el número de efectivos nos da
una muestra del estado de alarma en el que se encuentra la administración del
Estado.
La insumisión civil.
Al calor de la agitación propia de un
futuro cambio de régimen político, se vivió en España en los años finales de la
dictadura y en los inicios de la democracia ―cautiva del “pacto de La Moncloa”―
una etapa de rechazo total al militarismo. Este alcanzaría diferentes grados en
las diferentes etapas, pero se podía ver de una manera muy clara el carácter
netamente antibelicista de la sociedad en España, que ha tenido mucha
importancia por su calado social. La lucha antibelicista del pueblo americano contra
la guerra en Vietnam sería la experiencia más cercana en cuanto a grado de
implicación de la población.
La objeción de conciencia, por motivos
religiosos o ideológicos, al servicio militar, tuvo consecuencias graves para
los objetores, que sufrían penas de cárcel y eran juzgados por tribunales
militares. El siguiente paso se dio a finales de los 80 y principios de los 90,
con la opción de la insumisión: ni concripción ni prestación social
sustitutoria, elemento legal que se inventaron para que los jóvenes tuvieran
que estar al servicio del Estado obligatoriamente. La insumisión se llegó a
considerar como movimiento dada su implantación en la sociedad. La represión
contra la insumisión fue muy fuerte, pero a pesar de ello se resistió muchos
años al pie del cañón, hasta la llegada del “ejército profesional” y la campaña
de lavado de cara del mismo. Sobre este tema, remitimos a las lectoras al libro
escrito por Luis Sánchez, “Si pasó algo”, sobre el movimiento por la insumisión
en Zamora.
Lo que más nos interesa sobre este punto
es el papel que entendemos jugó el anarquismo y sobre todo el anarquismo
organizado en esta etapa y para tener una visión cercana, reproducimos las
palabras de un militante que participó en esta lucha:
El movimiento de insumisión proponía,
entre otras estrategias, que los jóvenes se negaran a acudir al Servicio
Militar Obligatorio. Esta idea caló rápidamente en un amplio sector de la
juventud y, como consecuencia, la represión ni se hizo esperar ni escatimó en
dureza. Por todo ello, la respuesta libertaria fue lo que se conoció como
Insumisión Total. La Insumisión Total consistía en no ir a “la mili” ni aceptar
la Prestación Total Sustitutoria porque su finalidad era la de imponer un
castigo al “joven desobediente” y porque con ella se suplían puestos de trabajo
que deberían ser remunerados. Además se rechazaba acudir al juicio, puesto que
no se reconocía el delito imputado ni la autoridad de unos jueces que
decidirían arbitrariamente sobre sus vidas. Esta decisión conllevaba ser
declarado en rebeldía y la consecuencia era una orden inmediata de busca y
captura. Muchos jóvenes insumisos pasaron a la clandestinidad y todo el
Movimiento Libertario se coordinó para apoyarlos procurando dar la cobertura
necesaria e intentando garantizar la seguridad de estos compañeros. Así, ningún
insumiso total acudió voluntariamente a la cárcel, si querían encerrar a estos
jóvenes tendrían que hacerlo por la fuerza. Cuando el insumiso era encontrado y
detenido ingresaba directamente en prisión y, desde allí, era trasladado (a su
debido momento) al juicio, esposado y escoltado por la Guardia Civil.
La Insumisión Total iba directamente a la
raíz del problema. Directamente, cuestionaba el aparato militar (no sólo la
obligatoriedad del Servicio Militar) e indirectamente, cuestionaba la totalidad
del Estado, ya que es el propio Estado (junto al Capital) el creador de las
desigualdades sociales y económicas que después son defendidas por el Ejército.
La Insumisión Total buscaba la concienciación social para poder conseguir la
desaparición del Estado y de cualquier sistema autoritario, lo que desembocaría
per se en la desaparición del Ejército. Sin un fin transformador la mera
desobediencia civil como ataque al militarismo no resultaría efectiva. Esto
sólo serviría para cambiar una Ley y así, poner fin a la conflictividad
surgida.
Un insumiso total escribió desde la
clandestinidad: “No podemos denunciar el aparato militar y social que nos
imponen y al mismo tiempo dejarnos someter por su aparato judicial y ejecutivo,
demostrando sumisión y aceptando con resignación que la sociedad democrática es
injusta, pero que asumimos su justicia y represión”.
La OTAN
y sus alianzas político-financieras
Todo lo que
sucede en este planeta guarda relación entre sí. Prueba de ello es que ese espíritu
antimilitarista era una respuesta no sólo al servicio militar obligatorio, sino
al intento del Estado de implantar el espíritu bélico en la población; la
entrada en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) era una buena
prueba de ello.
La OTAN nace a finales de la década de los
40, como respuesta a la supuesta amenaza de la Unión Soviética (la Rusia y los
países del Este de Europa actuales) y al poderío militar de ésta. Como muestra
de la locura que supone este tipo de alianzas entre Estados, destacar que la
Constitución de Estados Unidos no permitía su entrada en la OTAN, motivo por el
cual fue reformada. En España la entrada en la OTAN se produjo también después
de la traición al pueblo, que estaba reclamando claramente el rechazo a la
entrada en la Alianza Atlántica.
Desde que los políticos vieron la
posibilidad de entrar a formar parte de la coalición de países occidentales, se
esforzaron en hacer toda la propaganda posible para que la entrada en la OTAN
fuera aplaudida por la gente en España. En 1978 las encuestas daban un 15% a
las personas que estaban a favor del “si” a la OTAN, para más tarde, en 1981,
obtener un aumento de las opiniones a favor hasta alcanzar el 43%. A pesar de
la fuerza propagandística del Estado, éste no pudo darle la vuelta a las
encuestas en tres años, lo cual da muestras de que se conservaba ese espíritu
antimilitarista en la gente afectada. ¿Cómo se perpetró esta traición a las
gentes pacíficas de España?
Como se vienen dando todas las traiciones
desde la llegada de la “democracia”. Primero la derecha prepara el golpe. La
UCD de Leopoldo Calvo Sotelo solicita en ingreso en la Alianza Atlántica. El
PSOE, con Felipe González a la cabeza, en ese momento se oponía y encabezaba
las muestras de rechazo. Una vez encaramado al poder, cambio radical del
discurso y promoción de un referéndum para la permanencia en la OTAN, al
contrario de lo que había propuesto en su programa electoral. Lamentablemente,
a día de hoy, seguimos cayendo en la misma trampa una y otra vez.
La Organización del Tratado del Atlántico
Norte es una maquinaria de guerra en continuo movimiento. Actualmente está
presente, asesinando, destruyendo y controlando, en infinidad de países. El
último es Libia, donde dicen estar haciendo una labor de defensa de la
revolución para la transición democrática, pero están presentes en Afganistán,
Irak, Sudán, Kosovo o el mar Mediterráneo. En ninguna de estas zonas se les
recordará por su labor humanitaria, sino por los asesinatos y destrucciones que
llevan a cabo.
Actualmente 28 países forman la OTAN,
pero sólo unos pocos tienen el mando. España no es precisamente uno de ellos y
por eso tiene que dejar sus bases militares para que sean utilizadas por tropas
aliadas en la gran cantidad de guerras abiertas por todo el mundo. La Alianza
Atlántica no es más que una excusa para tener el control y el dominio sobre la
mayor parte del planeta. El último ejemplo, ceder la base militar de Rota,
prácticamente americana, para crear un escudo antimisiles, que tendrá la
función de vigilar de cerca a los enemigos de la Alianza.
Las guerras en Afganistán e Irak.
La cuestión de
la guerra iniciada por el “trío de las Azores” (Inglaterra, España y Estados
Unidos) en Irak en 2003, tiene algunas particularidades que bien valdría
destacar en este ensayito. Irak es un
territorio en conflicto constante, dada su situación estratégica
político-militar y también por su producción petrolífera. George Bush Junior
decidió atacar el país por la falsa información de la presencia de armas de destrucción masiva, con
el apoyo de Aznar y Tony Blair. Después se demostró que no existían tales armas,
con el consiguiente malestar popular. Más allá del por qué de esa guerra y de
todos los desastres de la guerra, tenemos que acordarnos, porque parece que
todo se nos olvida al día siguiente, de la situación política antes y durante
la masacre de Irak. El Partido Popular gobernaba en España al comienzo de la
Guerra. Las elecciones a la presidencia del Estado estaban cerca y el partido
Popular tenía crédito, aún con una mala imagen de su líder, para poder
mantenerse en el mandato. La guerra y los posteriores atentados desgastaron al
PP, a pesar de que había cambiado de líder (ahora mandaba Mariano Rajoy).
Finalmente hubo cambio de Gobierno, con la promesa de retirar las tropas de
Irak incluida. ¿Cómo fue el periodo entre el comienzo de la guerra y la entrada
del PSOE al gobierno?
Los
“sociolistos” manejados con mando a distancia por sus patrocinadores
financieros, llevaron una estrategia de
desgaste sobre la figura de Aznar y por ende sobre el Partido Popular, que
consistió en una campaña muy similar a la que hubiera dirigido Felipe González
contra la entrada en la OTAN. Zapatero y la cúpula del PSOE hicieron gala de un
“antimilitarismo” interesado, participando y promoviendo las manifestaciones
del “No a la Guerra” junto a famosillos y famosillas, y anunciando la salida de
los soldados si ganaba las elecciones. Lamentablemente la historia se repitió y
Zapatero volvió a enviar la guerra al ejército, esta vez a territorio Afgano,
bajo el paraguas de las Naciones Unidas, cómplices en último término de todas
las masacres cometidas en el mundo desde su creación (recordemos la presencia y
asesinatos de los cascos azules en Haití y Honduras). Se ve que en este Estado
no se ha aprendido la lección.
Lo más
lamentable de todos modos es no saber si el aparente triunfo de las
movilizaciones contra la guerra de Irak fue fruto de un brote del
antimilitarismo de la gente o simplemente fue una victoria de las técnicas de
control de la población que usan los políticos, sacando y haciendo retroceder a
la gente cuando les viene en gana.
Múltiples conflictos bélicos de “baja
intensidad”.
¿Es la guerra mundial moderna?
Como comentaba en la introducción de este texto, a día de hoy
tienen lugar infinidad de conflictos armados a lo largo y ancho del planeta. En
ellos participan coaliciones estatales de lo más diverso: la OTAN, la ONU, la
Liga Árabe, etc. Lo que podría diferenciar estas guerras de los conflictos
mundiales, es que un solo país es el que recibe el ataque indiscriminado de
otros estados. Así se consigue un efecto de cara a la población externa, que es
muy positivo a la hora de asimilar los conflictos bélicos: esta manera de
actuar se justifica como un castigo o una “protección” al país atacado o a
parte de sus habitantes.
Puede que nunca
volvamos a oír hablar sobre guerras mundiales o intercontinentales aunque es
prematuro especular sobre esto, ya que tanto Israel como Estados Unidos, tienen
angurria indisimulada de recursos estratégicos algo mezquinos en sus
territorios ya ―no conformes con la
destrucción de Iraq y Libia,aspiran a borrare a Irán y Siria del mapa de
hidrocarburos.
Esto responde aa la tesis de Samuel
Huntington plasmada en su libro “El choque de las civilizaciones” (The clash of
civilizations) donde sugiere que el nuevo “enemigo” de Occidente sería el
Islam, tras la aparente licuefacción del imperio soviético, que bien podría
haber sido un reacomodo geoestratégico para despistar.
Pero la realidad nos muestra una geografía
bélica muy similar a la II Guerra pasada. Puede que ya no existan dos bloques
definidos debido a la victoria aparente del capitalismo, pero incluso en los
bloques hay muchas tensiones internas, ya que son muchos intereses los que
están en juego. La prueba son los vaivenes en la política de los países del
Norte de África y del Golfo Pérsico, que poseen en sus territorios materias
primas vitales para el desarrollo capitalista en Occidente, incluso en su
propio territorio, que tienen un comportamiento errático en cuanto a sus
políticas de relaciones con los países mal llamados “avanzados”.
La guerra mundial realmente nunca terminó.
El planeta entero está en guerra. Si no lo queremos ver es que estamos ciegos. Sólo que ahora es de ricos vs. Pobres; norte
contra sur.
Actualidad del
militarismo: ejército en misiones de paz y en catástrofes naturales
La
profesionalización del ejército ha supuesto un golpe de efecto en la manera en
que la gente percibe a las fuerzas armadas. Parece que una persona con un arma,
un tanque o un avión de combate ,desarrolla antes que nada labores
humanitarias, tipo ONG, que son héroes voluntarios, que salvan personas,
animales y plantas de una muerte segura.
Desde la
eliminación del servicio militar obligatorio y de la prestación social
sustitutoria todo ha ido rodado para el ejército. Varios factores han influido
en esta transformación.
Económicos: es
evidente que España ha avanzado en su transformación hacia un país dominado por
el sector servicios. Las reconversiones industriales, la marcha de las grandes
empresas a otros países, el desmantelamiento de sectores clave como el naval,
la privatización de otros sectores importantes como el transporte...han dejado
tras de sí un país especializado en la venta de productos y servicios, traídos
de otras partes, muy lejanas del mundo, para satisfacer las necesidades,
ficticias y reales, de la población. Esta situación, unida a la
hiper-maquinización de la producción que queda, nos deja en una situación de
paro estable muy por encima de lo que puede ser soportable para el país, en
términos económicos, políticos y humanos. Ante esta situación, personas
jóvenes, sin conciencia antimilitarista ni de ningún tipo, se aferran a ese
trabajo “estable” para poder seguir consumiendo, que no viviendo. No hay ningún
grupo de gente que no conozca al menos a una persona que está o que desea estar
en el ejército, o en en cualquier otro elemento del aparato represivo, como son
la policía o la guardia civil.
Propagandísticos:
esta situación de desesperación de la juventud se ha reconducido por parte del
Gobierno y las fuerzas armadas, hacia un cambio en la mentalidad de la gente,
para hacer borrón y cuenta nueva del papel del ejército y poder darle un nuevo
contenido. La propaganda del ejército no se dirige sólo a las personas que pueden
formar parte del mismo, sino que es a toda la población a la que se trata de
convencer de que los militares están para ayudar. En sus campañas publicitarias
venden esta “actividad” como una aventura, como un empleo con posibilidades de
ascenso, como una actividad deportiva...todo con tal de tapar su verdadera y
única misión: convertirse asesinos en serie de la humanidad. El sistema
educativo también colabora con el ejército en su introducción en la sociedad,
convalidando los “estudios” que se realizan en las academias militares con los
estudios en la vida civil. Como ejemplo, las personas que quieran acceder a la
carrera de medicina sin pagarla, pueden entrar a servir en el ejército unos
añitos y salir con la carrera hecha, pudiendo volver a la vida civil tras unos
años de servicio en el campo de batalla. La última de las estrategias para
introducir al ejército hasta en la sopa es meter a los militares en la vida
civil, a raíz de su participación en los dispositivos de emergencias. Emulando
el modelo francés, en el ejército español se ha creado la UME, Unidad Militar
de Emergencias, que en un futuro sustituirá al personal civil de actuación en
catástrofes. Esta nueva Unidad, que ha suscitado la polémica incluso entre los
mandos militares y civiles, por ver quién manda en cada situación de
emergencia, está escalando en su popularidad, debido a su presencia en los
medios de comunicación. Los cuerpos civiles de emergencias, incluidos los
voluntarios de Protección Civil, tienen los días contados, al menos tal y como
los conocemos hoy.
Ideológicos: la
eliminación de las ideologías contrarias al militarismo, a veces mediante
estrategias como la profesionalización del ejército, otras con métodos más
expeditivos como la represión y tortura sistemática a todo lo que se muestre en
contra de resolver los problemas a tiros, es un factor clave en el triunfo de
las políticas belicistas actuales. Al parecer casi todo el mundo acepta este
tipo de acciones de los Estados, bien porque no le toquen directamente, bien
porque piensen que son necesarias. La realidad es que la carencia de una
conciencia diferente, permite que este territorio esté tomado por el
militarismo. La dictadura franquista primero y la dictadura de democrática
después, han hecho un gran trabajo de “desideologización” de las masas.
No podemos
acabar el repaso a la actualidad del militarismo sin mencionar el papel que
cumplen las mujeres en el ejército de hoy. Los militares se encargan cada día
de que veamos cómo adaptan a la vida moderna, aceptando soldados femeninos en
sus filas, a pesar del machismo propio de la estructura castrense; recordamos,
aunque no hace falta, el nombramiento de una Ministra de Defensa, que incluso
se permitió el lujo de estar embarazada durante su mandato. Los medios de
comunicación se encargan de que veamos cómo trabajan por su patria estas
super-mujeres y animan a las demás a ser como ellas.
El papel actual
del ejército no podría ser más idílico: actuaciones en emergencias mediante la
UME, misiones de paz por todo el globo, transporte de alimentos y medicamentos
allí donde se necesita, protección para las poblaciones atacadas...Una parte
importante de la humanidad está cayendo en la trampa y está asimilando ese
mensaje, dando legitimidad a su propaganda.
Actualidad del
antimilitarismo
Tras la
eliminación de la “mili” obligatoria y de la prestación social correspondiente,
se inauguró una nueva etapa en la lucha contra los ejércitos. En esta etapa,
aunque parece que la cosa va creciendo, la contestación a la maquinaria militar
es casi nula. La espantada general de la gente que luchaba por que sus hijos,
hermanos o amigos no formasen parte de los pelotones de asesinos que se creaban
en los cuarteles, ha conseguido que el movimiento antimilitarista tenga una
presencia muy discreta en el territorio español.
El grupo más
destacado, además de las organizaciones e individualidades anarquistas, es
AA-MOC (Alternativa Antimilitarista-Movimiento de Objeción de Conciencia).
Después de la implantación del ejército profesional, el MOC decidió repensar
sus movimientos y en 2002-2003 decidió que su lucha no era solo por la objeción
de conciencia, sino por la eliminación de los ejércitos y de todos los cuerpos
de coacción del Estado. Se basan en conceptos como autonomía y autogestión, no
violencia y desobediencia civil, etc, para desarrollar su acción.
En cuanto a las
anarquistas, también tenemos que hacer frente a una etapa muy dura, la de los
comienzos, porque la actual situación nos devuelve a épocas anteriores, en las
que la conciencia social no está para nada desarrollada, ya que ha sido
aplastada por muchos años de opresión militar, y ahora por propaganda bélica,
que parece estar siendo muy eficiente. Con tantos frentes abiertos, las
organizaciones anarquistas estamos dejando de lado la acción contra el aparato
militar en España, pero no dejamos de observar su evolución, aunque sea con el
rabillo del ojo. Hace unos meses vimos con preocupación como durante el mes de
diciembre de 2010 se declaraba el Estado de Alarma y estamos asistiendo a una nueva
participación del ejército español en otra guerra sangrienta, pero ni lo
olvidamos ni dejamos de rechazarlo. De todos modos no se trata de reafirmarnos
en nuestro rechazo a la violencia militar, ya que, en la medida de nuestras
posibilidades, siempre trabajaremos para crear conciencia contra los ejércitos.
La acciones que
se están llevando a cabo son muy variadas, pero destacan las que se están
realizando todos los años en los stand que colocan los empresarios en las
Universidades y otros centros de promoción, en los cuales tiene espacio el
aparato militar, siempre mostrándonos a los más bellos ejemplares de cada uno
de los cuerpos de las fuerzas armadas, como si de modelos se tratase. Estas
acciones tratan no sólo de estropearles la fiesta del reclutamiento, sino de
mostrar la verdadera cara del monstruo armado a las personas que se acercan.
Otras acciones más intrépidas, como los asaltos pacíficos a cuarteles
militares, se siguen llevando a cabo, pero no tienen mucho eco social. No
obstante, se sigue intentando.
A pesar de este
panorama tan desolador, no podemos desesperar, por varios motivos. El primero
es que la lucha contra los ejércitos forma parte de una lucha aún más grande
contra la opresión del ser humano por el ser humano, contra toda autoridad, por
la libertad. Esta lucha la empezaron, como siempre, unas pocas personas a las
que se les sumaron muchas más después. El segundo motivo es que debemos
intentar vivir acorde a lo que pensamos y luchar contra la crueldad de los
ejércitos es algo que tenemos que hacer. Además, no todo es tan negativo en
este panorama, ya que podemos decir que las fuerzas armadas no han cubierto su
cupo de mercenarios y que gran parte de la gente que entra sale asustada por lo
que ven; queda algo de humanidad en la personas.
La guerra y la industria nuclear
La utilización
de energía nuclear se entendió en su momento como un avance científico sin
precedentes, ya que la energía que se producía en la fisión de los
combustibles, nos decían y nos siguen diciendo, era infinitamente superior a
las capacidades de producción de energía del momento. No obstante, esta no era,
ni es, la finalidad principal de la energía nuclear. Las investigaciones de
Becquerel, Curie, Wolfgang, Pauli...no estaban destinadas a facilitar la vida a
la humanidad, sino a complicársela.
El inicio de la
carrera bélico-nuclear, según lo poco que conocemos, tuvo lugar en la Alemania
Nazi, donde el departamento de investigación armamentística del régimen
nacionalsocialista intentó desarrollar la primera bomba de energía nuclear,
bajo la supervisión de la Waffen SS al mando del general Hans Kammler. El
proyecto fracasó, en principio por la intervención en la coalición aliada de
EEUU, que curiosamente fue el primer Estado en usar la energía nuclear como
armamento, mediante las fatídicas bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki
(Japón).
Más adelante, el
uso que se le dio al combustible nuclear, ya que la potencia de las bombas
asustó incluso a sus lanzadores, fue el de servir de propulsión a los buques,
submarinos nucleares, incluso aviones. Recordemos que algunos de estos atracan
en nuestras costas, debido a la amplia presencia de bases americanas e inglesas
en el Estado. Sus fines seguían siendo militares.
En los años
50-60 empezó a utilizarse este tipo de energía para fines civiles, en la
producción de energía eléctrica. No vamos en este artículo a comentar los por
qué de la peligrosidad, ineficiencia y peligros de contaminación de este
combustible. Simplemente vamos a explicar por qué pensamos que éstas centrales
no son más que excusas para fabricar combustible nuclear con fines militares.
Actualmente varios países poseen armamento nuclear: Estados Unidos, Reino
Unido, Francia, Rusia y China, dentro de los países firmante del Tratado de no
Proliferación de Armas Nucleares (curiosa coincidencia con el Consejo de
Seguridad de la ONU) y Pakistán, Israel, Corea del Norte y la India fuera del
mismo. Ninguno de estos países no van a renunciar a su armamento nuclear. La
excusa que existía en los tiempos de la Europa de los bloques
comunista-capitalista era que había tensiones bélicas entre los países de uno y
otro lado, pero en la actualidad ya no hay excusas, más que el ansia de poder y
de ganar potencial armamentístico. España, país que intentó el desarrollo de armamento
nuclear en un pacto con EEUU durante el franquismo, tiene ubicadas en su
territorio ocho centrales nucleares, sólo dos de ellas en proceso de
desmantelamiento. La eficiencia de este tipo de energía es muy baja y su coste
es elevadísimo, por lo que las centrales nucleares son subvencionadas con
dinero de todos; ¿por qué ese empeño en mantenerla? ¿Por su bajo nivel de
contaminación atmosférica? Para nada, simplemente es una excusa para mantener
viva la capacidad destructiva del combustible nuclear y poder camuflarlo
dándole usos civiles. La paranoia de los jefes de Estado de turno y credulidad
de la gente de a pie, ante la búsqueda de armas de destrucción masiva por parte
de Estados que poseen armamento nuclear, es una buena muestra de que es la conservación
del poder y la hegemonía lo que se busca con el uso de la energía nuclear y de
que nos creemos las mentiras que nos sueltan con gran facilidad.
Conclusiones
La lucha contra
el militarismo, contra las fuerzas armadas y demás cuestiones bélicas, ha de
englobarse en una lucha mucho más amplia, que es la lucha por la libertad de la
humanidad. Evidentemente la pelea por la erradicación de los ejércitos nos
llevará a enfrentarnos a uno de los pilares sobre los que se sustenta el poder,
que es la amenaza del uso de la fuerza por parte de políticos, gobernantes y
grandes capitalistas, por lo que esa lucha tiene dos salidas naturales: dejarlo
o ampliar el campo de batalla hacia la eliminación de la dominación del ser
humano por el ser humano. Es por esto que quizá la propaganda y acciones contra
el militarismo deban ser más puntuales cuando se realizan en solitario y
necesiten estar más arropadas por la lucha global. La actualidad nos marca
además, que la lucha contra los ejércitos ha de ampliarse no solamente al resto
de fuerzas de seguridad del Estado, sino a los medios privados de defensa de la
propiedad privada, por su amplia expansión.
Una de las vías
de acción en este tema sería la propaganda contra los ejércitos, o más bien por
la reflexión sobre su papel en la actualidad. Las fuerzas armadas tienen una
gran capacidad de difusión y ésta se centra, desde hace mucho tiempo, en la
educación y en las etapas infantiles de la vida (que lamentablemente duran hoy
hasta bien entrados los treinta, o incluso más). Los ejércitos están presentes
en ferias educativas, en colegios, en institutos...por tanto la presencia de
propaganda antibelicista debe estar presente en todos los centros educativos
(que no son más que centros de reclusión finalmente). En esta tarea tiene una
importante misión las federaciones anarquistas, sobre todo las de jóvenes, que
podrán influir directamente en las personas más cercanas. Importante también es
la presencia de actos antimilitaristas en las ferias laborales que se celebran
en todo el territorio, en las cuales tienen presencia casi siempre las fuerzas
y cuerpos de seguridad del Estado.
Ante la
capacidad propagandística del ejército y del resto de fuerzas y cuerpos de
seguridad del Estado, debemos oponerle la propaganda por el hecho y la
influencia en las personas del entorno. La cercanía a vecinas, hermanos,
progenitores...debe ser una clave a la hora de hacer entender el papel real de
las fuerzas armadas, ya que no vamos a poder competir en capacidad de llegar a
más lugares, sino que lo tendremos que hacer en torno a la capacidad de
reflexión que otorguemos a la gente, planteando los por qué de nuestro rechazo
a los ejércitos. En el trabajo, en clase, en cualquier parte, debemos dar
nuestro punto de vista sin que nos tiemble la voz, pero con paciencia, ya que
las cosas hoy día están muy complicadas y el belicismo está muy enraizado en la
sociedad.
A pesar de los
momentos que atravesamos, en los que parece que nadie apoya esta lucha ni
ninguna otra, no podemos desesperar. Pocas fueron las personas que se
atrevieron en otros momentos a empezar a organizarse para luchar contra todo
tipo de injusticias y si bien poca gente somos en la actualidad, no podemos
desesperar, porque si entendemos que lo que hacemos es lo correcto y somos
capaces de transmitirlo a las demás, la gente se unirá a la voces que clamamos por
la erradicación de los ejércitos, junto a todo signo de dominación entre
personas.