domingo, 17 de agosto de 2008

La tiranía de la Desinformación (Ensayo)


La tiranía de la
DESINFORMACIÓN
como estrategia de
Dominación global.
Chester Swann

TETRASKELION
www.tetraskelion.org


INTRODUCCIÓN

Si la historia no fuese más que la narración de una serie de antecedentes de unos accidentes aleatorios, de hechos coyunturales puramente fortuitos, ésta no tendría mayor interés que cualquier “evento” aislado de contexto. Ningún historiador deja de procurar hacer inteligibles los hechos que relata, e intentar hacer comprender su encadenamiento o concatenación entre sí, ni marginar de dichos acaeceres a quienes supone responsables de ellos.
Cierto que se ha exagerado con frecuencia la importancia de los grandes hombres, reduciendo la historia entera a la narración de sus altos hechos, o también los aparentemente abominables. No es menos indudable que muchas veces se ha abusado del concepto de “la raza”, considerada como una entidad misteriosa y omnipotente, mal definida por lo demás, y que desde ese punto de vista ha podido tener utilidad el “materialismo histórico”. Pero esas ideas ya se han decantado debidamente y poco eco encuentran hoy por hoy en los investigadores serios, que han excluido los estereotipos “nacionales” en sus investigaciones, quedando este concepto ceñido a los caricaturistas.
Así, toda explicación de ese género, quiérase o no, reposa en leyes sociológicas más o menos explícitamente formuladas. En cuanto se pretende reunir los hechos determinados, estableciendo entre ellos una relación casi lógica de causa y efecto, nos apoyamos, implícita o explícitamente, sobre una proposición general que consiste en decir que, en todas las circunstancias los hechos de aquella clase se eslabonan, vinculan por decirlo así, necesariamente.
Ahí está precisamente lo que se llama una ley, y el oficio propio de la sociología consiste en procurar descubrir el mayor número de leyes que regulan y analizan los hechos sociales, políticos, económicos, culturales y cuanto sirva para alterar un ciclo de la historia humana “civilizada” o imbecibilizada, según sea el caso del tema que me ocupa.
Desgraciadamente, la sociología contemporánea es una ciencia en vías de formación, aún no constituida; se la construye lentamente, y no es seguro que llegue nunca a reunir o poseer un cuerpo doctrinario sistemático, que permita explicar los hechos históricos en su conjunto y con rigurosa precisión “científica”.
Deseando salir de este atolladero de tanteos, se aplica con métodos ingeniosos a dar con sus generalizaciones iniciales la mayor solidez posible, dentro de lo aleatorio de las generalizaciones y categorizaciones inevitables.
Cada uno de los hechos particulares es resultado de una serie de juegos, tendientes a llevar a los acontecimientos sociales en determinada dirección. Y, he ahí que surgen los cerebros humanos, generalmente ocultos a la opinión pública, que desarticulan unos hechos para inducir a otros, más afines o proclives a sus intereses y conveniencias hegemónicas.
Lo que exista de científico en la Historia, es el innegable deseo de llegar a la verdad, a través del método crítico; es su esfuerzo por describir correctamente los hechos y aproximar a los que tuvieran relación entre sí estableciendo sus analogías. Querer hacer de la Historia una ciencia vigorosa y meramente crónica, es negarle su razón de existir, ya que las interpretaciones tienen que ser creativas a veces, en otras subjetivas y hasta poéticas, para no reducirla al silencio o a la aridez conceptual.
Sería contrario a la naturaleza, negar a la Historia algo de intuición en el análisis de hechos aparentemente inconexos, y limitarse a la mera recolección de documentos estériles en sí mismos, si no son previamente abonados con los fertilizantes de la razón y el corazón. También tenemos derecho a equivocarnos en ciertas apreciaciones, pese a que soy y me siento más narrador y periodista que historiador y más humanista que sociólogo.
El tema elegido para este prestigioso concurso internacional, tiene relación directa con el auge de la nueva superpotencia, emergente tras el aparente derrumbe y eclipse del sistema soviético y, más agresiva militarmente tras el 11-S. Ahora, la altiva nación norteamericana está sojuzgada, interiormente por las draconianas represiones a la información y a las investigaciones objetivas de dichos sucesos, con sus consecuencias posteriores a corto, mediano y largo plazo. Los orgullosos ciudadanos estadounidenses, antes celosos de sus libertades y derechos civiles, deben optar ahora —miedo mediante— por una aparente "seguridad", ante el bombardeo mediático de alertas antiterroristas, a la vuelta de cada esquina de su hábitat... en trueque de sus libertades y derechos.
Pero la gran paradoja es que, a mayor aparato de seguridad ésta irá disminuyendo hasta diluirse homeopáticamente en una dictadura represiva e intolerante, a manos de las derechas fundamentalistas protestantes. Muchos intelectuales norteamericanos conscientes están alzando sus voces de alerta al respecto, desde los acontecimientos del 11-S. Pero el ciudadano medio, desinformado e indefenso ante las ráfagas de advertencias, apuesta a la falsa sensación de seguridad a trueque de ir renunciando poco a poco a la libertad, que fuera uno de los motivos de su existencia como nación.
En realidad la manipulación informativa y la desinformación lisa y llana, no son nada nuevas para los estrategas de la historia, antigua, moderna y contemporánea. Desde Sun Tzu a George Bush —sin olvidar al inmortal Maquiavelo—, no importan los medios si los fines son convenientes para las razones de Estado y los buenos negocios aderezados con sangre humana, generalmente inocente. En la mayoría de los casos las víctimas propiciatorias son civiles ya que, éstas se pierden en el maremágnum diabólico de las estadísticas anónimas de "daños colaterales" sin dejar huellas. Como en Grenada, como en Panamá, como en Santo Domingo, como en Afganistán... como en Irak, en fin, doquiera exista oposición a sus designios totalitarios y condiciones leoninas.
Quienes tenemos la capacidad de pensar con nuestra propia materia gris, (perdonádme el lenguaje intimista con que gusto de contornear las ceremonias y solemnidades de la letra en pro de una comunicación directa), hemos guardado un prudente escepticismo ante las "verdades" oficiales, distribuidas —con diligencia digna de mejor causa— por las agencias ¿informativas? Como CNN, Fox, Reuter, AP, AFP y otras entidades corporativas al uso occidental, comprometidas más con ciertos intereses que con La Verdad.
Durante el desarrollo de esta tarea podrán percibir la perversidad con que los nuevos aspirantes a tiranos planetarios esgrimen sus verdades, además de las armas de tecnología punta con que las respaldan. Es que, ante las reales o supuestas "amenazas terroristas" (antes eran los “comunistas”, pero ya se han aggiornado a la búsqueda de “enemigos” funcionales), toda disidencia o resistencia a la opresión de las voraces transnacionales de las barras y las estrellas, será demonizada a priori, perseguida y aniquilada donde sea. Toda interferencia o sinceramiento informativo endógeno, será motejado de alta traición y el disenso no tendrá cabida en el Nuevo Orden, excepto para ser usado como pretexto de represión indiscriminada, unilateral, "preventiva" o punitiva, de acuerdo a la coyuntura.
Quizá habría que hurgar en los archivos implacables de la histo-ria para descubrir lo que esconden las noticias, los informes, los trascendidos, los comunicados oficiales, eslóganes belicistas y otras artimañas para despistar a la opinión pública que, así se convierte en la menos pública de las opiniones.
De esta manera, los pueblos se convierten en objetos pasivos, antes que en sujetos activos y protagonistas de su historia.
Para mejor ilustración abundaré en ejemplos de ardides informativos, que guardo en mi no tan frágil memoria de ex periodista, familiarizado con la autocensura y la manipulación mediática de las masas.
Para concluir esta introducción, añadiré que los hechos más recientes de las primeras guerras del siglo XXI —con su tendal de víctimas propiciatorias a Marte y Mercurio, acero y oro—, son pruebas suficientes de la perversidad de los mega-imperios mercadorizados, herederos de Fenicia y Cartago.
Es que, en la mayoría de los casos que recuerde la historia, todas las guerras de dominación y vasallaje respondieron a motivos ¿piadosos? Bueno, al menos atribuidos a la voluntad de tal o cual dios y la de sus sacerdotes (sácer = sacrificar, en latín). Recuérdese que, salvo pruebas en contrario, las guerras son ofrendas sacrificiales en aras de la riqueza y la opulencia. Y las víctimas, antiguamente eran los prisioneros o los caídos en el campo de batalla. Tras la puesta en saco de los reinos sometidos, surgirían los escribas asalariados del poder —divinamente humano de los reyes de turno—, para ensalzar a sus amos y justificar lo injustificable. Tablillas de arcilla, papiros, estelas pétreas, monumentos, libros, periódicos o registros informáticos lo ¿atestiguan? para la posteridad.
Recién en las postrimerías del siglo XIX, aparecerían las primeras agencias informativas que, corresponsales mediante y auxiliados por el entonces moderno telégrafo, pusieran La Noticia en las redacciones de los periódicos y en las mentes de las masas. Siempre dorando la píldora para hacerla más digerible; no fuese que las conciencias ilustradas y humanistas de las potencias imperiales de entonces, sufrieran cristianos remordimientos ante las barbaridades y tropelías de sus ejércitos civilizadores y evangelizadores, en tierras lejanas de ultramar. Es justo mencionar que no siempre se soslayaban verdades urticantes, salvo que afectasen a intereses “amigos”.
Eso no significa tampoco que todos los medios estuvieran en concubinato con el poder político o económico, ya que existieron, y existen aún, periodistas que han buscado la verdad (que la hallasen o no, es harina de otro costal, pero al menos la buscaron sinceramente), en un sano ejercicio de la duda ante las verdades oficiales o las versiones oficiosas de un hecho dado. El periodismo de investigación, al menos hasta donde recuerdo, es una profesión insalubre teniendo en cuenta la cantidad de profesionales asesinados durante el ejercicio de la profesión, justamente por el Poder Oculto, que manipula los hechos con mando a distancia o, por las manos de sicarios asalariados a tiempo completo al servicio de las mafias.
Mas lo terrible de la manipulación informativa es la cantidad de personas, ciudadanos comunes de a pie, que aceptan como encíclicas papales o verdades bíblicas tales medias verdades o medias mentiras —lo mismo da—, sin cuestionarlas o pasarlas por el tamiz de la investigación o la contrastación de datos e informes, simplemente "oyendo todas las campanas", para que los destinatarios de las informaciones saquen conclusiones.
Por todo lo mencionado más arriba, no es de extrañar que los servicios de ¿inteligencia? y las secretísimas agencias a las órdenes del Libre Mercado, manipulen las informaciones que comprometan la credibilidad de sus gobiernos. Durante la llamada Conquista del Oeste en el norte, o las campañas militares contra los aborígenes en el sur, los medios citadinos emponzoñaban las páginas de los periódicos con las supuestas crueldades de los indios contra los blancos, soslayando u omitiendo lo opuesto.
También la esclavitud —atroz y deplorable, por otra parte—, en los Estados Unidos, el Caribe y Sudamérica, ha sido harto minimizada por los escritores, historiadores e intelectuales contemporáneos, entre los siglos XVII al XX, como si la crueldad racista de los anglosajones o los peninsulares no existiera o fuese simple anécdota en el currículum de los padres de las patrias americanas.
El despojo a Colombia del istmo de Panamá, construyendo una conspiración "patriótica" es otro ejemplo de la alevosa perversión de la política desinformadora de ciertos intereses. Teddy Roosevelt era, pese a todo, el más brutalmente sincero entre la caterva de políticos que realizaron el despojo ("I took the canal", diría con una sonrisa de perdonavidas del oeste, aunque algo oculta por sus mostachos). La expansión norteamericana en su Mare Nostrum, no admitía réplicas ni pataleos. Apenas concretaban una aventura geoestratégica, que ya planeaban otra sobre los despojos aún tibios de sus víctimas.
El autoatentado contra el acorazado "Maine" en 1898 —en plena guerra de independencia entre cubanos y españoles—, fue convenientemente presentado ante el ingenuo pueblo norteamericano, para predisponerlo emocionalmente contra España. Como resultado, los Estados Unidos arrebataron a aquélla: Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otras ínsulas del Pacífico, amén de indemnizaciones al gusto y otras ventajas. A eso llamaría yo terrorismo de Estado, pero entonces esas palabrejas aún eran poco usadas. Bastaba con empuñar el Big-Stick rooseveltiano para convencer a los remisos y rebeldes.
También a la banca Morgan correspondió la manipulación del incidente del "Lusitania", con alto coste de vidas civiles, para lanzar a los Estados Unidos a la guerra europea, siempre en defensa de los intereses de la alta finanza, aunque lo ignorasen los ciudadanos. Más adelante, daré detalles sobre éstos y otros ejemplos de la tiranía de la desinformación.
Existen hoy, en los propios Estados Unidos, algunas publicaciones fuertemente críticas al establishment, como las revistas “Dissent”, “The Progressive”, “The New Republic”, “Mother Jones”, “Mad” y otras más recientes; pero no llegan al gran público y sólo se adquieren por suscripción. Es decir, de circulación dirigida.
De todas maneras, intentaré dejar lo menos posible en el tintero, dentro de la brevedad que no exige, es cierto, pero amerita un trabajo ensayístico.

I
Una parábola para la reflexión
La danza de los dioses


Hubo —según los filósofos, creadores de teogonías alucinadas y mitos epopéyicos—, un tiempo olvidado de perdidas y deliciosas intimidades entre los mortales y los dioses. Éstos, decididamente no precisaban preocuparse —y ni siquiera ocuparse, creemos— de lo cotidianamente problemático y caótico de la supervivencia terrenal. El paraíso, en suma. Así, al menos lo proclaman La Ilíada, El Ramayana, El Libro de Thot y El Libro de Enoch, uno de los muchos frutos del intelecto mítificador, es decir: libros llamados apócrifos; esto es, no autorizados por la ortodoxia. Apócrifo no significa falso ni herético, sino que tiene la connotación de "secreto" o simplemente de "paralelo" (para lelos, creo).
No diré cuáles dioses, ya que su cantidad supera a cuanto podamos imaginar, e incluso cualesquiera de ellos se mimetiza bajo nombres variados, en distintas culturas. Pero siempre acompañaron el devenir de la humanidad, desde sus casi inaccesibles parnasos, y lo hicieron encarnando, algunos de ellos —los menos crueles y más inteligentes— en visionarios, profetas artistas, poetas, ebrios, idiotas, creadores e imaginativos, al cual más mentiroso. Es decir: locos de atar.
Estos prometeos (avatares, dirían los hinduístas) —que algunas veces fueron sacrificados, más por imprudentes que por heroicos o revolucionarios—, se han jugado poco por los seres humanos, legítimos herederos de los ángeles caídos. Especialmente, para hacerlos salir de la imbecilidad primigenia pre-paradisíaca, aunque sea de tiempo en tiempo.
No todos los dioses reclaman sumisión a los mortales. Los hay, aunque pasen desapercibidos, quienes se hallan empeñados en librarlos de las cadenas invisibles de la teología monoteísta (la más peligrosa y alienante). Lo terrible es que en los dos últimos siglos encarnaron en el planeta los espíritus más turbulentos que jamás visitaran la Tierra. Desde Napoleones, Hitlers y Capones, a Sharones y Amines.
Es que, desde Babilonia, Stonehenge y Tenochtitlán hasta nuestros tiempos, los humanos descubrieron los astros errantes y su aparente relación con el destino de los humanos, los cambios estacionales y otros fenómenos cósmicos. Percibidos desde siempre como los vigilantes de la vida, los sabios de entonces siguieron sus cursos orbitales, aparentemente erráticos, descubriendo al Tiempo y sus secretos a través de generaciones y generaciones, anotando cuidadosamente sus posiciones en la eclíptica, noche tras noche, excepto en las nubladas.
A partir de allí, homo sapiens quiso trepar a los cielos —según relata el mito babeliano— no cejando en sus intentos, hasta hoy con los resultados que saltan a la vista: armas espaciales apocalipticas de destrucción; violencia creciente; tendencias suicidas, involuntarias o no; conatos masivos de autodestrucción y otros síntomas conocidos por el lector y las víctimas de la democracia accidental. Y algunos dioses no son ajenos a esto, a juzgar por ciertas manifestaciones eruditas de investigadores de lo improbable y retóricos de lo necio.
Es que los dioses, están fuera de nuestro campo de comprensión, a causa de que muchos de ellos fueron creados y alimentados por nosotros; hasta que crecieron tanto como para alimentarse de nosotros. Marte y Mercurio; espada y caduceo, hierro y oro fueron cubriendo los flancos débiles de la historia; destruyendo a unos en desmedro de otros, en concubinatos y alianzas de conveniencias. La eterna danza de las divinidades, hechas a imagen y semejanza de sus devotos, no ha de darse tregua en afán de poseer y regir parte del planeta y luego el cosmos habitado y no precisamente con propósitos evangelizadores.
El aedo Homero fue uno de los primeros en atribuir a los velei-dosos dioses, las victorias y derrotas de tirios y troyanos en su larga guerra de sitio. Las victorias de Babilonia contra Asiria eran asunto de dioses: Marduk o Enlil, contra Assur, como veréis. Los hombres apenas eran juguetes descartables, carne de lanza, espada o cañón; cuando no de infamantes suplicios, administrativamente aplicados a los rebeldes e insumisos (como hoy día, en Abu Ghraib, Guantánamo o Sing Sing).
Thor hubo desafiado a Odin y Loki a plural combate, en tiempos recientes, lo cual fue aceptado porque, como se sabe, los dioses son inmortales, y a lo sumo pueden ser heridos levemente a primera sangre, tras lo cual a veces viene una inesperada reconciliación; en tanto que los mortales, que pelean en sus huestes u hordas son quienes por lo general pierden. Y cuando digo: pierden, ténganlo por seguro, no será un eufemismo indulgente y frío.
Loki tomó el mando de una parte del mundo y aguardó a que Thor de Germania diese el primer paso estratégico. Este, que en astucia no es tan pletórico ni creativo, se ensoberbeció al punto de no esperar el momento propicio y lanzó sus rayos-martillo contra Anglia y Polansk, donde moraban los devotos de Odín y Loki, siendo respondido, aunque no de inmediato.
El duelo fue sin duda atroz, y duró no mucho tiempo, aunque las pérdidas —en vidas, y sobre todo materiales—, fueran abrumadoras. Aún el planeta, a casi sesenta años de distancia, no se hubo recobrado de tal danza de dioses, los cuales ahora se emborrachan juntos, con hidromiel y walkyrias rubias de agua oxigenada, desprovistas de blindaje, en su wallhala climatizado de Washington, D.C., sin preocuparse de hecatombes y holocaustos, huérfanos y viudas de extramuros.
Totentanz alucinado de calaveras apocalípticas —que terminaría en un brindis por la Paz, como si nada—, impregnado de hedor de metales forjados para la muerte. Óxidos vacíos y sulfuros crepitantes, macerándose en los crisoles malditos de las abominaciones. Es el crimen pluralizado a las más altas cotas deci-bélicas con ruidos de truenos azufrados de cordita y tolueno.
Y ahora, participando como invitado de honor de orgiásticas danzas de guerra, el dios de los ladrones... y del ¿libre? comercio: Hermes, el veloz portador del caduceo; el cínico y trapacero Mercurio —del alado casco y la torva sonrisa de la usura— en su rol de gran estafador planetario.
Sumándose a la degradación ecológica de las Arcadias, se luce Venus-Ishtar, la gran ramera, que brindara su carne impura en Babilonia y en las lupanaria romanas; embriagada con vinos resinosos de haschich, nepenthe, soma y ambrosía, concursando para Miss Universo o Miss Playboy. También los sátiros de Pan —que si bien no son dioses puros, sino apenas mestizos mediáticos semi divinos— divierten a las divinidades y los sacian con su lujuriosa vitalidad, participando de la sagrada y dionisíaca danza sicalíptica. La alegría desenfrenada corre de boca en boca, de doncellas a efebos, provocando euforias de los Misterios Eleusinos. El llamado kikeon báquico (pan de centeno, contaminado con el hongo cornezuelo, similar al LSD) —comunión pagana del exaltar de los sentidos—, sazona las fiestas olimpianas de picante sensualidad, exoneradas de la Sagrada Culpa que sólo atormenta a los mortales y no envilece a los dioses.
Pero en la faz del Valle de Lágrimas subparadisíaco, la realidad se expresa bajo la bárbara espada del miedo. Mientras los dioses juegan y danzan, las parcas cosechan lo suyo con sus peones de siega, trastrocando las leyes biológicas, como lo comentara Erich María Remarque ("Sin novedad en el Frente"), afirmando que los padres deben enterrar a los hijos, contrariando a la naturaleza. Total, ya vendrán escribas, historiadores, filósofos, periodistas y otros notarios mentirosos que han de edulcorar atrocidades para el futuro. Siempre exaltando a héroes acartonados y glorias de oropel, empapeladas en libros inútiles como orejas de sordo.
Totentanz; la danza de las calaveras en su menos simbólica iconografía. Mies humana, segada en la más dulce juventud. Hasta los propios segadores son —a su vez— cosechados sin misericordia por las tropas negras de los imperios, ahora devotos de un tal Jesucristo, desprovisto de mano izquierda (sólo posee las manos derecha y la ultraderecha, según Pat Robertson, quien incitara al asesinato, mejor dicho: sacrificio propiciatorio, del presidente venezolano Hugo Chávez). La máquina no debe detenerse en pos de los buenos negocios, a trueque de las vidas descartables, hasta el postrer Göttendammerüng: el crepúsculo divino y la caída de los dioses al nadir de la ateología futura.
Los dioses, según sus apologistas, previenen explosiones demo-gráficas diezmando darwinianamente a los jóvenes, envejeciendo a los sobrevivientes y realizando sacrificios humanos al Moloch fenicio, al Baal cananeo, al Dagón filisteo, al Yahveh hebreo y al Mercurio neoyorkino. Y esto, sin omitir en tiempos pasados al Tezcatlipoca mesoamericano, al Lugh celta y al dios desconocido que, según cuentan los memoriosos, expía las culpas de los genocidas para fomentar la impunidad. Sólo que, a veces, el hambre fuera usado a guisa de cuchillo sacrificial y las ofrendas, reguladas por el FMI, a plazo fijo y porcentajes de estafa.
Si antes el dios judeocristiano —por interpósita persona de sus intermediarios fraudulentos, generalmente predicadores situados a la ultraderecha de dios padre y doctores en leyes canónicas incumplibles— pedía resignación, francamente ignominiosa, en nombre de cielos y paraísos escatológicos, ahora pide oportunidades de redistribución del hambre. Opta, aunque demasiado tarde, por los pobres, pero el poder de decidir lo poseen los ricos y opulentos. Y éstos, finalmente, son quienes proveen de carne de espada y cañón a las huestes divinas. Y se desangran los mortales para agradar a sus respectivos dioses con el holocausto infausto de la injusticia y la locura colectiva embarcada en guerras justas.
Las lúdicas danzas y simulacros de batallas celestiales, ocupan a los dioses el tiempo que les sobra, para solazar el tedio eternal que los abruma. A nosotros, los mortales, nos dan oportunidad de evolucionar a través del dolor, del miedo, de la amargura impotente de quien se sabe juguete de las potencias cósmicas, al garete de toda conmiseración y al margen de toda racionalidad.
—La guerra debe continuar —sentenciaron los Sabios de Iron Mountain, convocados por Rand Corporation y el presidente Kennedy en 1963—. De lo contrario el mundo detendrá su evolución para ingresar al caos.
—El progreso tecnológico de la humanidad se forja en las fraguas guerreras de Hefaistos Hecatombeón y con la lanza de Arés Polemikón No en el seno de Ceres o Pallas Athenai —dirá Henry Kissinger, otro emisario de Zeus Tonante, en Washington, D.C. ante el Senado.
—¡No queremos paz; no! —graznan los hechiceros de la guerra en sus aquelarres de jet-set, bajo el signo del Becerro de Oro y El Gran Sello.
—Mientras los elefantes pelean, la hierba queda pisoteada —gimen en Timor y Chechenia los civiles en la línea de fuego.
Totentanz; danza de las calaveras y siega periódica de vidas en acción. Como en toda danza, se precisan dos para hacer pareja, a veces más de dos: como en el amor, como en la guerra. Los dioses tienen todo el tiempo del universo para perderlo en sus danzas y juegos de guerra en que desangran a los humanos y otros mortales, que rinden pleitesía de sometimiento a aquéllos. La danza de los dioses es danza de vida o de muerte, lo que a éstos les resulta indiferente para su egolatría y perversión.
Un día de 1991, los aprendices de hechiceros de la guerra a bordo de la fragata norteamericana Vincennes, decidieron jugar su macabra danza disparando un misil de búsqueda infrarroja contra un avión de pasajeros iraní, en las aguas del Golfo Pérsico. Mas de cien pasajeros, ignorantes de las cosas de los dioses, fueron sacrificados para satisfacer la egolatría del Becerro de Oro. No hubo sobrevivientes, ni disculpas, por parte de los hechiceros, ni de los dioses. Sólo dijeron en su lacónico informe que lo confundieron con un caza hostil, pero que Alá los acogería en su seno, como lo mandan Las Escrituras.
Estos ejemplos ilustran cabalmente los juegos divinos que, según los augures y sacerdotes, arrastran a los mortales a su destrucción irracional, porque no se puede comprender los propósitos de los dioses —o de Dios, según los teólogos monoteístas—, ni auscultar en los sagrados misterios de lo trascendente y lo absoluto.
Muchos mortales tuvieron la osadía de desafiar a los dioses buscando, entre otras cosas, la inmortalidad. Algunos lo lograron, entre ellos Alexandros el Magno, quien despreciando su propia vida cortó de un tajo el nudo gordiano, para poder penetrar en el Asia a combatir a Ahura Mazda y Ahrimón arrebatándoles el dominio del imperio persa. Julio Cesar hubo desafiado a Lugh y Teuthates conquistando las Galias y la inmortalidad; por lo menos en las memorias de los mortales. A los dioses (y a sus agentes de marketing en la tierra), nada les sacia a plenitud; nada llena su hambre y sed de sacrificios de sangre, a menos que, buenamente y sin pataleos disidentes, sus comanditarios y sátrapas de este mundo terrenal esquilmen el diezmo de los creyentes. También la redistribución de la estupidez excitó los afanes lúdicos y dionisíacos de los dioses del dinero y el big business, ordenando a sus clérigos la contratación de talentosos creativos para mantener a los mortales en éxtasis. En el más imbécil de los estados de nirvana, en la más relajada de las posturas y en la más pasiva de las actitudes, a fin de no molestar a gobiernos y empresarios con demandas peligrosas o pensamientos de disidencia. Y esto divierte a los dioses también ¿por qué no? Recordad que los grandes dignatarios celestiales enviados a este planeta como embajadores, o por lo menos chambelanes divinos, han llevado una vida opulenta y desahogada, con pocas excepciones; señal de la Gracia, sin duda alguna. No se podría dudar de sus dones de Ungidos con el santo óleo de algún espíritu de luz. Por lo menos así lo proclamaban en vida en torno a la Santa Mesa.
Tomás de Torquemada, recibió la iluminada instrucción de quemar cuerpos de herejes para salvar sus almas. Esta Totentanz anti renacentista, costó miles de vidas, sacrificadas al Más Alto, aunque sus almas fueron salvadas de las llamas eternas (Por lo menos, no hubo reclamos en contrario).
En la mal llamada (pésimamente, diría) América Latina, millones de nativos pagaron su tributo de sangre, sudor y lágrimas, al dios crucificado extranjero... que vino a someterlos para salvarlos como bien saben. Totentanz, de cuatro a cinco siglos de duración, hasta que finalmente se llegara a la extinción total de los antiguos dueños de la Tierra Prometida, para gloria de las transnacionales bananeras y sus accionistas.
—¡Eretz Israel! —dirían los financistas de esta evangelizadora cruzada, sin sonrojarse ni dejar de guiñar a sus accionistas. Y la danza macabra proseguiría en Africa, Asia, Oceanía, Medio Oriente y en la propia Europa, cuna de muchos de los dioses más guerreros y terribles. E incluso de los más veleidosos e inestables.
Totentanz; göttentanz; el juego eterno de los dueños del destino y árbitros de la muerte, de los amos del Tiempo y el Espacio, contenido en el microcosmos aluvial del antiguo paraíso adámico. Nada los detiene. Sus teólogos, doctos impostores de la mitología deísta universal, seguirán embaucando a los mortales acerca de las delicias ultrasepulcrales que aguardan a los sumisos y mansos; a los pobres de espíritu y a los herederos del reino de la Gran Mentira, guerras, pestes, hambre y sacrificios mediante, con cíclicos apocalipsis. Muchos mortales han de seguir sucumbiendo todavía a la dudosa tentación de la bienaventuranza eterna y a las promesas de paraísos mahometanos o nirvanas de ultratumba.
Pocos son los ¿elegidos? que escaparán a esta sutil manipulación de los sacerdotes, pastores, rabinos, imanes y patriarcas. Muy pocos serán realmente libres y testigos escépticos de la macabra danza de dioses que arrasa la Tierra con cíclica regularidad y administrativa eficiencia. Y aún esos pocos, serán perseguidos por las nuevas inquisiciones, creadas para preservar la estupidez de la mayoría de los acólitos danzantes y fanáticos de la teogonía tanatofílica.
Los hombres seguirán matándose entre sí, mientras vivan sus dioses. La sangría ha de acabar solamente el día en que los mortales matasen a los dioses, sorprendiéndolos en medio de sus lúdicas y orgiásticas danzas. Y con ellos, a sus sacerdotes y hechiceros de la guerra que los acompañan en su eterna y atroz corte clerical de los milagros.
Y ese día, la especie humana se hará libre, si no inmortal, por haber, tras eras de desigual lucha, conquistado la Justicia.
Claro que, de no hacerlo y persistir los mortales en seguir sometidos por la desinformación, quizá para entonces no exista ya la humanidad, o termine esclavizada por las transnacionales, por los siglos de los siglos. ¿Amén?

II

La guerra en Cuba entre los criollos, españoles y los mambises se hallaba en stand-by, sin avances ni retrocesos en i897. El corresponsal y un dibujante destacados en el frente de lucha por la cadena Hearst encabezada por The New York Journal, aburridos y rascándose las picaduras de mosquitos y el sudor, enviaron un cable a su periódico:
AQUI NO HAY GUERRA STOP NO HAY NADA QUE DIBUJAR STOP ¿CUANDO REGRESAMOS? STOP.
El propio William Randolph Hearst respondió en la brevedad:
USTEDES PONGANME LOS DIBUJOS STOP QUE YO ME ENCARGARE DE PONER LA GUERRA STOP.

Pero avancemos un tantico, hacia la misteriosa explosión del acorazado norteamericano "Maine" en el puerto de La Habana, el 15 de febrero de 1898, que provocó la guerra contra España, y la despojara de sus territorios ultramarinos insulares: Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otros, además de naves de guerra e indemnizaciones en efectivo exigidas por el vencedor.
El Presidente de entonces, William McKinley pensó quizá que había valido la pena sacrificar doscientos sesenta y seis tripulantes de los trescientos cincuenta y cinco del buque, a cambio de tales ventajas geopolíticas. Razones de Estado, y está todo dicho. El desaforado grito de "Remember the Maine!" resonó de costa a costa, azuzado por los magos negros de la desinformación y el arrollador desembarco de los Rough Riders del inefable Teddy Roosevelt.
En la realidad, fue sólo cuestión de forzar el fuego de las viejas calderas, cerrando las válvulas de seguridad. El vetusto barco hizo explosión en su sala de máquinas, ignorando los marinos de a bordo lo que ocurría. Tan sólo la oficialidad (que estaba convenientemente a salvo en tierra), se hallaba al tanto del bluff, que no sería el primero ni el último incidente autoprovocado en busca de generosas ventajas geopolíticas, aunque la historia oficial lo niegue.
La cadena Hearst no fue tampoco la única en "ayudar" a provocar sospechosos incidentes y manipular información en pro de sus intereses (Es que las malas noticias venden más, y Hearst no era ajeno ni indiferente a tal premisa.). Tan sólo The Washington Post eficientemente administrado por la editora Katharine Myers-Graham, pudo haber sido la mosca en la sopa, al exigir idoneidad e integridad a su plantel desde la primera mitad del siglo pasado, aunque el propio Joseph Pulitzer (“The New York World”) era tan ético como su colega Hearst, si de manipular información escabrosa para vender se tratase. Mas tampoco el Post no es de fiar, ya que su actual director: Donald Graham es "socio" del Club de Bilderberg.
Es cierto que la opinión pública tiende a deificar o, al menos, a santificar a la prensa, especialmente en el primer mundo, otorgándole un aura de credibilidad en demasía. Mas no es menos cierto que el rótulo de "prensa independiente" es tan inexacto cuan inmerecido. Pueden existir periodistas independientes o ecuánimes, pero, por lo general la prensa, especialmente la de masas, está casada en matrimonio de conveniencias con las empresas que anuncian en sus páginas o con las administraciones políticas afines a sus intereses.
El caso del acorazado "Maine", ilustra cabalmente la política de las conveniencias, el terrorismo de Estado y la manipulación de la opinión pública en pro de la política de anexión geofágica, especialmente en los Estados Unidos. Durante la Guerra de Secesión, ambos bandos practicaron la piratería, la desinformación, el espionaje y todos los trucos que demanda cualquier guerra que se precie de tal. No iré a detallar pormenores que pueden ser rastreados en cualquier libro de historia no oficial o documentos ya desclasificados por inocuos; pero uno de los casos más repulsivos de la historia contemporánea, fue el del "Lusitania".
Este barco de línea mixta (carga y pasaje) transatlántica, de bandera inglesa, fue víctima (con su pasaje civil, además) de las turbias maquinaciones de la banca Morgan. Su hundimiento por torpedos alemanes en 1915, fue utilizado como pretexto para involucrar en la guerra europea al pueblo norteamericano, ignorante de las razones urgentes de la alta finanza en pro de sus lucros.
En 1906 y 1908, John Pierpont Morgan, contraviniendo a la ley que prohibía expresamente la exportación de capital (papel moneda y valores) y los monopolios, realizó sendos préstamos a Francia e Inglaterra (entre 12 a 15 millones de dólares). Al estallar la guerra en 1914, Morgan intentó convencer al presidente Woodrow Wilson de intervenir en una guerra lejana y ajena, tan sólo para proteger el capital invertido. Wilson, cuya plataforma política fue la neutralidad, denegó la intromisión norteamericana, aconsejado por su secretario de Estado adjunto William Jennings Bryan, quien abominaba las guerras y, en mayor medida, a las motivadas por intereses ajenos a la patria.
Ante las negativas, el banquero internacional abogó por el suministro de créditos en mercancías (lo que no contravenía a la ley Sherman), a sus aliados europeos. Wilson consintió en ello, con la venia del Congreso y Morgan se ocupó de negociar una partida de armas y municiones de algunas de sus empresas asociadas: Winchester Arms; Remington Arms y Union Metallic Cartridge, de Dodge, Illinois. para los británicos, a ser desembarcados en Belfast, Irlanda. El "Lusitania" fue el elegido para la noble tarea de transportarlas, sin advertir a los pasajeros que viajarían sobre un polvorín. Por otra parte, los agentes de Morgan avisaron discretamente al embajador alemán en México sobre el cargamento que transportaría el "Lusitania", y poco tardó éste en avisar a Unter den Linden, en Berlín. Por entonces, los Estados Unidos mantenían tirantes relaciones con México e intentaban imponer condiciones vergonzosas a Victoriano Huerta3, que al ser rechazadas por éste, motivó el bombardeo naval de Veracruz poco antes, el 21 de abril de 1914, con víctimas civiles y daños materiales.
El almirantazgo alemán declaró al "Lusitania" como objetivo militar y un submarino se encargó de enviarlo a pique en medio del Atlántico Norte en 1915. La opinión pública norteamericana, emotiva y a veces irracional, pidió la guerra... y la obtuvo. Naturalmente, los medios de prensa adictos a Morgan hicieron su parte para motivar a la ciudadanía, que hizo largas colas en los centros de reclutamiento de Tío Sam para viajar a Europa, y no precisamente a hacer turismo.
Desde la Revolución soviética, antes y durante la Guerra Fría, los medios de comunicación, dirigidos desde Washington, D.C. con mando a distancia, sembraron cizaña contra todo cuanto oliese a pensamiento de izquierdas o, simplemente alternativo, contribuyendo a sofocar cualquier conato de disidencia en toda la geografía de lo que creía su patio trasero, tal como hicieran los soviéticos en sus áreas de influencia, tras “la cortina de hierro”. Mas desde los días de la Revolución mexicana, la prensa norteamericana y la de sus aliados, dieron en satanizar las figuras de los caudillos agraristas: Pancho Villa y Emiliano Zapata, ambos asesinados por las logias de terratenientes ilustrados. Mas es casi seguro que alguien, desde el norte del Río Bravo, lo ordenó expresamente.
El caso de los anarquistas Niccola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, es otro producto de la manipulación informativa en los años locos de la Ley Seca, aunque es justo reconocer que ambos fueron absueltos ¡37 años después de su ejecución!
Ferdinand Lundberg describe con meticulosos detalles la venalidad de la prensa, de los políticos y de las transnacionales, en su trabajo de investigación "America's Sixty Families", acerca de las grandes fortunas contemporáneas, abarcando el período 1862 a 1937 (The Vanguard Press, Inc. 1937— The Citadel Press, New York, 1940). La editorial Palestra de Buenos Aires (1965), ha publicado la traducción de este libro en su colección Historia Viva, que recomiendo a los investigadores.
Pero la desinformación, aparentemente, estaba en todos los estamentos públicos y privados, pues los grandes intereses así lo exigían. Max Warburg, fundador del Council of Foreign Relations (CFR) en 1921, fue en su momento, con su hermano Paul Moritz Warburg uno de los creadores de la Federal Reserve y discípulo dilecto del ¿filósofo? Leo Strauss. Varios de los miembros del gobierno de los Estados Unidos, tienen un punto de vista común, ya que casi todos ellos fueron discípulos del filósofo alemán, que viviera en el país desde 1938, según el analista político William Pfaff, como sigue:
"Strauss creía que las verdades esenciales acerca de la sociedad y la historia humana debían ser mantenidas por una élite y no reveladas a quienes carecieran de la fortaleza suficiente para asumir la verdad. La sociedad necesita que le cuenten mentiras reconfortantes."
"Argüía que es demasiado difícil que el pueblo admita la verdad. Así pues, ha sido necesario mentir a las masas acerca de la naturaleza de la realidad política."
"Sin embargo, una élite reconoce la verdad y se la reserva para sí. Ello les proporciona una comprensión e, implícitamente, un poder que otros no poseen. Este es, obviamente, un elemento importante del atractivo de Strauss para los neoconservadores y liberales"
"En mi opinión, su elitismo plantea una racionalización de los principios de la viabilidad política y de las "mentiras necesarias" que deben contarse...".
Estos axiomas, si así pudiera llamárselos, han sido aplicados a rajatabla por las plutocracias y las elites económicas en el poder político que aspira a ser mundial.
Los laberínticos intereses de hogaño, casi todos vinculados al petróleo, armamentismo, finanzas, lavado de dinero, contrabando e industrias anexas, tienen misteriosas conexiones con inversores sauditas y los grupos operativos de inteligencia, que, finalmente, maquinan lo que debe filtrarse a la opinión pública y lo que debe silenciarse.
Las mentiras propaladas antes de la invasión a Irak, acerca de hipotéticas armas de destrucción masiva y otras zarandajas, no hacen sino corroborar los poco neutrales motivos de quien esto escribe. O el caso Valerie Plame, por ejemplo. Su esposo Joseph, quien siendo diplomático se negó a refrendar tales mentiras, fue destituido del servicio y Valerie Plame mencionada como agente de la CIA, lo que desató un escándalo y llevó a la periodista Judith Miller a la cárcel por violar la identidad de un miembro del servicio secreto y por negarse a revelar sus fuentes por ética profesional.
Finalmente, un oscuro secretario del vicepresidente Cheney, Lewis Scooter Libby, confesó ser el autor de la infidencia... por orden presidencial. Los hechos que menciono, por ser de reciente data están al alcance del lector y confirman la necesidad de que el público reciba información sincera. Y si la prensa la niega u oculta, debe buscarla por otros medios.
Los ataques de esa prensa contra el actual gobierno de Venezuela —por parte de los comanditarios de la democracia ab U.S.A.— son constantes y evidentemente interesados en tener otro Marcos Pérez Jiménez allí como sátrapa. Por ser de interés, estimado lector, en este trabajo citaré algunas referencias importantes sobre las opiniones de la intelectualidad norteamericana, en torno a la dudosa guerra de Bush contra el terrorismo, que realmente se iniciara mucho antes del 11-S, como veréis.
Norman Mailer, Noam Chomski, Susan Sontag, Michael Moore y muchos más, han criticado acremente la política "informativa" de los halcones del Pentágono, tendientes a crear confusión planetaria acerca de las reales intenciones de fagocitarse el planeta con todo lo clavado y plantado.
El prestigioso periódico alemán Welt am sonntag publicó un ácido comentario de Norman Mailer, donde éste sostenía que el pueblo norteamericano debe preguntar a su gobierno "por qué nos odian tanto", sugiriendo que el imperio está quitando a los pobres del mundo lo único que tienen: sus raíces (20-09-2001).
Richard Rorty, conocido filósofo norteamericano, aseveró que "cada vez que los Estados Unidos llevan adelante una guerra, los derechos civiles, los derechos ciudadanos frente al Estado se vieron y verán afectados. Pero en este caso, nos irá peor". El catedrático de Stanford, fue entrevistado por Die Zeit, prosiguiendo: "El machismo a lo John Wayne, que nos llevó a seguir matando inocentes en Vietnam, a sabiendas de que perderíamos esa guerra, sigue dominando la política de Washington". Por otra parte, puso en duda que se estuviera informando verazmente a la ciudadanía y al mundo, sugiriendo que "ellos tienen mucho que ocultar".
José Saramago, Susan Smith Nash, Susan Sontag, Darío Fó y muchos ilustres artistas, filósofos y pensadores del mundo, condenaron la irracionalidad del "ataque a los Estados Unidos", pero pidieron indagar en sus causas profundas, que obligan a los miserables a sacrificar sus vidas para devolverles golpe por golpe. Mas al mismo tiempo condenaron la desproporcionada reacción que provocó un genocidio de civiles, muchos de ellos niños de corta edad, como si hubiera que matarlos en la infancia para que no crezcan "terroristas".
Bastaban las ensangrentadas imágenes de estos niños para imaginar la barbarie de una autoproclamada superpotencia mundial y gendarme de la democracia, y sus ocultas motivaciones que en el futuro robarán el sueño a millones de seres, conscientes o no de la injusticia.
Darío Fó señalaba con estupor: "Mientras los títulos de las acciones perdían un diez por ciento en pocos minutos, los especuladores petroleros ganaban más de diez dólares por barril. Hasta el Euro, medio tambaleante con pasos de recién nacido, se irguió de pronto mientras los banqueros chupaban buenos decimales; decidiendo que nadie cerrase las bolsas, ni siquiera por respeto a los cadáveres aún frescos e insepultos. La bestia feroz del capitalismo hundía sus dientes en la carne de los muertos y fortunas luminosas se constituyeron en pocas horas. No hay de qué sorprenderse. Los grandes especuladores chapotean dentro de una economía que mata cada año millones de niños y adultos en la miseria. ¿Qué quieren que sean los miles de muertos de New York? ¿Mercancía ideológica?".
Continuaba diciendo el Premio Nobel Darío Fó:
"Esas muertes hacen inmensamente felices a aquellos que han hecho millonarias ganancias con los miles de muertos, en pocas horas, especulando sobre el precio del petróleo y las armas, y brindando alegremente los jefes del terrorismo, ebrios de felicidad con generales y almirantes, cansados de esta paz rastrera que amenaza cada día a los accionistas de los fabricantes de bombas y minas antihombre. Total, mañana los cazabombarderos descargarán su muerte sobre aldeas inermes con la excusa de castigar a los culpables; mientras los lobbies de las hienas empujarán para dignificar los gastos militares, aún sabiendo que las modernas tecnologías impiden que ni siquiera los ricos se sientan seguros en sus blindadas madrigueras".
Y terminaba proponiendo una receta concreta: "Saquemos nuestro dinero de sus bancos, que financian la venta de armas; quitemos nuestros ahorros de la economía del dolor; dejemos de comprar carburantes Esso y Shell, y los productos Nestlé y la chatarra MacDonald’s. Convirtamos nuestros autos a gas y pongamos nuestros ahorros en inversiones éticas. Abandonemos los seguros conectados al sistema de La Muerte. No compremos zapatos de quienes usan niños esclavos en sus fábricas; no comamos alimentos contaminados con la química, que también produce altos explosivos, ni seamos esclavos de las marcas. La locomotora del capitalismo salvaje apunta hacia la guerra y la destrucción del planeta. La única posibilidad es cortarles el carburante con que alimentan su caldera enseguida. Mañana será tarde".
Por considerar de interès, reproduzco in extenso esta carta, bastante explícita por cierto, de un ex militar norteamericano quien, tras retornar a la vida civil y hacerse sacerdote católico, pudo entender lo que significaba la política de su gobierno:

Carta Del Obispo de Florida, Robert Bowan *
(United Catholic Church, Melbourne Beach, Fl)
14 de setiembre del 2002.
Sr. Presidente:

Cuente la verdad al pueblo, Sr. Presidente, sobre el terrorismo. Si los mitos acerca del terrorismo no son destruidos, entonces le amenaza continuará hasta destruirnos por completo.
La verdad es que ninguna de nuestras millares de armas nucleares puede protegernos de esa amenaza. Ni el sistema de "guerra en las estrellas" —no importa cuán técnicamente avanzado sea ni cuantos trillones de dólares se hayan gastado en él—, podrá protegernos de un arma nuclear traída en un barco, avión o auto alquilado. Ni siquiera ningún arma de nuestro vasto arsenal, ni siquiera un centavo de los U$S 270.000.000.000.000 (sí, esos mismos doscientos setenta billones de dólares) gastados por año en el llamado "sistema de defensa" puede evitar una bomba terrorista; esto es un hecho militar.
Como teniente general retirado y frecuente conferencista en asuntos de seguridad nacional, siempre cito el salmo 33: "Un rey no está a salvo por su enorme ejército, así como un guerrero no está a salvo por su enorme fuerza". La reacción obvia es: "¿Entonces, qué podemos hacer? ¿No existe nada que podamos hacer para garantizar la seguridad de nuestro pueblo?".
Existe. Pero para entender eso, precisamos saber la verdad sobre la amenaza.
Sr. Presidente, Ud. no contó al pueblo americano la verdad sobre por qué somos el blanco del terrorismo, cuando explicó por qué bombardearíamos Afganistán y Sudán. Ud. dijo que somos blanco del terrorismo porque defendemos la democracia, libertad y los derechos humanos del mundo.
¡Qué absurdo, Sr. Presidente!
Somos blanco de los terroristas porque en la mayor parte del mundo nuestro gobierno defendió la dictadura, la esclavitud y la explotación humana.
Somos blanco de los terroristas porque somos odiados. Y somos odiados porque nuestro gobierno ha hecho cosas odiosas. ¿En cuántos países agentes de nuestro gobierno depusieron líderes popularmente elegidos, sustituyéndolos por dictadores militares, marionetas deseosas de vender su propio pueblo a corporaciones norteamericanas multinacionales? Hicimos eso en Irán (1952) cuando los marines y la CIA derrocaron a Mossadegh porque él tenía la intención de nacionalizar el petróleo. Y lo sustituimos por el Shah Reza Pahlevi y armamos, entrenamos y pagamos a su odiada guardia nacional —la Savak— que esclavizó y embruteció el pueblo iraní, para proteger el interés financiero de nuestras compañías de petróleo. Después de eso, ¿será difícil de imaginar que existan en Irán personas que nos odien?
Hicimos eso en Chile, hicimos lo mismo en Vietnam, mas recientemente intentamos hacerlo en Irak. Y claro, cuántas veces hicimos eso en Nicaragua y otras repúblicas de América Latina.
Una vez tras de otra, hemos destituido líderes populares, que deseaban que las riquezas de su tierra fueran repartidas entre el pueblo que las generó. Nosotros los reemplazamos por tiranos asesinos, que venderían a su propio pueblo para que, mediante el pago de abultadas propinas con que engordar sus cuentas particulares, las riquezas de su tierra pudieran ser tomadas por la Domino Sugar, la United Fruit Company, la Folgers, y por ahí va todo.
En cada país, nuestro gobierno obstruyó la democracia, sofocó la libertad y pisoteó los derechos humanos. Es por eso que somos odiados en todo el mundo.
Es por eso que somos el blanco de los terroristas.
El pueblo de Canadá disfruta de la democracia, la libertad y los derechos humanos, así como Noruega y Suecia. ¿Ud. escuchó hablar de embajadas canadienses noruegas o suecas siendo bombardeadas?
Nosotros no somos odiados porque practicamos la democracia, la libertad o los derechos humanos. Somos odiados porque nuestro gobierno niega esas cosas a los pueblos de los países de tercer mundo, cuyos recursos son codiciados por nuestras corporaciones multinacionales.
Ese odio que sembramos se volvió en contra nuestra para asombrarnos, en forma de terrorismo y en el futuro, terrorismo nuclear. Una vez dicha la verdad sobre por qué existe la amenaza y una vez entendida, la solución se torna obvia.
Nosotros necesitamos cambiar nuestras costumbres. Liberémonos de nuestras armas nucleares (unilateralmente si es posible) y mejorará nuestra seguridad. Alterando drásticamente nuestra politica exterior, la asegurará.
En lugar de mandar a nuestros hijos e hijas a todo el mundo, para matar árabes de modo que podamos tener el petróleo que existe debajo de sus arenas, deberíamos mandarlos para que reconstruyan sus infraestructuras, proveerlos de agua limpia y alimentar a sus niños hambrientos.
En vez de continuar matando diariamente a millares de niños iraquíes con nuestras sanciones económicas, deberíamos ayudar a los iraquíes a reconstruir sus usinas eléctricas, sus estaciones de tratamiento de agua, sus hospitales, y todas las otras cosas que destruimos y les impedimos reconstruir con sanciones económicas.
En lugar de entrenar terroristas y escuadrones de la muerte, deberíamos cerrar la Escuela de la Américas para siempre.
En vez de sostener las revueltas, la desestabilización, el asesinato y el terror alrededor del mundo, deberíamos abolir la CIA y dar el dinero que ella gasta a agencias de asistencia.
Resumiendo, deberíamos ser buenos en lugar de malos, y de serlo, ¿quién iría a intentar detenernos? ¿Quién nos iría a odiar? ¿Quién nos iría a querer bombardear?
Esa es la verdad, Sr. Presidente. Eso es lo que el pueblo norteamericano precisa escuchar.

* Robert Bowan, ex general de la USAF, con 101 misiones de vuelo de combate
en Vietnam, es actualmente obispo católico de Florida, tras retirarse del servicio.


El periodista de investigación norteamericano Craigh Unger, ha denunciado en un sesudo y documentado libro ("Los Bush y los Saud") las relaciones de casi concubinato entre los clanes más poderosos de los Estados Unidos (la numerosa familia Bush, Frank Carlucci, Richard Cheney, James Baker, Paul Wolfowitz, Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice y otros que lo rodean), con los adinerados sauditas. Especialmente con miembros de la corrupta familia real y del Binladin Group4 . Es escandalosamente evidente que la prensa doméstica en los Estados Unidos, está también vinculada a los grupos de poder económico. No tanto por lo que dicen en sus páginas, sino por lo que callan, ocultan o, en el mejor de los casos, se limitan a desmentir o distorsionar. También en el imperio de la libre expresión esconden basura bajo la alfombra.
Algunos periodistas de la llamada "prensa alternativa", como el español Bruno Cardeñosa o el francés Thierry Meyssan, de la Red Voltaire, no han vacilado en poner en duda los informes oficiales en torno al 11-S. Y hasta me atrevería a aseverar, sin temor a equivocarme, que los verdaderos autores de dichos atentados, no son ajenos al poder político, económico y militar norteamericano. Existen numerosas evidencias que desvinculan a los supuestos terroristas islamicos y, en cambio, apuntan a los "iniciados", que tanto el FBI como la prensa, fueron dispensados de investigar cuanto se ha ocultado en nombre de la "seguridad nacional" (¿No os suena conocido este rótulo?).
Es bueno refrescarse la memoria dentro de los tejemanejes de la historia contemporánea, para tener los sentidos en alerta roja, ante un proyecto totalitario en cierne que, con el eufemístico nombre de "globalización" intenta someter a las naciones más débiles a su órbita. Una de las armas, es la diplomacia del dólar o, como la llama Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, la sobornización de los líderes políticos. Las armas militares de tecnología punta, ya las conocemos a través de las asépticas transmisiones de CNN y sus "guerras Disney" en vivo, con mucha pirotecnia y poca efusión sanguínea, e incluso "aptas para menores".
Pero la más incisiva y diabólica de sus armas, si cabe el término, es la desinformación y la ocultación de la verdad. En capítulos posteriores, desglosaré algunos hechos recientes que intentan ocultar acerca de los atentados del 11-S y que remiten nuevamente al autoatentado del "Maine".
Evidentemente, para los halcones (exculpo de esto al pueblo norteamericano, más responsable de ignorancia supina que de mala fe) existen los "buenos" y los "malos, como en películas del oeste de clase C. Los primeros, son quienes acogen con sonrisas las imposiciones unilaterales de tratados de libre comercio y políticas de Estado afines a sus intereses y a los de sus transnacionales, devoradoras de recursos. Los segundos, son gobiernos poco renuentes a aceptar de buen grado sus leoninas imposiciones y firmemente reluctantes a renunciar, total o parcialmente, a su soberanía. Entrambos, coexisten los llamados "no alineados" o eufemísticamente, los café-con-leche, que, si bien no son gravitantes en la política mundial, buscan pactos con dios y el diablo para subsistir. De éstos últimos no vale la pena ocuparse en detalle, aunque justo es mencionarlo; son gobiernos moderados de izquierdas, como el de Chile, que no ha dudado de incorporarse al ALCA, para no ser avasallados como en 1973. Y no los culpo de ello. Es difícil negarse abiertamente, siendo o sintiéndose sardina, a las demandas del tiburón.
Entre los "malos", se cuentan Corea del Norte, Libia, Irán, Cuba, Venezuela Bolivariana, Yemen del Sur, Marruecos, Argelia, República Democrática del Congo y pocos más, que aún no inclinan la cerviz a los intereses y angurria de las transnacionales primermundistas y la Gran Usura. También están en lista negra las naciones que suscribieron el Tratado de Roma sobre crímenes de guerra, genocidio y vinculante a la Corte Penal Internacional, pues el emperador no admite que sus legionarios puedan ser juzgados en territorio extranjero por excederse —digamos, eufemísticamente—, en su deber sagrado de luchar contra el terrorismo con armas no del todo limpias. Tampoco el tratado de Kyoto sobre calentamiento global y emisión exagerada de gases de invernadero, goza de las simpatías del nuevo César tejano.
El ex embajador en Paraguay, John Keane, quiso presionar al gobierno para adherir a un tratado bilateral que exonerase a las tropas de Estados Unidos del engorroso trámite de la Corte Penal Internacional, pero curiosamente, el presidente Nicanor Duarte no lo hizo, alegando que adhería al Tratado de Roma y ya estaba ratificado por el Congreso Nacional.
Keane debió tragarse el sapo y no insistir demasiado. Tampoco Paraguay accedió a enviar contingentes militares a la guerra de Irak, por razones obvias, que la España de la aznaridad las conocen muy bien. A pesar de ello, aún mi país sostiene relaciones con Estados Unidos; pero está condicionado por el Mercosur a no firmar tratados bilaterales de extrazona.
De todos modos, el senado paraguayo concedió inmunidad a las tropas de ocupación norteamericanas en el Paraguay por presión de Donald Rumsfeld (2005) a través del procónsul imperial, John Keane.
Mas tampoco el formar parte de algún "bloque" regional de cualquier índole es un escudo o siquiera paraguas, para reducir la penetración de intereses exógenos en un país determinado. Paraguay, pese a su relativa pequeñez y exigüidad geográfica, tiene una posición estratégica en el centro de América del Sur. También está sujeto a sospecha de poseer petróleo y gas natural, además de uranio y otros minerales codiciados. Pero el Acuìfero Guaraní no es una sospecha sino una convicción.
Una oscura empresa, cuyo presupuesto anual es de 160.000.000 de dólares (un contrato vitalicio con la secretaría de Defensa): Rand Corporation, tiene como oficio la prevención estratégica de situaciones de riesgo, esto es, a largo plazo, de los problemas derivados de futuras guerras, armas devastadoras, escasez de recursos y anexos. Fundada a fines de la década de los cuarenta, ha operado como una suerte de oráculo high-tech del gobierno de los Estados Unidos. Especialmente en geopolítica y asuntos militares. La Rand ya ha previsto la futura escasez de petróleo y otros combustibles fósiles para el 2080, por lo que la conquista de recursos es prioritaria para las transnacionales de la carroña de dinosaurios y otras fuentes de energía no renovables.
Mas también el agua será un recurso estratégico que, si bien es renovable o no escasa a corto o largo plazo, sí es degradable. Sea por contaminación u otras causas. Es cierto que el agua puede ser tratada o depurada, pero los costes son onerosos aún para los ricos.
En muchos países sudamericanos, no afectados aún por altos impactos ambientales, como el Paraguay, todavía es posible beber agua de los grifos públicos (aunque el agua corriente es inaccesible a un gran porcentaje de la población rural, las fuentes naturales son limpias). En las ciudades primermundistas, el agua de beber se vende envasada al público, por razones obvias, ya que las aguas superficiales están poluidas. La ventaja del Acuífero Guaraní, según el ahora presidente del Banco Mundial, el halcón Paul Wolfowitz, es que no requiere de tratamiento, filtrado ni esterilización. Es potable desde las fuentes, pura y con alto contenido de minerales benéficos... y además, codiciable.
De seguro las multinacionales de servicios intentarán imponer una privatización de dicho recurso natural, para manejar un mercado cautivo con empresas monopólicas. Hay que estar informados sobre el particular, no fuese que nuestro futuro sea sediento y sin ozono, por no poder pagarlos.

III

¿A quiénes se los denomina "iniciados", en la jerga bursátil de los brokers ? Es una figura que está penada por la ley norteamericana, y se refiere a quienes utilizan información privilegiada para lucrar con inversiones bursátiles (Acciones y Valores). Tanto para las ofertas de venta (put options), como las de compra (stock options). Tampoco la prensa habla mucho de ello, ya que el FBI y otros organismos, han vedado cualquier investigación al respecto de los movimientos bursátiles que han tenido lugar poco antes del 11-S.
Muchas empresas vinculadas a tales hechos, como las que tenían su sede en las Torres Gemelas (World Trade Center) y en el WTC 7, llamado Torre Salomón, contiguo a las anteriores, experimentaron ofertas de venta de sus acciones, las que tras los atentados... cotizaron en baja. También “American Airlines” y “United”, cuyos aviones fueron destruidos en los ataques, cotizaron a pérdida tras el 11-S. Quienes vendieron las acciones días antes, tuvieron ganancias netas de casi 2 mil millones de dólares. Por el otro lado, empresas que antes del 11-S cotizaban en baja, como Chevron-Texaco, Unocal, Halliburton, Harken Energy, Zapata Oil, Enron, BP-Amoco, Carlyle Group, Raytheon, Rand Corporation y otras, vinculadas al clan Bush y su gabinete, repuntaron tras el 11-S beneficiando a los compradores de sus acciones en varios millardos de dólares. Todos los vinculados a las misteriosas transacciones eran, evidentemente "insiders" (Los que están “adentro” del aparato del poder) que sabían lo que iba a pasar, actuando en consecuencia.
La empresa alemana Convar, experta en rescate de información de discos duros dañados, trató de hurgar en las ruinas del complejo WTC, durante los trabajos de limpieza, pero no sabremos de inmediato los resultados de la búsqueda de agujas en pajares de cemento. Las pruebas contra los misteriosos insiders, quizá hayan desaparecido entre las pavesas del WTC 7, misteriosamente derrumbado, ese mismo día a eso de las cinco de la tarde, tras un más que sospechoso incendio y explosión en los pisos 3, 9 y 10, casualmente alquilados por la CIA. También la Comisión de Valores de los Estados Unidos se negó a proseguir con las investigaciones, que podrían dar con los beneficiarios de esas operaciones bursátiles de ciencia-ficción.
La norma, cuando se está ante hechos criminales de esta naturaleza, es buscar a quiénes benefician. Es sólo seguir la pista del dinero y a qué manos fue a parar. Esta norma fue violada por las agencias de seguridad, brindando impunidad a los cerebros ocultos que estarían detrás de los atentados del 11-S, que no fueron precisamente fundamentalistas islámicos. La película de Michael Moore "Fahrenheit 9-11", basada justamente en el libro de Craigh Unger, sugiere que, si el poder político norteamericano se niega a transparentar información, es que tiene mucho que ocultar.
Sin embargo, la desmedida represalia contra Afganistán, afectó a a niños, ancianos, mujeres y no a presuntos terroristas. Los ahora cautivos en Guantánamo, nunca han estado en los Estados Unidos, y sin embargo están ¿encausados? bajo la ley marcial, torturados al límite y sin posibilidad alguna de juicio legal o defensa. ¿Esa es la democracia delictiva de “Insiders” que pretende imponerse en el planeta? Pero hay más.
¿Qué se hizo del vuelo 77 que, supuestamente, impactó en el Pentágono? No hay, en miles de fotos tomadas a minutos del hecho, evidencias de un choque aéreo contra el edificio más protegido del mundo. Los rastros dejados en la fachada no corresponden a un avión Boeing 757 de más de cien toneladas de peso. Tampoco quedaron restos de alas, cola, tren de aterrizaje ni nada parecido en el lugar. Según quienes estuvieron por las cercanías, no vieron avión alguno por allí, sino apenas un aparato pequeño, veloz y ¡muy maniobrable! El rastro GPS del aparato, que hizo un giro de 270 grados antes de impactar, tampoco corresponde a un avión de gran porte, lo que deja en off-side las versiones oficiales.
Además, alrededor del edificio existen altos postes lumìnicos (una autopista pasa a pocos metros de allí), árboles y otros obstáculos que desguazarían a una aeronave grande, antes de alcanzar el objetivo. Ningún avión alcanzaría siquiera, a esa altura, a tocar la fachada. Recuérdese que el impacto se dio entre la primera y segunda planta, a menos de 3 metros de altura sobre el suelo, dejando intactos postes, árboles y al helipuerto cercano, situado a menos de veinte metros de allí.
El ancho de fuselaje de un 757 es de 2,68 mts. Sin embargo, el boquete de la fachada tiene menos de dos metros, lo que imposibilita la credibilidad de la versión oficial.
Al ser desconectado el transponder de un avión secuestrado, éste emite una señal hostil, la cual accionaría las alarmas del edificio y varias baterías de misiles antiaéreos, listos contra cualquier intento de agresión. ¿Eso significaría que fue consentido el ataque? ¿Y por quiénes? Todo apunta a la presencia de un misil crucero del tipo "Tomahawk", ya que no hubo deflagración de combustible jet-fuel, sino una explosión que ¡ni siquiera dañó los cristales de las ventanas a su alrededor! Pareciera cosa de magia, ya que, justamente el área afectada por la explosión (se descarta la hipótesis de pilotos suicidas), se hallaba en remodelación y albergaba documentos próximos a desclasificarse, sobre las guerras sucias, intervenciones durante la Guerra Fría en América Latina, incluyendo al Plan Cóndor y otras pruebas contra la CIA y el State Department. Ahora, los responsables quizá podrán dormir tranquilos, aunque lo dudo.
El Boeing 757 de American, del vuelo 77 Newark-Los Ángeles, sigue en la nebulosa, ya que ningún resto humano lo atestigua. Hay quienes afirman que el dichoso vuelo 77 aterrizó en el cercano aeropuerto Reagan de Virginia, uno de los que por más tiempo cancelaron vuelos desde el 11-S, y un pepino teleguiado de crucero terminó la faena. Cosas veredes, amable lector.
Pero hay más, bastante más al respecto.

¿Las Torres Gemelas se derrumbaron a causa del impacto de los aviones? ¿Bastaría el calor de un combustible como el keroseno (700 grados Celsius, aproximadamente) para fundir o debilitar el acero de las estructuras de las torres? ¿Pudieron pilotos con apenas pocas horas de instrucción hacerse de aviones que requieren alta especialización y al menos dos mil horas de vuelo y, sobre todo, realizar esas maniobras de precisión manualmente? ¿Sabía usted, que, de los diecinueve aeropiratas suicidas, cuyas fotos y datos fueron publicitados por el FBI, 8 de ellos aún viven en Egipto, Emiratos Árabes y Marruecos, entre ellos Mohamed Atta, supuesto piloto del Vuelo 11, y varios nunca estuvieron en los Estados Unidos? El propio embajador saudí, príncipe Bandar Ben Sultán, dio cinco nombres de supuestos terroristas que aún vivían y ni siquiera conocían los Estados Unidos. La desinformación sigue su curso y seguirá... hasta tropezar alguna vez con la verdad.
Una foto infrarroja satelital muestra una zona emisora de calor en donde estuvieran los cimientos de las torres antes de su caída, lo que indicaría la presencia de una explosión interna que pudo demoler los edificios. Probablemente, con suficiente antelación se prepararía a las Torres Gemelas, con una hábil siembra de explosivos C-4 en sus estructuras y cimientos. Uno de los bomberos sobrevivientes, declaró a la prensa haber "olido" el aroma picante y dulzón de explosivos plásticos poco antes del desplome, salvándose por poco de la lluvia de escombros. Posteriormente, por presiones de la FEMA (Federal Emergency Management Agency) y del FBI, debió desdecirse y adherir a la versión oficial, que apuntó hacia Osama Ben Laden y anónimos pastores de camellos y cabras, de la desértica y lejana Afganistán.
Excepto algunos intelectuales norteamericanos, que buscaban la verdad, las poderosas cadenas mediáticas se empeñaron en confundir y desinformar, bajo las órdenes superiores del PATRIOTIC ACT de George Walker Bush; Dubya para sus íntimos, Widiot para los demás.
De acuerdo al testimonio de pilotos profesionales, con categoría de 22.000 horas de vuelo, realizar las maniobras de impacto, como las efectuadas, no están al alcance de aprendices de vuelo en avionetas, y ni siquiera de veteranos de menos de cuatro mil horas al mando de aeronaves de gran porte.
Pero existe una manera de hacerlo con precisión ¡sin ayuda alguna de pilotos! Con asistencia guiada desde tierra, por medio de radiobalizas, como las utilizadas para el aterrizaje en los aeropuertos. Bastaría con tener un par de tales artilugios operados desde los edificios (automáticamente, se entiende o con mando a distancia), para atraer a los aviones con una precisión de centímetros hacia los blancos elegidos.
Esta posibilidad fue atestiguada por dos radioaficionados que, quince minutos antes de los impactos, notaron señales anómalas que interfirieron las emisiones de TV de las antenas de los edificios (La torre norte del WTC tenía una estación transmisora). Por supuesto, los radioaficionados debieron ocultar su identidad ante las amenazas de las agencias de ¿seguridad? que hicieron lo imposible por silenciar a todo testigo calificado que contradijera la versión oficial. Y ésta, era que los Estados Unidos sufrieron el peor ataque terrorista de su historia, desde Pearl Harbor, bajo la batuta de Al Qaida y Osama Ben Laden.
La sospechosa evacuación de ciudadanos saudíes, incluyendo a familiares de Osama Ben Laden, cuando aún regía la veda de vuelos, testimoniada por dos agentes del FBI, nos da la pauta de hasta dónde puede llegar la hipocresía de los halcones. Pero hay más.
Tras los atentados, un grupo de estudiantes saudíes, fueron llevados en un avión privado, desde Tampa, Florida, hasta Lexington, Kentucky. Allí abordarían un jet privado Boeing 727 que los llevaría, con otros árabes a su país ¡Pese a la interdicción de vuelos en todos los aeropuertos norteamericanos! Pero lo más asombroso es que el avión que llevó al grupo desde Tampa, pertenecía a la empresa Raytheon.
En mi novela "Razones de Estado" (publicada por CRITERIO Ediciones, Asunción 2005, aunque fuera escrita tres años antes), una ficción sobre hechos actuales, los protagonistas investigan acerca de estas pistas, extraoficialmente, buscando las motivaciones e intereses envueltos en una presunta conspiración. También sugiere la hipótesis de que el aeroplano que se estrelló en Pennsylvania, estaba destinado a destruir el Capitolio, con el objeto de descabezar el poder político, ya que el Congreso es el único freno a las ambiciones hegemónicas de los halcones. Al ser aniquilado el poder político, entraría a regir un gobierno de facto —una suerte de criptocracia o, como lo llamara Ronald Reagan: shadow government—, manejado por la FEMA y bajo ley marcial, conculcando de paso todos los derechos civiles, para convertir a una república en dictadura “blanca”. Tal la presunción sostenida por los protagonistas de "Razones de Estado" una suerte de ucronía, no muy alejada de alevosas realidades.
El príncipe Bandar Ben Sultán, embajador vitalicio de Arabia Saudí en los Estados Unidos, habría colaborado sin duda en el affaire. Entre otras cosas, dando documentos falsos de identidad a los supuestos pilotos suicidas, aunque ya hay sospechas, en relación a lo comentado en párrafos anteriores, de que no fueron pilotos aficionados ni la voluntad omnímoda de Alá, la que llevó a los fatídicos aviones a su cita con la muerte, sino ingenieros de la empresa Raytheon, especialistas en guerra electrónica y vuelos sin piloto. Hay otro dato importante que se le escurrió a los "investigadores" federales. Siete trabajadores altamente calificados de Raytheon, asignados a “proyectos negros” para la defensa, perecieron el 11 de setiembre. Tres de ellos, en el vuelo 11, que impactó, como dije, en la torre norte. Eran éstos: Peter Gray (56 años), vicepresidente de operaciones electrónicas; David Kovalcin (42 años), ingeniero mecánico de la misma división y Kenneth Waldie (46 años), ingeniero adscripto al mismo departamento, todos ellos, especialistas en mando a distancia y responsables del "Global Hawk Project". ¿Qué hacían allí? Otro viajaba en el vuelo 175 que impactó en la torre sur: Hubert Homer (48 años), un ingeniero electrónico responsable del HAARP Project, una suerte de mago negro de la electrónica. En el vuelo 77 que despegó de Dulles, Virginia a Los Angeles, (que presuntamente impactó en el Pentágono), viajaba Steve Hall (68 años) director de Programaciones de Guerra Electrónica. Otros dos cuyos nombres no figuraban en listas de vuelos, aparentemente estaban probando artefactos electrónicos dentro de las torres y quizá no fueron notificados de lo que se preparaba. ¿Casualidad? Lo cierto es que ninguno de los que viajaban a Los Angeles, tenía algo que hacer allí, y tampoco la Raytheon los comisionó. Dos de ellos salieron de Boston (Logan Airport), con minutos de diferencia, del mismo aeropuerto en diferentes aviones. ¿Por qué no sacaron billetes en el mismo vuelo, si ambos aparatos iban con escasos pasajeros al mismo destino? Misterio de misterios.
La hermana de uno de ellos, Jane Waldie, dijo que su hermano Kenneth trabajaba en uno de los "proyectos negros" para la Secretaría de Defensa, vinculados al avión "Global Hawk". Este aeroplano es capaz de volar a grandes distancias sin piloto y hasta de dar la vuelta al mundo con apenas dos reabastecimientos. Además colaboraba en el Proyecto Home Run para el teleguiado de misiles y mejora de sus prestaciones y precisión. Su nombre clave era ¡9—11! Y siguen las casualidades. Más que sugerentemente sospechosas casualidades.

IV

¿Quién es Osama Ben Laden, el hombre más buscado del mundo? La desinformación ordenada desde Washington, D.C. le dio una fama, si no inmerecida, casi satánica y orillando en lo macabro.
Pero hubo un tiempo en que la familia Bush estaba unida por lazos gordianos con el clan Binladín, encabezado por Salem y Yeslam Ben Laden, quienes hicieron jugosas inversiones en conjunto con los millonarios tejanos de petróleo, entre los años 70 a los 90.
El patriarca de la familia Ben Laden: Muhammhad, era un inmigrante yemení que, tras recalar en Arabia Saudita en busca de oportunidades (aproximadamente en los años 48), trabajó en múltiples actividades y su creatividad y tesón lo llevaron a convertirse en un magnate de la construcción. Fue así que se hizo amigo del monarca y acabó por construirle un suntuoso palacio, con todo y rampas para la silla de ruedas del rey Fahd Ibn Saud, ya anciano y enfermo por entonces. El príncipe Adullah Ibn Saud ejercía la regencia, aunque oficialmente el rey tomaba las decisiones de Estado.
Muhammhad Ben Laden tuvo más de cincuenta hijos, de los cuales, Osama es el decimoséptimo. Falleció en 1963 al estrellarse su avión particular en las montañas, de su país adoptivo. Le sucedió su hijo mayor: Salem, quien dirigió la fortuna familiar hacia el petróleo, sin dejar de lado lo otro. A partir de los años setenta, el Binladin Group sienta sus reales en los Estados Unidos, asesorado por un abogado de la familia Bush y alto funcionario del Departamento de Estado: James Baker III, un tejano simpático de casi dos metros de enjuta humanidad, aunque de moral algo "pragmàtica" y flexible.
El Binladin Group contruyó en Houston, Texas, bancos y otros edificios suntuosos, capitalizando además a las anémicas empresas fundadas por el joven G.W.B. y que éste no supo administrar: Arbusto Energy y Harken Energy (Arbusto es Bush en castellano). Salem Ben Laden hizo buenas migas con George Bush Senior, entonces director de la CIA y futuro sucesor de Ronald Reagan. A través del BCCI (Banco Internacional de Crédito y Comercio), un banco saudita algo heterodoxo, propiedad del yemení Khaled Ben Maffouz —lavador de dinero sucio y financista de aventureros, de traficantes de armas, como Monser Al Kassar y Adnan Khashoggi. Salem hizo buenos negocios financieros, especialmente en el ramo de las construcciones, petróleo y armas con James Baker y Frank Carlucci. Proveer de guadañas a los peones de siega de la Muerte, es uno de los negocios más rentables del mundo, hoy por hoy.
Salem Ben Laden murió en un sospechoso accidente, tras la firma de un acuerdo con los Bush sobre provisión de crudo por diez años, a precio inferior al de la OPEP. A poco de despegar su avión de una de las bases petroleras de Texas —propiedad de George Herbert Walker Bush—, su avión privado se estrelló. Nadie pensaría en un sabotaje, ni nada parecido, pero todas las miradas de los Ben Laden apuntaron hacia GHWB con insistencia.
Durante la indecisa guerra del Golfo entre Irán e Irak, entró en escena Frank Carlucci, quien como proveedor de armamento del Carlyle Group, abasteció los arsenales del Real Ejército Saudí. Además, el Carlyle Group entrenó a la Guardia Real como tropas de élite, tras la guerra del Golfo contra Irak en los años noventa. Carlucci también era socio del inefable James Baker y asesorado por el bufete Baker-Botts en sus negocios con BCCI.
La prensa norteamericana, si conocía estos entresijos entre los islamitas saudíes y los millonarios del clan Bush y sus adláteres, los ocultó bastante bien. Muy pocos ciudadanos estaban al tanto de la magnitud de los negocios —no todos ellos éticos y menos aún legales— de la aristocrática familia de Nueva Inglaterra, que no desdeñaba el narcotráfico con la Cosa Nostra si las ganancias lo ameritaban.
Tras la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, en la que Osama tuvo protagonismo clave como caudillo de los guerrilleros muhaidines... y agente al servicio de la CIA, el enigmático líder decidió hostigar a los Estados Unidos por lo que consideraba una sacrílega ocupación de la Tierra Santa de Allah. Es decir: Arabia Saudita, utilizada como base para atacar a Irak cuando Saddam Hussein invadió a Kuwait.
No tardó en dar sendos golpes. Se lo relacionó con dos graves atentados a embajadas norteamericanas en Dar Es Salaam, Tanzania y en Nairobi, Kenia, ambos efectuados en simultáneo, el 7 de agosto de 1998, con atentados dinamiteros que le atribuyó la CIA, aunque nunca pudieron comprobar la autoría del escurridizo saudita, ya que los informes de inteligencia, últimamente son poco inteligentes y los servicios secretos, más secretos que serviciales. Luego atacó (siempre según la CIA) al destructor "USS Cole" en el puerto de Adén, Yemen, con dos lanchas cargadas de explosivos y tripulada por fedayines suicidas. El entonces presidente Clinton, ordenó una represalia contra Sudán, donde presuntamente operaba Osama Ben Laden. La armada norteamericana bombardeó con misiles crucero una fábrica química donada por Ben Laden que, supuestamente, preparaba armas biológicas terroristas, pero era una simple planta de aspirinas operada por alemanes de la Bayer. Posteriormente envió un comando SEAL de élite a Kandahar, a la caza de Ben Laden —que ante las amenazas había emigrado del Sudán a Afganistán—, y nada más se supo de los cazadores de terroristas. Ninguno regresó a casa, ni siquiera por correspondencia certificada.
Es que Osama, quien se considera un sunnita wahabbí (guardian de la Tierra Santa), fue despojado de la ciudadanía saudí por criticar la corrupción de la familia real y se hallaba ya en la clandestinidad por entonces. Desde el Sudán, pasó a Afganistán post soviético, acogido por el régimen talibán. El resto es historia.
Quienes siguen de cerca el comportamiento de Osama Ben Laden, lo describen como relativamente moderado, al menos en relación al talibán; como un asceta de modales suaves y hablar mesurado y sin las estridencias propias de otros líderes mesiánicos como Ariel Sharon.
Periodistas franceses lo vieron en julio de 2001 en un hospital militar americano en Abu Dhabi, Emiratos Árabes, haciéndose diálisis (tiene problemas renales), sin que los agentes de la CIA mostraran hostilidad hacia su antiguo camarada. Posteriormente los americanos negaron su presencia allí, pero cuando el río suena...

V

Veamos ahora los poco conocidos antecedentes del clan Bush, en apretadas líneas, desde el abuelo Prescott Bush, aristócrata de Massachusetts y miembro de la críptica sociedad Skull & Bones de la Universidad de Yale. Esta siniestra Orden fue fundada por William Russell en 1832 e inscripta posteriormente en 1856, como Russell Society o Capítulo 322 de una conocida sociedad alemana: Los Illuminati, hacedores de las elites políticas anglosajonas (y racistas, justo es mencionarlo) a la caza incansable del poder global.
Según la discreta tradición de los "iniciados" de Yale, utilizan las calaveras del apache Jerónimo y la de Pancho Villa en sus tétricas ceremonias. El 1º de mayo de 1991, enviados de la Skull & Bones, profanaron la tumba de Omar Torrijos, para enriquecer la colección de la sociedad iniciática con la cabeza de un luchador por la dignidad de Panamá y artífice de la devolución del Canal. No sería de extrañar que hayan puesto precio a las cabezas de Fidel Castro, Hugo Chávez, Osama Ben Laden, Muammar El Khaddhaffi y otros "revoltosos" a los oscuros designios de los "iluminados", con perdón del oxímoron. Debemos suponer que no cejarán hasta enriquecer su colección de calaveras para sus tenebrosas "iniciaciones" en La Tumba, situada en el campus de la elitista universidad.
Prescott Bush, ya desde 1914 fue uno de los más acérrimos simpatizantes de la causa alemana, hasta la entrada de los Estados Unidos en la Gran Guerra en 1917. De todas maneras, contribuyó a la reconstrucción de Alemania y vio con mucha simpatía la política racista y excluyente del naciente nazismo, haciendo buenas migas con Adolf Hitler.
Siendo senador por Massachusetts, también participó como proveedor de petróleo de la Standard Oil a los nazis entre 1934 y 1938, para la aviación de guerra del III Reich, además de armamento y ayuda crediticia, ya que era tan racista como Hitler. También colaboró con la Cosa Nostra para convertir a Cuba en lugar de tránsito de cocaína y heroína para la mafia italiana, asociado a la empresa I.G. Farben vinculada a los nazis, moviendo cuentas secretas en Alemania y Suiza a través de su empresa: Hamburg Amerika Line A.G. que también sirvió para capitalizar a Hitler, ya que Edward Roland Harriman y Prescott Bush eran banqueros privados del Führer. La lista de los socios de los Bush, todos vinculados a la Orden de la Calavera y los Huesos, es bastante larga, pero no más que su insistencia en hacerse con el poder mundial.
También investigadores serios han descubierto que los programas de eugenesia social y "limpieza racial" de Hitler, fueron craneados, por decirlo así, por Prescott Bush y Edward Roland Harriman, padre del magnate de los ferrocarriles Averell Harriman, quien en los años cincuenta llegaría a Secretario de Estado. Estos datos, que la prensa ha ocultado para despistar a la opinión pública, pueden servir a los investigadores de la historia, ya que ésta no es un aleatorio curso más o menos cronológico de sucesos inconexos, sino todo lo contrario. Nada se ejecuta, sin una planificación estratégica de los cerebros de las fuerzas oscuras de la criptocracia mundial.
Referente a los cerebros del gobierno en las sombras, existen tres grandes grupos de tecnócratas mundiales, en los que milita la flor y nata de la política europea, asiática y americana: El Comité de Bilderberg, fundado en 1956, en plena Guerra Fría por el príncipe Bernard de Lippe, amo de la Royal Dutch Shell; la Trilateral, fundada en 1973 por Henry Kissinger, Zbygniew Brzezinski y James Earl Carter entre otros; y el Club de Pugwash, con sede en Canadá. Todos estos centros de poder, están vinculados de una u otra manera a los Illuminati, cuyo emblema es conocido como "El Gran Sello", impreso al reverso de la sonrisa ambigua del general Washington en las notas de un dólar.
Esta sociedad secreta fue fundada en Bayern, Alemania por el ex jesuita Adam Weisshaupt (1748-1830) en una ceremonia celebrada en la Noche de Walpurgis (entre el 30 de abril al 1º de mayo) de 1776; ésta es una festividad mágica de los antiguos celtas. Weisshaupt adoptó una fusión de ritos rosicrucianos y masónicos, con algunos elementos del Rito Egipcio de Memphis, para estructurar a los adeptos de dicha sociedad. Su emblema más conocido es el denominado Gran Sello, actualmente usado por la FED (Federal Reserve Bank). No iré a detallar sus grados iniciáticos, que no vienen al caso; pero es conveniente conocer su accionar por los meandros de la haute politique. Para quienes deseen profundizar sobre esta críptica sociedad, existe abundante material en Internet y libros, como la Illuminatus Trilogy de Robert Shea y Robert Anton Wilson (aún no traducidos al castellano). Prosiguiendo con el meollo de la desinformación, mencionaremos nuevamente a conocidos personajes contemporáneos.
George Herbert Walker Bush, hijo del senador Prescott Bush, también tiene una sinuosa carrera, como pasante del CFR (Council of Foreign Relations), en negocios petroleros, como al frente de la todopoderosa CIA, durante los gobiernos de Gerald Ford y Carter (fue reemplazado por el manisero de Georgia, pero repuesto en el cargo ante las presiones internas). Fue amigo entrañable del intrigante mayor Henry Kissinger, quien en una jugada maestra convenció a los rusos de invadir Afganistán para derrocar al presidente Afizullah Amín, también comunista, pero inclinado peligrosamente hacia China. "Ahora ellos tendrán su propio Vietnam", comentó lacónicamente Henry, a James Baker y Bush Sr.
James Baker y C. Boyden Gray, socios de los Bush y también miembros de "la Orden", no estuvieron tampoco ajenos al escándalo Irán-Contra, durante la mediocre administración Reagan, que se saldó salomónicamente con un par de renuncias políticas y dos militares pasados a retiro.
Para acelerar el derrumbe del ejército rojo a extramuros, debieron organizar una resistencia endógena en Afganistán, lo que resultó una tarea complicada, a causa de las luchas tribales entre caudillos feudales y señores de guerra. Pero Arabia Saudita ofreció organizar la resistencia, bajo las banderas de Allah y el misticismo mesiánico de las naciones islámicas, como Egipto, Palestina, Emiratos y los propios saudíes. El papel de la CIA fue meramente de asistencia, entrenamiento en uso de armas modernas y explosivos, amén de comunicaciones, guerra electrónica y logística.
No tardaron en reclutar voluntarios entre los sauditas, dando con un joven de poco más de veinte años y voluntad de acero, que se proclamó guerrero místico contra los soviéticos y el ateísmo comunista. Era Osama Ben Laden.
No tardó éste en demostrar sus dotes de conductor y combatiente, despertando la admiración del director de la CIA quien ayudó con largueza a los muhaidines, transfiriéndoles generosas partidas en dólares y armas de tecnología punta. La CIA destinó más de 3 mil millones de dólares, a lo largo de 9 años de guerra de guerrillas contra los rusos; y el destinatario principal era ¡Al Qaida!
Por entonces la empresa argentina Bridas había previsto el ocaso del régimen soviético para antes del 2000 y planeaba negociar el petróleo y gas de Asia Central. Carlos Bulgheroni, su presidente, diseñó el trazado de un oleoducto y gasoducto paralelo, a través de Afganistán, con terminales en el Mar Negro y en el Mar Caspio, incluyendo a Irán, Turkmenistán, Tajikistán y Uzbekistán, todas ellas de religión islámica.
Bush Sr. olfateó la posibilidad de arrebatar a Bridas la paternidad del proyecto y no halló nada mejor que buscar al hombre de la transición, tras la futura retirada soviética. Éste era Ahmid Karzäi, afgano de la etnia Pashtun, residente en los Estados Unidos y... ejecutivo de UNOCAL a tiempo completo. Tras la terrorífica invasión norteamericana de Afganistán, Ahmid Karzäi fue designado presidente del país y virrey de las aceiteras angloamericanas.
Tras su reciente ascenso como superpotencia mundial, la desinformación figura como el arma principal de dominación global en los arsenales de los estrategas del Pentágono. Y no es para menos. A veces Sun Tzu o Maquiavelo son más efectivos, sicológicamente hablando, que la tecnología punta de la Rand Corporation o Raytheon, si de engañar se tratase. En ocasiones, los diplomáticos o las dádivas del Departamento de Estado, son suficientes para someter a países remisos a entregar sus recursos a precio de bagatela. No sólo el petróleo de Venezuela, Libia o Irán están en la mira. También los estrategas del futuro apuntan al Acuífero Guaraní, bajo el subsuelo de cuatro naciones sudamericanas; y ¿por qué no? a las grandes hidroeléctricas y energía barata para empresas electrointensivas, como la Reynolds Metal Co. o Alcoa.
Al uranio, oro y diamantes y cuanto puede convertirse en mercancía, o mercados trinacionales de monopolios privados, tampoco quitan ojo. De hecho hubo filtraciones off the record sobre las intenciones de George Bush Sr. de adquirir la presa hidroeléctrica de Yacyretã, en el Bajo Paraná, a fin de convertirse en distribuidor de enegía a un gran mercado cautivo, tras el fracaso y ocaso de ENRON.
La reciente gira de Donald Rumsfeld (agosto del 2005) por el Cono Sur, también obedeció, entre otras cosas, para sugerir que los gobiernos australes aún leales a Washington, abran ojos y orejas sobre los gobiernos de las izquierdas (Chile, aunque no tanto por formar parte del ALCA; Argentina; Brasil, aunque no tanto por las veleidades de Lula con el FMI, Uruguay y Venezuela). También preocupa a Washington, o mejor dicho a los halcones, el Tratado de Roma, anteriormente mencionado. Los amigos del norte no desean un nuevo Nüremberg a causa de posibles excesos de sus ejércitos contra civiles en los países ocupados, ni tienen intenciones de rendir cuenta de las víctimas de sus genocidas bombardeos y "daños colaterales".
Las nuevas izquierdas, al menos en América Austral, tienen un cierto tinte nacionalista (aunque no excluyente como pudiera pensarse) y antiliberal. Mas fue el fracaso de los políticos liberales lo que empujó a las masas desposeídas a descreer de este sistema y su tendencia a enajenar el futuro a trueque de migajas de presente. Hablando mal y pronto, a vender recursos estratégicos a precio de ganga, o en trueque de chatarra de lujo y otros artículos de primera necedad.
La ascensión de Evo Morales, líder indígena y, sobre todo, cocalero, ha despertado alarma en el State Department, aunque lo disimulen muy bien. Los nacionalismos son muy bien vistos en los círculos anglosajones y dentro de sus fronteras. Pero son rechazados para quienes cree ser sus vasallos. Es decir: mucho marketing libremercadista... de fonteras para afuera; proteccionismo a ultranza a intramuros.
Lo curioso es que, para los neofascistas norteamericanos, no es de buen augurio cuanto huela a defensa de intereses nacionales en el exterior. Y menos aún por parte de los latinos situados al sur del Ecuador. De todos modos, la carrera por el poder mundial continúa, aunque con algunos obstáculos... de hombres incorruptibles, ahora huesos duros de roer. Especialmente para los halcones y los buitres, a quienes no asquea el aroma de la carroña y la corrupción.

VI
El crimen que nunca se cometió
“OPERACIÓN NORTHWOODS”

El presidente Kennedy tenía ante sí un serio dilema, desde su asunción como Presidente Nº 35 de los Estados Unidos: su fuerte anticomunismo y un visceral deseo de acabar con el gobierno de Fidel Castro... para devolver Cuba a sus amigos de la Cosa Nostra, lo que daría pingües ganancias en el futuro. Recuérdese que Cuba era el centro de diversión de los ricos norteamericanos, con sus casinos, cabarets y prostíbulos exclusivos para damas y caballeros.
Para elaborar un plan viable en este sentido y, sobre todo creíble, pidió a su Secretario de Defensa Robert McNamara la elaboración de un plan al respecto.
El estrepitoso fracaso de Playa Girón y la Bahía de Cochinos, por falta de apoyo aéreo y quizá de buena organización, motivó la convocatoria de un "Grupo Especial Ampliado", integrado por el general Lyman Lemnitzer, el director de la CIA John McCone, el entonces fiscal general Robert Kennedy, hermano del Presidente y el propio McNamara, quienes analizaron posibles cursos de acción.
McNamara había trasladado la inquietud presidencial al general Lyman Lemnitzer, jefe de Estado Mayor General del Ejército, de ascendencia alemana, ferviente anticomunista, casi al borde de lo patológico, y al general William H. Craigh responsable de los estudios preliminares del plan.
El 13 de marzo de 1962, fue presentado el secretísimo plan y hubo discusiones subidas de tono en la Secretaría de Defensa, precisamente en el despacho de McNamara. La idea de Lemnitzer era de crear situaciones de animadversión contra la Cuba de Castro, por medio de "incidentes" autoprovocados, al viejo estilo del "Maine" y otros anteriormente citados aquí.
El plan consistiría en hacer creer a la opinión pública internacional, que Castro era un peligro para la estabilidad de la región y que sólo con una intervención militar debidamente justificada se pondría fin a un estado "terrorista", como se diría hoy día. Para tal menester, Lemnitzer diseñó la Operación Northwoods (Bosques del Norte, quizá porque el bosque impide ver el árbol) a fin de tener un pretexto plausible y, de paso, con el apoyo internacional.
El plan consistía en ejecutar una serie de atentados sangrientos, realizados por agentes secretos de la CIA, pero atribuibles al régimen cubano, como los que se detallan a continuación:
Primero: estallarían bombas en Miami, e incluso en Washington, D.C. contra refugiados anticastristas, con la “firma" del servicio secreto cubano causando, por supuesto, muchas víctimas mortales entre civiles residentes allí, en una escalada terrorista planeada para "dejar por ahì" documentos falsos incriminatorios contra Cuba. También arrestarían a falsos agentes castristas que “confesarían” incriminando a Fidel a cambio de amnistía y perdón.
Segundo: atentarían contra el coronel John Glenn, héroe espacial y arquetipo del norteamericano exitoso, durante el despegue desde Cabo Cañaveral en una cápsula espacial Mercury que sería destruida por un misil propio o por mando a distancia. De esta manera, se culparía de paso a los misiles rusos por el atentado, matando varios pájaros de un tiro... además del coronel Glenn.
Tercero: se contemplaba la voladura de un barco de guerra, preferentemente fragata de modelo antiguo (retirado del servicio por fin de vida útil), frente a las costas de La Habana o Santiago, pero en aguas internacionales, como para que hubiera suficientes testigos del hecho. Allí no habría víctimas por estar el navío manejado a control remoto. Pero se harían “operaciones de rescate de restos” y funerales simbólicos por las "víctimas del terrorismo castrista", como para excitar a la opinión pública.
Cuarto: el plan contemplaba el bombardeo nocturno, con falsos aviones cubanos, de algún país de América Central, Nicaragua, Honduras, Dominicana o Costa Rica, cuidando de dejar algunas bombas fallidas sin estallar... con marcas rusas en la carcaza.
Quinto: Guantánamo, la base naval americana, sería atacada por falsas tropas castristas, utilizando mercenarios reclutados en Miami con el uniforme de las fuerzas de la isla. Harían suficientes víctimas humanas militares, como para desatar una reacción lapidaria y decisiva. Estaba prevista la voladura de un depósito de municiones que provocase muertes para que todo fuera más realista.
Sexto: Interceptar un avión charter de pasajeros con turistas, de tal manera que fuera sustituido en pleno vuelo por otro de iguales características, pero vacío y radio-controlado. El primero, aterrizaría indemne con sus pasajeros reales en Pensacola, Florida. El segundo proseguiría la trayectoria del primero, hacia Jamaica o Barbados y lanzaría un pedido de auxilio (grabado, por supuesto) ante el "ataque de cazas MiG 17 cubanos". Luego estallaría y darían por muertos a los falsos pasajeros, todos estudiantes reclutados al efecto. ¡Ni Steven Spielberg lo haría mejor!
El plan cubría operaciones secretas, con el nombre de Operation Mangoose (Operación Mangosta), con sabotajes en la isla y preparativos para una invasión por aire y mar, desde Miami, Panamá y Costa Rica.
El plan fue rechazado por McNamara y por el presidente Kennedy, y las copias del mismo destruidas posteriormente por el propio Lemnitzer; aunque McNamara conservó la suya intacta, la cual fue desclasificada por Bill Clinton en 1998, quedando al descubierto el plan, ya que éste se publicó facsimilarmente en Australia e incluso en Internet. Dicho rechazo fue uno de los causales del golpe de Estado y asesinato del presidente Kennedy, el 22 de noviembre del año siguiente.
El general Lemnitzer fue enviado por Kennedy a comandar las fuerzas norteamericanas en Europa y luego pasado a retiro, aunque Gerald Ford lo sacó de la galera en 1975 para testimoniar sobre la participación de la CIA en el affaire Nixon. Por fortuna, no se intentó reflotar la Operación Northwoods y el general Lyman Lemnitzer falleció en 1988, en olor de carroña, pero tiene en la actualidad herederos y discípulos heavy duty, civiles e incivilizados.

VII

Nada tranquiliza más a una ciudadanía perezosa, apática, cínica y conformista (no creo en ella, pero que la hay, hayla), que las mentiras convenientemente edulcoradas y aromatizadas al gusto. Con esto no estoy dando la razón a Leo Strauss, ni mucho menos; sólo que es harto preocupante la tendencia generalizada a rechazar o eludir la verdad cruda y amarga, para, en trueque, dar ojos y oídos a convenientes palabras acolchadas que no afecten en demasía a los espíritus sensibles (sensibleros, diría yo).
La emergencia de un poder omnímodo y casi invisible (éste no está a la vista, ya que quienes ponen la cara en las palestras de la política, son apenas hombres de paja), que intenta apoderarse de las soberanías y culturas de los pueblos situados al sur del Río Bravo, alarmarían a los medianamente informados. Mas tales entidades cuentan con prestigiosos creativos, eficientes y dedicados, con salarios principescos, cuya única ocupación es distraer y mantener el statu quo mental del público; de embozalarlo, despojándolo de la palabra, para ofrecerle cantos de sirena en MP3 y juegos interactivos de ordenador para tenerlo quieto y sosegado; catatónico, diría. De dotar de anteojeras equinas a los habitantes, que no ciudadanos, a fin de prefijar rumbos erráticos con sabor a derrota5.
¡Ay, de los que intenten aguzar ojos y oídos para captar los conciliábulos crepusculares de las fuerzas oscuras! ¡Anatema a quienes pretendan defender el patrimonio de sus pueblos de la angurria insaciable de los dueños de la verdad! ¡Vindicta pública a quienes pretendan alzar voces disidentes o apuntar índices acusatorios hacia lo alto! ¡Ecce homo, a quienes pensaren por sí mismos, desobedeciendo a las luminosas señales de los líderes mundiales, o poniendo en duda sus sabios dogmas e infalibles recetas económicas! Las cabezas de éstos, de seguro tarde o temprano, acabarán en la augusta colección de la esquelética tanatoteca del campus de Yale University.
Me parece oír (o leer) a ciertos intelectuales arrepentidos, que defienden a pluma erguida y tambor batiente, el mismo sistema que victimiza a sus propias patrias; haciendo juego a los corifeos de la desinformación y ¿por qué no? la mentira —aderezada con el dulce sabor del veneno de farmacopea—, políticamente correcta, pero mentira al fin. Pero ¿Debe ser la mentira, el fin último de un Estado que se precia de unido? That is the question, my brother!
Ahora el imperio en cierne pretende silenciar a las otras campanas que redoblan a rebato; apelando siempre a la manipulación de la verdad, para imponer su verdad, inapelable, inexorable, cínica e ineludible.
No llamarse a un neutral, aséptico y púdico silencio, equivaldría a enfrentar invasiones preventivas o punitivas, lo mismo da; o sufrir bloqueos y embargos unilaterales, contra toda razón humanitaria.
Hasta se da —el imperio, que de él se trata— el sibarítico lujo de pretender intimidar a quienes no comparten la deplorable política del despojo de sus recursos; tal como ahora mismo lo hace la flota naval estadounidense acantonada en aguas costarricenses, presta para intervenir en Venezuela; aunque siempre disimulando su accionar con desmentidos o con el consabido “No comment” de sus diplomáticos, graduados del CFR y La Orden: Skull & Bones.
Así lo hicieron con Grenada, con Panamá, con Irak, con Libia; con bombardeos selectivos o indiscriminados, desde las cómodas alturas, para no apeligrar a G.I. Joe6. Siempre, claro está, esgrimiendo buenas intenciones y causas justas, y perdonádme la ironía. ¡Es que tan caro resulta el precio de la Pax Americana!
Apenas se disipó la polvareda del desguace del Muro de Berlín, cuando un oscuro filósofo de lo erróneo y sofístico: Francis Fukuyama, también pasante del CFR, lanzó su equívoca profecía titulada “El Fin de la Historia”, con bombos, platillos, fanfarrias y candelas. ¿Ideologías? ¡Requiescat in pace! El tiempo demostró que los muertos virtuales que Fukuyama intentó matar, gozan de buena salud. Poco tiempo después, otro pensador, también empollado en las incubadoras del CFR: Samuel Huntington, intentó demostrar que, no sólo las ideologías no han muerto, sino que renacen con efervescente ebullición. “El Choque de las Civilizaciones” no pretende dar las respuestas que, vanamente y con harta pedantería intentara Fukuyama, sino que plantea candentes preguntas al hombre del tercer milenio. Especialmente acerca de la convivencia entre judeocristianismo occidental, islamismo y otras culturas orientales, aún no resuelta por las armas ni la diplomacia.
Esto viene a cuento, ya que, no sólo la prensa cotidiana y masiva intenta confundir al común con sus editoriales e informaciones al gusto. También los escritores con talento realizan un constante ofertorio de fórmulas, ideas, dogmas, recetas para cocinar la felicidad, ser exitoso en los negocios, torcer los rumbos de la historia, relajar al espíritu o, simplemente pasarla bien sin mirar a quién, para poder desentenderse de lo que ocurre en su entorno, sin perecer en el intento.
En el mundo del arte, desde bastante tiempo atrás, se discutió con furia acerca del “contenido”, del “compromiso social”, del “mensaje” de cada obra. Por el otro lado, los exquisitos esteticistas anatematizaron lo primero, intentando neutralizar al pensamiento crítico del artista para convertirlo en un simple decorador de ambientes al gusto, cantor de loas al Amor, compositor de músicas funcionales; en suma, un entertainer de tomo y lomo.
Pese a ello, existieron Picassos, Guayasamines, Riveras, y un largo etcétera de creadores, que volcaron en sus obras el dolor humano y el clamor por la justicia. En mi juventud, he sido músico y poeta (cantautor, dicen ahora), obsesionado por transmitir, no sólo belleza hueca pero funcional, sino impactos sensoriales. Por supuesto que no fui un trovador edulcorado a la usanza “romántica”, mas tampoco desdeñé la poesía; para, en cambio, no dar demasiado lugar al panfleto de barricada. Tampoco la pavada.
En pintura, dibujo, escultura y otros lenguajes, si bien no alcancé altas cumbres “estéticas” (los críticos siempre son jueces y parte de lo que es arte y lo que es “mensaje”), pude ser al menos reconocido como “eficiente” en cuanto a técnicas. Pero fui más eficiente para sobrevivir a una tiranía de largo aliento que señoreó sobre mi país durante 35 años, siempre titirizado desde boreales comarcas muy democráticas.
Ocurre que los mass-media son los que promocionan al arte “políticamente correcto”; o simplemente ignoran a los “transgresores”, salvo que fallezcan y su obra se cotice post-mortem, como sucediera con Van Gogh, Gauguin y muchos otros. Con la literatura me fue algo mejor, pues pude exponer mi pensamiento sin bozal, aunque utilizando el lenguaje de la ironía, para no despertar sospechas exacerbadas por parte de los inquisidores posmodernos, siempre con cerillas a mano para encender piras biblioclastas, aunque más no sea para alumbrar efímeramente a la oscuridad futura que impondrán los “iluminados” (¡Otra vez el oxímoron!).
De todas maneras, mi país es poco propicio al arte y la cultura, por estar, justamente, invadido por los apóstoles del entretenimiento vacuo y morboso: best-sellers para los escasos dilettantes de la letra; pop-music del hit parade para los oidosos (siempre hay excepciones, claro. Sabina, Serrat, Ibáñez, Zupay, Silvio Rodríguez, Alí Primera, también tienen fanáticos); arte abstracto, flores y desnudos con paisajes, para los estetas de lo visual. Todo ello, debidamente dosificado para no saturar el mercado y la vista.
La mal llamada Latinoamérica (según Jorge Luis Borges, ésta no existe; es una mera superstición), está sometida a un incesante bombardeo de lo foráneo, frente a una débil resistencia de las culturas locales; peligrando sus futuras identidades y viendo sus patrimonios intelectuales convertirse en mercancía, para consumo del primer mundo.
En un reciente Foro de Políticas Culturales realizado en Asunción del Paraguay —donde se discutió más de política que de cultura—, se planteó acerca de la dicotomía entre el “pensamiento ilustrado” de la escuela francesa, con tendencia a lo universal, versus el “pensamiento romántico” de la escuela alemana, con tendencias xenofóbicas y hasta diría irracionales. Me pareció muy banal dicha conceptuación, pues los ilustres expositores podían haber llevado la discusión hacia la extrapolación, ya que, entre A y B, existen infinitos puntos, lo que indica una diversidad de pareceres, pensamientos, posibilidades y costumbres que escapan o rebasan a una categorización tan simplista y esquemática, por lo polarizada.
Es cierto que el imperio globalizador de la desinformación pretende estandarizarlo todo, hasta reducir el panorama cultural mundial a dos polos: creadores-productores... y consumidores. ¿Sería justo, ver tanta riqueza cultural propia, como la que tenemos y heredamos, reducida a mera mercancía “pintoresca” para turistas aburridos? Me temo que no.
Si he escogido este tema, es simplemente para clavar una pica en Flandes y plantear acerca del futuro. O aceptamos todos pasivamente cuanto ellos nos ofrecen, o resistimos, con firmeza y paciencia pero sin agresividad. Para ello, debemos estar preparados con el tamiz presto a filtrar cuanta información o “verdades” llovieran sobre nosotros, desde el primer mundo.
Aquí no se trata de xenofobia, nacionalismos mal entendidos o algo que pueda despertar el tufo del fascismo criollo —siempre presto al abordaje de corazones, que no de cerebros—, sino de unirnos, conocernos, compartir nuestras experiencias y logros, dentro de nuestras posibilidades. De hablar un mismo idioma, sin altisonancias ni aires de superioridad; de sentirnos hermanos en la diferencia y la diversidad horizontal, y, sin pretender liderarnos unos a otros.
Tampoco es la intención, de quien estas líneas escribe, dar respuestas certeras o rechazos apriorísticos a todo lo foráneo, sino de excitar sospechas acerca de verdades relativas y plantear preguntas referentes a nuestras expectativas futuras. ¿Querríamos, para nosotros y nuestros hijos una cultura —aún con sus luces y sombras— sometida a las leyes —no siempre justas— del mercado? Espero que no.
Siempre es justo y necesario esgrimir el cedazo de las dudas, antes que darlo todo por verdadero sin discutir aristas o facetas de cada planteamiento. El mundo anglosajón tiene muchas cosas buenas y aceptables, por debidamente catadas y comprobadas, que no es el caso de negarlo o rechazarlo porque sí. Pero también nos ofrecen mucha basura cultural, científica e informativa, de dudoso tufillo masificante y adocenador. Es bueno poner en tela de juicio cuanto nos venga etiquetado y con sus códigos de barras para lelos, pero también es justo y necesario que nuestros creadores sean apreciados por ellos, en un intercambio equitativo y sin desequilibrios alienantes en nuestras balanzas de pagos.

CONCLUSIÓN

Espero no haber cargado demasiada tinta sobre la necesidad de no aceptar informaciones, verdades o dogmas provenientes de las agencias noticiosas sospechosas de mistificación o manipulación, ya que este tema es un continente con mucho contenido conceptual que, excede con creces al espacio restringido de este opúsculo.
Es una perogrullada incitar a desconfiar de cuanto es convertido en mercancía de consumo, como sucede con las informaciones de hechos caóticos y política internacional, aparentemente desordenada. Todos los intereses, aún los contrapuestos entre sí, deben hallarse bajo la sana lupa de las sospechas, a fin de poder contrastarlo todo desapasionadamente. Y, por lo general, las noticias e informaciones siempre defienden o atacan de acuerdo a los intereses emisores... o receptores de tales transcendidos.
Para poder hacer un frente “purificador” de informaciones, es menester contar con una ciudadanía sanamente educada y con formación humanista. De lo contrario, seríamos fáciles presas de los magos negros de la política mundialista y sus heraldos, si no lo somos ya. Creer que, como lo expresara en páginas precedentes, que los hechos de la historia de la humanidad son una simple concatenación de sucesos inconexos, o aleatorios, es de una ingenuidad rayana en la estulticia.
Desde la constitución de las primeras transnacionales, como la Liga Púnica, la Liga Hanseática y la Liga Lombarda, de artesanos y mercaderes con intereses extraterritoriales, se han sentado las bases de la globalización, siempre dentro del mundo conocido entonces. Las llamadas thalassocracias (del griego Qalassos = océano) o potencias marítimas, aspiraron desde sus orígenes a extender sus dominios y mercados (que de eso se trata) más allá del horizonte. Entre los siglos XV al XIX, tal categoría se la disputaron entre España, Portugal, Inglaterra y Holanda, quedando la penúltima como reina de los mares, hasta su ocaso aparente y reemplazo por parte de los Estados Unidos en las postrimerías del siglo XX7 .
En esta suerte de “guerra no declarada” de tres y medio siglos, se recurrió a la desinformación, a la piratería y a la usurpación de colonias entre unas y otras, casi siempre al margen de la ética y procedimientos non sanctos. La manera de cómo Inglaterra se apoderó de Gibraltar, no es diferente en metodología, a la manera en que los Estados Unidos se apoderaron de territorios mexicanos o españoles. Sólo de Rusia adquirieron, en compra, el territorio de Alaska ¡pagando una diezmillonésima parte de su valor!; o de Francia, el territorio de Louisiana, también usufructuado a precio vil. Todo lo demás, lo hizo manu militari y sin sonrojos, “marines” mediante.
Para concluir, me referiré a uno de los últimos reductos de la creatividad alternativa (que también contiene mucha basura, pero al menos se puede escoger), llamado Red INTERNET. Pese al ominoso espionaje electrónico del sistema ECHELON, o Gran Hermano, la super computadora que puede filtrar hasta 500.000 mensajes e-mail por hora, auxiliado por Carnivore; es posible compartir, discutir, publicar a bajo costo y usarlo como una herramienta, si no libre de censura, al menos libre de censores humanos, que es decir bastante.
Esta red de redes, tuvo su origen en ARPANET, de carácter militar, diseñada por Leonard Kleinrock un ingeniero del Massachusetts Institute of Tecnology (MIT), allá por 1961.
Existe un plan de la ultraderecha de poner coto a Internet, o sacarlo de circulación, pero la presión de miles de empresas que lo utilizan, lo hace inviable. Lo máximo que pueden hacer, es pescar mensajes sospechosos e interceptarlos hasta asegurarse de su inocuidad o advertir por los servidores que hay control. Nada más.
El mundo contemporáneo es demasiado complejo y diverso como para ser colonizado a la antigua y perimida usanza virreinal. Además, la burocracia colonial tiene costes muy elevados (¡Y que lo digan Inglaterra, Bélgica, Alemania, Holanda, Portugal, España y Francia!), como para mantenerlas dentro del control metropolitano y libre de corrupción administrativa. La opción elegida por los nuevos fenicios del siglo XXI es más efectiva y de bajos costes, ya que no requiere más que un tirón de orejas de tanto en tanto y tampoco precisa de un ejército de ocupación permanente.
Basta con entronizar a caudillejos corruptos que se encarguen de mantener en vereda, cipayos mediante, a los ciudadanos, usando a ejércitos propios como fuerzas de ocupación y sin cargar en demasía la conciencia metropolitana de culpas, a causa de los excesos represivos. Del resto, se encargan los procónsules del State Department y los gerentes-gerontes de las transnacionales, apoyados por bilaterales tratados leoninos y voluntarios del Peace Corps.
México, Nicaragua, Panamá, Guatemala, Honduras, El Salvador, Brasil, Argentina, Paraguay, Perú, Uruguay, Dominicana, Granada, Colombia, Chile, Afganistán, Irak, Taiwán, Corea y tantos otros, pueden atestiguar la eficacia de tal sistema neocolonial. Todos estos países en algún momento de su historia sufrieron intervenciones, invasiones o golpes de Estado que trataron de burlar la voluntad de sus pueblos o retrasar los relojes de su evolución.
Los muertos, torturados, secuestrados, desaparecidos NN, presos de conciencia... son meras estadísticas para el recuerdo y sin valor comercial, salvo que los rescatemos de las memorias perdidas.
Las ideologías asesinadas por Francis Fukuyama renacen de sus cenizas, aunque no faltarán cerebros que intenten repetir el lado oscuro de la historia.
Siempre habrá ideólogos de “Operativos Cóndor” disponibles, con o sin uniformes, a mano y al servicio incondicional del poder económico global. Mas también, siempre habrá inteligencias preclaras que hurgarán en la oscuridad hasta divisar la luz. Pese a quienes pese, la justicia ha de renacer por sus fueros. Sabido es, que también las mentiras tienen piernas cortas. Tarde o temprano chocarán con La Verdad. El futuro tiene sus propias lógicas y nosotros, los pueblos australes, tenemos nuestras propias esperanzas.
Ellos, sólo tienen intereses y conveniencias, y, si nos ofrecen amistad y cooperación para el desarrollo, ténganlo por seguro, será un error de información.
Pero en todo caso, será un error premeditadamente alevoso.

Chester Swann

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