miércoles, 10 de septiembre de 2008

CARTAS CIUDADANAS 2




Zarathustra estaba equivocado


Luque, 12 de setiembre de 2008

Ante todo, hagamos las presentaciones correspondientes, que no todos tuvieron el gusto de conocer a Friedrich Nietzsche, y mucho menos al profeta persa (2100/2020 AC aproximadamente), autor del Zend Avesta y creador de la religión dualista, basada en la eterna lucha entre el bien (Ahura Mazsda) y el mal (Ahrimón), donde, finalmente y tras fatigosa lucha, triunfaría el bien.
Nietzsche había escrito uno de sus libros más irónicos e iconoclastas, titulado “Así habló Zarathustra”, donde se burla de las teologías en boga y sostiene que “Dios ha muerto”; y perdonen que hable en presente, pero así nos entenderemos mejor.
Realmente las concepciones dualistas, es decir dioses y demonios como contraparte, no es originaria de los monoteístas judíos, ni el cristianismo y, mucho menos, del Islam. Es una concepción pagana mucho más antigua, de la impotencia del ser humano ante los designios bienhechores de ciertos dioses, benévolos, creadores y dadores de bienes; frente a las desdichas producidas o inducidas por seres malignos que trataban de fastidiarnos por no coincidir con el o los dioses buenos.
Los primeros “demonios” son de origen chino e hindú; los que posteriormente fueron exportados a Sumeria, Egipto (Seth o Satha), Babilonia y otras regiones de Medio Oriente. Es evidente que, dada la capacidad humana para hallar culpables de sus fracasos, de no existir Baal Z’ebuth (o Belcebú), habría que inventarlo. Entonces nacen en la imaginación sacerdotal los ángeles y demonios, hasta hoy tenidos por seres reales por el vulgo.
El cristianismo perpetuó esas tradiciones de culpar a los diablos de nuestras desdichas y atribuir a Dios nuestro bienestar, sin tener en cuenta las falencias humanas y sus tendencias suicidas. Por supuesto que el “arriba” y el “abajo” llegaron a simbolizar las residencias de Dios y de los arcángeles rebeldes devenidos en demonios malignos. El ser humano, seguía siendo inocente de todo, como podéis ver. El hombre, ex simio y expulsado del paraíso terrenal por violar las cláusulas del contrato de residencia quizá, quedó librado a los caprichos de Dios y de los otros, tentadores y astutos como serpientes, de acuerdo a la atroz iconografía demonológica medieval.
La lucha entre ambas entidades proseguía sin definición, aunque en las guerras humanas siempre el ganador tenía las bendiciones del de allá arriba. Los derrotados cargaban sobre sí y sus motivos, el estigma de la demonización. Ahora, los césares boreales se sienten ungidos de Dios para arrasar Afganistán e Irak y para intervenir unilateralmente en cualquier país que tenga petróleo y la “sospecha” de albergar terroristas o armas de destrucción masiva (Eso es pura casualidad, créanme). Total, Dios tiene suficientes medios de distracción masiva como para engrupir a las masas crédulas sobre las buenas intenciones de los petroleros y sus urgencias por democratizar al mundo.
La eterna lucha entre “buenos”, eficazmente identificados con uniformes color arena o manchones al tono, y los “malos”, generalmente sin uniforme alguno y apenas azuzados por la desesperación, sigue, sin solución de acabar. Es decir, hay que admitir que la lucha entre el bien y el mal, seguramente acabará en empate técnico o se definirá por tiro penal. Mas es seguro que Zarathustra estaba equivocado. El bien y el mal, conviven juntos y son probablemente socios, o apostadores en algún trágico juego de ajedrez. Sólo que, usando misiles inteligentes a guisa de trebejos. ¿Usted cree en los demonios? ¿Sí?
Yo tampoco.


Lampedusa y “El Gatopardo”



Luque, 18 de setiembre de 2008.

Recuerdo haber leído la inmortal novela de Lampedusa; “El gatopardo”, allá por los años setenta; pero quizá por cierta falta de madurez conceptual o carencia de información, no le di mucha más importancia que a otra obra literaria más o menos genial. Siempre me había parecido que la historia humana era lineal. Cronológicamente lineal y nada más que la narración de hechos concatenados sin propósitos intencionales.
También había leído a Curzio Malaparte y a Milován Djilas por entonces, así como a Viktor Kravchenko y otros ensayistas y narradores, ya que mi interés se centraba en la condición humana y su aparente evolución hacia metas elevadas, aunque contradictorias. Pero entonces la guerra de Vietnam, Laos y Camboya iban tomando un rumbo ajeno a los cánones de las películas bélicas de Hollywood. O sea, los buenos estaban siendo derrotados o mantenidos a raya por los otros. Los del Vietcong, malos como dolor de muelas, al menos para Hollywood y el Pentágono.
Quizá entonces el conde de Lampedusa me diera una pista que me abrió otras maneras de orientar mi mente hacia los hechos. “Algo tiene que cambiar… para que todo siga igual”. Ahora, en esta turbulenta época de guerras preventivas, terrorismo a la carta, democracias incomprendidas, minorías incómodas y milenarismos fundamentalistas religiosos, gustaría de releer “El gatopardo” a fin de buscar otra pista inédita e inusual acerca de los hechos de la historia. Lastimosamente perdí el que tenía y deberé buscar otro ejemplar por ahì.
Evidentemente los hechos y personajes contemporáneos no responden a las “verdades” emitidas por los medios masivos de idiotización pública. Algo hace que los menos cretinos —entre los que creo militar, conscientemente o no— desconfiemos de los informes “oficiales” u oficiosos emanados desde los anillos de poder mundial o local. Tras la llamada Guerra Fría, donde bien o mal contemporizaron Occidente y la “cortina de hierro”, parecía que el mundo se iba a encaminar a una tolerancia o comprensión unilateral.
Mas los hechos posteriores a la licuefacción del “socialismo real” me dieron la pauta de que “algo había cambiado para que todo siguiera igual o peor que antes”. No sé qué opinarán los analistas (o anal listos, que también los hay, aunque no crea en ellos) acerca de la situación mundial, donde presuntos socialistas se vuelcan a la derecha de dios padre/madre y algunos liberales dan un paso a la izquierda, o quienes creíamos conservadores esgrimen discursos "“progres” para variar y muy poco mantienen sus posiciones coherentemente. Hasta Nicolás Sarkozy, acunado en las fraguas del partido gaullista, resultó ser un engendro programado por la CIA y el partido laborista británico se convirtió en lacayo del emperador Mercadolibre.
Hace poco, el 8 de este mes, Sarah Palin apeló al disparate para captar votos de idiotas (que se creen la mayoría “moral”) en los Estados Unidos, diciendo literalmente: “Puedo hacer mi parte trabajando muy duro para instalar cañerías de gas natural, un proyecto de 30.000 millones de dólares que va a crear muchos puestos de trabajo para la población de Alaska, y vamos a tener mucha energía, y también recen por eso. Creo que debe cumplirse con la voluntad de Dios de unir a las personas y a las empresas para construir esas cañerías de gas natural, así que recen por eso”. Es decir, que Dios trabaja para el César y no al revés. Si hay buenos negocios, Alaska y sus parques nacionales pueden ser destruidos sin hesitar, mientras la Palin pueda destriparse uno para la cena.
Aquí adentro de mi pequeño país, luego de la férrea negativa del Vaticano y sus nuncios apostólicos del diablo denegando a Lugo el permiso para colgr hábitos, se revió tal posición sin demora, tras la victoria del 20 de abril. Cosas lederes, hermanos. Hasta el papa arría sus banderas intolerantes si la conveniencia lo convence.
Creo que insistiré en releer a Lampedusa, antes de que hayan otros “cambios” en el planeta, que quizá entienda mejor a qué vienen tanta demencia e imbecilidad colectivas, rigurosamente mantenidas a lo largo de los tiempos, pese a los cambios.
Y los más imbéciles, son quienes se creen iluminados por Dios para seguir matando sin arrepentimiento alguno a los más indefensos, desde aviones Predator sin pilotos con mando a distancia en Washington, D.C. diciendo que “ojos que no ven, corazón que no siente”. Quizá Maquiavelo aún no ha muerto, porque sus apotegmas siguen vigentes aunque hayan cambiado los príncipes.



¡A renegociar, lo’ mitã!



Luque, 19 de setiembre de 2008.

El no tan sorpresivo viaje de Lugo a Brasilia (en realidad, lo único sorpresivo fue que lo haya hecho en un avión de la Força Aérea Brasileira, a falta de otro local) a fin de “renegociar: lo innegociable, trajo diversos comentarios en nuestro medio y, de seguro en el Brasil, aunque no se note.
Lino Oviedo dijo que “fue a perder tiempo”. O al menos eso fue todo lo que se le ocurrió decir, que su intelecto para más no da. Otros, deploraron la extranjería del medio de transporte aéreo, como una falta de dignidad o algo parecido. Los más, esperaban resultados acordes a las necesidades “nacionales”. Es decir, más fondos para echar mano a ellos, si se frunce algún descuido o relajo en los controles. En fin, se me ocurre que, quien más, quien menos esperaba algo, aunque no demasiado. Los brasucas son huesos duros de roer en materia de energía, y todos o casi todos lo saben. La parte del León para el León y la parte de la sardina para la sardina. Tal el apotegma diplomático de Itamaraty.
El carisma católico de Lugo no tendrá mucho impacto en los duchos masones del Rito de York que pueblan los pasillos de Itamaraty; o en los del Rito Escocés que abarrotan Alvorada y la Plaza de los Tres Poderes. Todos quieren aguas para sus molinos y los de acá son nenes de pecho frente a esos personajes. El tratado les costó mucho a los rapazinhos, en cometas, sobornos, canonjías y otros repartos que se hicieron entre 1973 a 1977, a los cancilleres, al Stroessner, al Comendatore Debernardi y otros traidores locales de nuestra Cancillería. No van a soltar prenda así nomás, ni aflojar tornillos o liberar megawatts. Ténganlo por seguro.
Los paraguayos aún no lo saben, pero existen razone$ poderosa$ para hacerles cambiar de idea, poco a poco. Una de ellas, es vetar el segundo puente, denegando su construcción, para evitar contrabando verdeamarelo hacia nuestros supermercados. Luego, la creación de una franja de seguridad de doscientos kilómetros en toda la frontera con el Brasil, devolviendo a los sojeros a por donde vinieron. Otra razón poderosa, es prohibir todo comercio —por razones sanitarias, o cualquier otra— hacia y desde el Brasil, volcando nuestras compras al suroeste, con Argentina y Bolivia; dejando al aire a los que nos niegan la renegociación e impidiendo el flujo de divisas hacia el Brasil. Es sólo cuestión de devolver gentilezas, exigir soberanía y nada más.
Si después de eso no reculan en sus pretensiones, me hago monje cisterciense con voto de silencio, castidad y todo. Porque nuestro comercio exterior con el Brasil, $ignifica mucho para ellos, que aparte de comer nuestros bosques se quedan con la tierra fértil del oriente paraguayo y las ganancias millonarias de la triangulación sojera, amén de carbón y cuanto puedan rapiñar en nuestro territorio sin mucho esfuerzo.
Pero para ello, se requieren grandes dotes diplomáticas y persuasivas, que lamentablemente nos son tan ajenas como tierras de pobre. El saco todavía nos queda grande, hablando mal y pronto. Además, la cosa no es con Lula, sino con Amorim. Y detrás de Amorim, todo un lobby de los industriales consumidores de energía eléctrica; y si ellos dicen no, será NO.
De seguro para el 2023 ya nos tienen preparados otros anexos, para extender la vigencia hasta el 2060 y para que podamos seguir plagueando unas décadas más, quizá con el nimio expediente de prorrogar nuestra deuda (e intereses leoninos) con Eletrobrás.
Eso sí; si hemos aprendido la lección de nuestras dos hidroeléctricas ¿binacionales?, que Corpus no nos sorprenda con la guardia baja y el bolsillo complaciente. Creo que ya debemos estar curados de espanto sobre la “solidaridad” de nuestro vecinos y “hermanos”. Parafraseando al dictador mexicano Porfirio Díaz, podríamos decir: “¡Pobrecito Paraguay! ¡Tan lejos de Dios y tan cerca del Brasil y de la Argentina!”


De tratados, pactos infernales y otros demonios.

Luque, 21 de setiembre de 2008.

La comidilla mediática del momento, es la renegociación del mentado Tratado de Itaipú; algo que nunca debió ser negociado siquiera, desde el espurio origen. No al menos en su formato actual, de venta del alma de una nación al demonio de la ambición ajena. Ninguno de los gobiernos de entonces tenía origen legítimo, pese a que los nostálgicos exégetas del tirano paraguayo intenten demostrar lo contrario. El gobierno del general Emilio Garrastazú Médici, salió del útero de la camarilla militar que derribó al gobierno democrático de João Jango Goulart en 1964. En cuanto al nuestro, de sobra sabemos cómo surgió y cómo se mantuvo, mordaza y espadón en mano, hasta 1989.
Las dictaduras del Cono Sur, surgidas desde las paranoicas mentes del Pentágono, el Council of Foreign Relations (CFR) y el State Department, no ostentaban entonces legitimidad alguna; tampoco representaban a sus pueblos ni a sus naciones. Tanto el pueblo del Brasil como el nuestro, fueron convidados de piedra. Simplemente sus caudillos eran trebejos dóciles del perverso ajedrez de la Guerra Fría, jugados con mando a distancia desde Washington, D.C. para mantener al “enemigo de la libertad” aplastado bajo botas militares. ¿Cómo nuestros pueblos, sometidos a ocupación militar en sus naciones, podrían ser responsables de tamañas aberraciones jurídicas? En todo caso, que demanden a Stroessner y camarilla sobre el particular.
Stroessner, por si la amnesia de sus panegiristas se luce nuevamente, ha sido ungido por Dwigth Eisenhower como “primer paladín del anticomunismo” y niño mimado de la Escuela de las Américas, siniestra academia de la tortura y la represión. Ahora, tras el cambio de rumbo de los timoneles de Washington, es hora de alzar la voz y reivindicar nuestros conculcados derechos de entonces, incluyendo los inicuos tratados y pactos al estilo Cóndor. Vendieron nuestra alma a un demonio extranjero sin consultarnos.
El Brasil —es decir Itamaraty— no puede, no tiene derecho, a eludir la revisión de los tratados y pactos surgidos de gobiernos ilegítimos de entonces. Insistir en esa tesitura equivale a legitimar la vergüenza y el sometimiento a las potencias exógenas que motivaron tales dictaduras. Es legalizar los asesinatos cometidos por los generales y su AI-5[1] tan criticado por los intelectuales revisionistas del Brasil. Es igual a avalar la humillación de su propio pueblo durante esos años de silencio forzoso. Equivaldría a consentir futuras tiranías, por razones de Estado, desdeñando toda autocrítica ante el inicuo despojo a una nación vecina. Omitiré decir “nación hermana”, que prefiero no mentir y llamar a las cosas por su nombre. Nunca podríamos ser hermanos de nuestros victimarios, desde 1864 hasta los días de hoy, aunque la retórica política y diplomática lo exijan.
Si bien existen ciudadanos del Brasil con suficiente voluntad política de renegociar dicho tratado (y hasta podrían ser una mayoría numérica), el perverso aparato llamado Itamaraty niega toda revisión, en nombre de no sé que legitimidad contractual (Pacta sunt servanda). Algo así como que ya vendimos el alma a los infiernos y estamos condenados a las llamas eternas, de acuerdo a la leyenda negra de Fausto. Ese aparato estratégico que produjo semejante aberración, es el que prevalece incluso sobre el propio Presidente de la república, el Congreso y la Suprema Corte del Brasil. Un poder muy por encima de los poderes constitucionales.
Pero no es menos cierto que ese superpoder está decidido a no entregarnos nuestra parte, ni siquiera en el aún lejano año 2023; que ya están ahora mismo diseñando la manera de seguir, ellos, dominando a la la binacional por siempre. Juracy Magalhaes estará retorciéndose de risa en su tumba por nuestra imbecilidad de otrora.
Pero él y muchos abyectos traidores paraguayos, como Sapena Pastor, Alberto Nogués, Debernardi, Stroessner y otros, ya están rindiendo cuentas a Belcebú o a quien sea. Nosotros, todavía estamos alentando e insistiremos en la justicia. La estricta y elusiva justicia que se nos niega, solo por nuestra manifiesta debilidad.


¡Wall Street descubre que ama al socialismo!

Luque, 23 de setiembre de 2008

Tras las escandalosas quiebras de empresas especuladoras, que hacían “inversiones” jugando a las ruletas bursátiles el dinero de pequeños ahorristas, fondos jubilatorios y de sus propios accionistas aportantes, solicitan impúdicamente apoyo a la Federal Reserve para rescatar a éstas; tan sólo por ser tan grandes que podrían hacer colapsar al país. Seguramente quienes pedían a gritos la reducción de impuestos a los ricos y grandes contribuyentes, al mismo tiempo que Tío Sam cargaba el grueso de los tributos sobre los pobres, son liberales en el peor sentido ideológico; suponiendo que la cleptocracia pudiera tener ideología alguna que no fuera el lucro fácil.

Eran antisocialistas porque proclamaban la libre empresa, el libre comercio y la libre iniciativa para hacer buenos negocios. Pero ahora, tras las escaladas bancarrotas de estas empresas de “inversión”, parece que los liberales están pensándolo mejor y redefiniendo sus postulados de otrora.
La ilustrada columnista Amy Goodman, expresa lo siguiente:
“La crisis financiera en la que se encuentra sumida Estados Unidos produjo que algunos de los bancos y compañías aseguradoras más importantes suplicaran al gobierno que realice un enorme desembolso de dinero para sacarlos de la crisis. Las industrias banquera, financiera, de inversiones y aseguradora, durante mucho tiempo acérrimos enemigos de los impuestos, ahora necesitan dinero de los contribuyentes de la clase trabajadora para mantenerse a flote. Los contribuyentes deberían estar al mando, entonces. En lugar de ello, los ricos, los reguladores y aquellos a los que los reguladores no han sido capaces de regular toman decisiones a puertas cerradas, decisiones que pesarán sobre la población durante décadas”.
Prosigue en su columna la prestigiosa analista de Democracy Now!: “ El martes, la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos acordaron una costosa operación de rescate financiero de 85.000 millones de dólares para salvar a la gigante de los seguros AIG (sobre un total de 700.000.000.000 de dólares). Este acontecimiento ocurre justo después de la repentina bancarrota de Lehman Brothers, el banco de inversión de 158 años de antigüedad; la angustiosa venta de Merrill Lynch a Bank of America; el rescate financiero de Fannie Mae y Freddie Mac; la quiebra del banco minorista IndyMac; y la compra de Bear Stearns por parte de JPMorgan Chase, que cuenta con garantía del gobierno federal. Con 103.000 empleados y más de 1 billón de dólares de activo, AIG fue considerada “demasiado grande para dejarla quebrar”. Según los reguladores, una quiebra sin control podría provocar una inestabilidad financiera global. Los contribuyentes estadounidenses ahora son dueños de casi el 80% de AIG, así que, en teoría, la venta controlada de AIG permitirá a esos contribuyentes recuperar su dinero”.
Pero esto no será tan sencillo. Los contribuyentes de los Estados Unidos, como los de todo el planeta, están desprotegidos ante los tiburones corporativos y los gobiernos liberales. Además, la Federal Reserve es apenas una empresa privada, tan ajena al gobierno como Coca Cola o Mac Donald’s y pertenece a dieciséis banqueros privados internacionales. El dinero que emitirán para salvar a los especuladores será una emisión inorgánica, sin respaldo en metálico y de efecto inflacionario que repercutirá en el mundo entero doquiera existan economías dolarizadas. Dicho sea de paso, ésta es una de las razones de la constante declinación de dicha moneda, pese a las operaciones de “regulación” de nuestro Banco Central y las especulaciones cambiarias.
Es decir, los financieros norteamericanos quieren que se privaticen los beneficios y se socialicen las pérdidas, en buen romance. Ahora parece que los capitalistas comienzan a descubrir las bondades del socialismo, al recurrir a dinero de los contribuyentes de a pie para rescate de los magos magnates de las finanzas. Es así, a veces, que los hechos reales desnudan las falacias de quienes intentan (y a veces lo logran), vendernos recetas de shock para “conducirnos” al desarrollo, sin lograrlo, por supuesto. Los países centrales buscan arruinar nuestras iniciativas para obligarnos a vender barata nuestra materia prima. Así de fácil.
Lo de las burbujas económicas al estilo liberal, son ahora un caso escandaloso que pronto será cerrado y posteriormente olvidado por millones de imbéciles que contribuyen con sus aportes y ahorros a que crezcan desaforadamente estos gigantes con pies de barro, llamados eufemísticamente “corporaciones privadas”. Lo que omiten decir los medios de distracción masiva, es que son realmente depravadas y no otra cosa. Pero ahora, ante el muro de lamentos del Capitolio, parece que los capitalistas descubren que el socialismo no eran tan malo como parecía.


¡Detengamos el segundo puente!



Luque, 25 de setiembre de 2008.

Tenemos a las puertas de nuestra Troya oriental un nuevo presente griego para facilitar aún más la penetración (sin vaselina, pre supuesto) de los bandeirantes de nuevo cuño. Dicen que Brasil financiará otro puente situado a la altura de Presidente Franco, sólo que rechazando la modalidad ferroviaria; por razones de costos y otros secretos diplomáticos que se los prefieren guardar en el coleto. Es que el Brasil nos quiere vender todo lo que pueda producir al precio que ellos fijen; mientras pagan lo que les canta la bunda por nuestra energía eléctrica, cautiva del inicuo tratado desde 1973.
Una larga historia de expolios, que se remonta a la puesta en saco de riquezas, muebles y documentos tras la guerra genocida de 1865 al 70 —y que aún se niegan siquiera a que se los investigue—, nos ha dado la pauta de sus reales intenciones. La descarada y lenta penetración de sus empresarios latifundistas y madereros en nuestro ya depauperado territorio ha sido la constante, desde nuestra “apertura al este” allá por los años sesenta. Ahora piensan atacar al Paraguay desde otra cabecera de puente, diseñada para entrar más que para salir. Es decir, seguirán boicoteando a nuestros productos de exportación como siempre, Receita Federal y Ley del Embudo mediante.
No debemos aflojar ahora, justo cuando está en el platillo de la balanza de Themis nuestra reivindicación de Itaipú. Brasil no tiene derecho a seguir penetrando en un país pequeño al cual tanto debe históricamente. Ni siquiera su presunta superioridad le otorga este derecho de vulnerar nuestra soberanía a través del Paraná, convirtiéndonos en una sub provincia más, que sus intenciones son bien claras al respecto y ni se toman la molestia de disimularlo.
Tampoco se debe dar mucho crédito a sus ofertas de financiar líneas de transmisión o la subestática de la margen derecha, cuyos costes superan los setecientos millones de dólares, que deberán pagar nuestros nietos y bisnietos. De seguro no los pagará el Brasil, y es de esperar que el coste del segundo puente se nos facture de nuevo y nuestras deudas e intereses con el vecino permitan que los efectos del tratado de Itaipú vayan mucho más allá del 2023, que la usura ni la picardía no han desaparecido de sus agendas.
Debemos oponernos con la fuerza de la diplomacia y el derecho internacional a las pretensiones hegemónicas poco o nada disimuladas por nuestros vecinos. Puede que haya algún traidor o cipayo nativo que aplauda esas dudosas muestras de “amistad” y “cooperación”, pero creo que después de las anteriores experiencias con ellos, no debemos chuparnos el dedo y asentir sin contrastar otras posibilidades. Es probable que la amabilidad del “hermano del Este” llegue a obsequiarnos un peine cuando estemos calvos y peladinhos.
La conclusión es que debemos detener los planes del Brasil en relación a la construcción de más puentes de penetración sobre el Paraná. Por lo menos hasta que se avengan buenamente a reconocer nuestros derechos sobre la energía de Itaipú, además de permitir nuestras exportaciones, sin trabas. Si les permitimos hacer cuanto quieran con nuestras fronteras, será mejor que renunciemos a la soberanía y nos hagamos súbditos del sub imperio verdeamarillo para siempre, pateando al tacho nuestra historia de resistencia. Eso sí, antes debemos aprender el portugués y olvidarnos del guaraní.



De Tratados y otras conspiraciones.


Luque, 5 de octubre de 2008.


Mucha tinta se derrama nuevamente por los tratados y cartas de intención, firmadas con Venezuela, cuyos detalles no mencionaré por ser harto publicitados por la prensa sensacionalista que “alerta” contra la “injerencia” venezolana en nuestros asuntos internos; como si fuera que ya no tuvimos suficiente injerencia durante la Guerra Fría y los espadones de turno, de Estigarribia a Stroessner, e incluso durante la breve era Rodríguez. También sufrimos injerencia del Brasil de los militares golpistas, de la Argentina menemista y ahora a causa de la “guerra antiterrorista”, que muy pocos recuerdan.
Es obvio, de toda obviedad, que América Latina se está poniendo los pantalones largos de la emancipación, a caso dos siglos de la supuesta “independencia”; con el sano propósito, errado o no, de intentar dejar de ser el Patio Trasero de ésos que sabemos. Mucha sangría ha costado al pobre Sur, la implantación de la hegemonía del “hermano mayor”, que sigue siendo mayor dejando de ser hermano, encima dándose el lujo de amurallar toda su frontera austral para dejar afuera a los indeseables vecinos.
Los intelectuales latinoamericanos de hoy ya no rinden culto sino a la inteligencia; hace mucho que dejaron de lado la pesadilla del utópico “american dream” por otras opciones más realistas y éticas. Ya nadie con dos dedos de frente se chupa el dedo pensando que los demócratas serán mejores aliados nuestros que los republicanos. Ambos están siendo amamantados por los mismos entes corporativos que ambicionan nuestros recursos y nos imponen injerencias militares, nos guste o no. Ambos representan intromisiones, aún con ritmo de guarania o sones de arpa para dorarnos la píldora.
Nuestros países están siendo vulnerados en su soberanía, mediante políticas de choque impuestas por la usura internacional, con la interesada ayuda de gobiernos corruptos impuestos por ellos para vaciar a nuestros países de futuro a trueque de “ayuda al desarrollo” y quienes hemos vivido los años posteriores a la II Guerra Mundial, lo sabemos con certeza apodíctica. Entonces ¿a qué temer a los cambios de ruta?
Si una potencia emergente en América del Sur nos ofrece ayuda para potenciar la cultura y la inteligencia —que es la mejor ayuda que podríamos desear y necesitar—, enhorabuena. Si el trueque de alimentos por petróleo nos conviene, celebrémoslo. No es posible que ciertos jerifaltes emitan opiniones apriorísticas contra Chávez, sabiendo que hemos sido acosados con injerencias externas casi desde la guerra de la Triple Alianza.
Resumiendo la situación, a los que se quejan del “secreto” de esos tratados y cartas de intención, les diría que todos los tratados firmados por nuestros gobiernos fueron secretos… hasta mucho después de entrar en vigencia. Remember Itaipú, Mercosur, Yacyretá y muchos más que no conocemos. Todo ello se hizo entre gallos y medianoches medio chanchas, y el pueblo ha sido poco menos que convidado de piedra, endosándole hechos consumados,
No creo, ahora que el “pensamiento Bolivariano”, ya adoptado por los países del Cono Sur, exceptuando Colombia y Perú, sea peor que la “Doctrina Monroe”.


[1] Acta Institucional No. 5, instrumento “legal” de la represión en Brasil.


ACCEDA A "TROVA SALVAJE" DE CHESTER SWANN

DESDE ESTE URL

http://www.tetraskelion.org/trova/index.html
Para acceder a las músicas compuestas e interpretadas por Chester Swann
con el Proyecto VOX POPULI, integrado por Noelia Núñez (voz), Lea Rodas (voz).
Horacio Cordeiro (Estudios Adagio), Quique Calabrese (Guitarra, pista 11), Rolo
Chaparro (guitarra, pista 10), Chester Swann (guitarras eléctricas de 6 y 12 cuerdas, teclados sintetizadores y samplers, bajo electroacústiuco, arreglos,
voz, coros, composiciones y montaje final)

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