lunes, 18 de agosto de 2008

Cartas Ciudadanas

CARTA CIUDADANA XXIX
De traiciones y traidores
Garabatea: Chester Swann el censor

Luque, 7 de setiembre de 2008.

El desmantelamiento de la mafia del maletín, fue apenas un golpe parcial (digo esto, porque, con un poco de inteligencia y paciencia, no hubiera volado la perdiz y se podría haber limpiado al aparato estatal). La parte mínima de una antigua pandilla que lucraba contra el estado —en las aduanas y puertos, además de peajes y otras oficinas recaudadoras—, que supone apenas una pírrica victoria contra la corrupción. Sólo pudo derretir la punta del iceberg.
Es casi seguro que, muchos de estos topos de la administración pública, serán desvinculados del caso o sufrirán penas mínimas, dada la indulgencia de nuestras instituciones hacia los iscariotes, colorados o liberales, que también los hay.
Una indulgencia antinatural, ha inspirado a nuestros legistas penales de la complacencia, dada la gravedad de los casos que involucran y salpican a mucha gente, al menos desde 1956 en adelante (que es lo que yo mismo conozco). Es decir: desde los días de Alfirio Canatta, el general Raimundo Rolón, González Flores, Tomás Santos y otros sucesivos jefes e interventores, bajo la astuta batuta del tirano militar que no acaba de desaparecer del todo.
Si esto se hubiera descubierto en China, pongamos por caso, todos los involucrados serían pasibles de juicios sumarios y duras condenas por alta traición. Muchos hasta serían despenados expeditivamente en un estadio a boletería llena, con un piadoso tiro en la nuca, tras serles embargados sus bienes como correspondería en justicia.
Nunca tendremos un país con instituciones serias, mientras nuestras lábiles leyes sigan siendo objeto de bufa y escarnio de abogados chicaneros, fiscales complacientes y jueces venales vinculados con los políticos. Tampoco iremos adelante con esta inmerecida indulgencia hacia lo protervo. Estos casos de latrocinio organizado contra los bienes de todos, ameritan tolerancia cero para con los réprobos y penas bien duras, como para desalentar a futuros conspiradores de la caja chica.
Por ejemplo, un embargo total de los bienes malhabidos y trabajos forzados en el Chaco, en mantenimiento y reparación de rutas, por ejemplo; además de la pérdida de los fueros de ciudadanía. El paraguayo, especialmente el correligionario, es capaz de pasarse limpiamente hasta cinco años en una celda VIP, sin pestañear ni trabajar, hasta dándose el lujo de escribir un libro, como Valentín Gamarra. Total, al cabo disfrutará de la fresca viruta después de ser mantenido a costas del pueblo; que, en este país de idiotas tolerantes y complacientes nadie gana ni pierde reputación, al decir de Cecilio Báez.
Pero si le tocan el patrimonio sisado con malas artes… quedando en la calle y sin posibilidades de volver a las andadas…, le dolería profunda y visceralmente. No predico que se les aplique el merecido fusilamiento sumario, pero sí, que las penas sean lo suficientemente ejemplares como para no tentar a nadie a imitarlos; que la espada de Dámocles es harto elocuente y disuasiva.
Lo malo es, que los legisladores y juristas han hecho leyes y códigos penales soslayando la figura de la Alta Traición; justamente pensando en ellos mismos y en sus partidos políticos en función de ¿gobierno?
Si se llegasen a investigar todos los desmanes, de sesenta y pico de años de poder discrecional, creo con certeza apodíctica, que se hallarán méritos suficientes para la disolución de ese totalitario partido, con embargo de su patrimonio y penas carcelarias a muchos dirigentes y afiliados. Un partido, éste, absolutista y excluyente, que ha succionado la sangre de su propio pueblo, no es digno de sentarse en curules y bancas como si nada hubiera pasado y, encima, con cara de yo-no-fui. ¿O tan imbéciles somos, como para creer en sus proclamas democráticas a la moda, o un aggiornamento extemporáneo?
Si hubieran colorados decentes, deberían haber renunciado indeclinablemente a esa “asociación de hombres libres” —como reza, incongruente y vano, su estatuto de utilería—, que coacciona a sus afiliados, persigue a sus adversarios, asesina y secuestra a opositores y elude el debate ideológico, buscando mimetizarse a los nuevos tiempos; pero sin renunciar a sus dolosas mañas cleptocráticas.
Si no lo hacen ni lo hicieron tras 1989, es que son cómplices y encubridores de esa asociación lícita para delinquir. Y esto mismo es válido para los llamados “liberales”, que tampoco soslayan lo delictual si se les da la oportunidad; aunque el delito no tiene color definido, ni bandera alguna.
Es el ejercicio de poder discrecional el que transforma a los hombres en delincuentes. La impunidad “política” los perpetúa, como bien supimos ver y nos negamos a admitir.
Por ello, debemos oponernos con fuerza a todo intento de reelección, fuese de hombres o de partidos; que la alternancia automática debería ser constitucional, para que haya un control patriótico sobre las funciones administrativas. Pero sostengo, que nuestro código penal es harto lenitivo, tolerante y condescendiente para con los grandes ladrones; mientras la vesanía brutal de la policía castiga con dureza irracional a quien roba mendrugos a causa del hambre. Un hambre que, casualmente, es provocada por esos traidores custodios venales e indignos de la cosa pública.
Y miren que soy cauteloso y comedido con los adjetivos. ¡Delenda est corruptionis!

CARTA CIUDADANA XXVIII
Un dudoso Puscht de sainete circense.
Escribe y divaga: Chester Swann


Luque, 4 de setiembre de 2008

El sainete continúa. Los partidarios del Presidente, aglutinados en variopinta alianza, convocaron una manifestación de apoyo para hoy, ante “una amenaza de golpe de estado”; cosa negada por los presuntos implicados y signada por la prescindencia del general-enlace, autor de la especie alarmista. No sabemos qué destino darán al correveidile Máximo Díaz Cáceres —ahora reducido a su mínima expresión—, pero lo seguro es que lo suplantará un coronel, quizá un poco más inteligente y avispado que su desafortunado predecesor.
Toda esta retahíla de dimes y diretes sólo comprueba la falta de coraje de tirios y troyanos, incluyendo al medroso nuevo Presidente, que, a partir de ahora, será prácticamente un prisionero de su propia guardia pretoriana… como sus antecesores. El inexperto Lugo mordió el anzuelo del presunto “golpe”, sin pensar en las consecuencias, entre ellas la pérdida de credibilidad, la más grave de todas. Y ella se produce desde el momento en que el líder da muestras de temor e inseguridad, rodeándose de adulones, gorilas armados para combates inexistentes, sicofantes y cortesanos zalameros.
Tocar a rebato sin tener pruebas sólidas de las reales o supuestas intenciones golpistas, despertó una alarma innecesaria en la población y en los gobiernos periféricos; esta pésima gaffe recuerda algo al chiste del pastor mentiroso que denunciaba al lobo. Si el Presidente fuera un poco más aplomado y astuto, no hubiera hecho saltar el gazapo antes de una comprobación fehaciente de los hechos. Un trabajo de inteligencia, unas buenas carnadas y un poco de comedimiento por parte del general Díaz, podrían haber tenido buenos “frutos” echando a los conjurados (de haber conjura, claro) en una celada inteligente y desbaratando sus intenciones. Ahora es tarde y sólo queda plaguearse por algo irreal y supuesto. El pájaro ha volado.
Pero, de todas maneras, queda una lección bien clara para los políticos. Los peces caen por sus bocas. Los políticos, por sus bocas y oídos.
Pero Lugo, con esta acción poco pensada y para nada prudente, se está alejando del pueblo que ha confiado en él, al refugiarse entre sus blindados perros guardianes, en lugar de caminar con la frente alta ante la gente y sin temores. Después de todo ¿De qué le sirvió al viejo Stroessner su Regimiento Escolta Presidencial con todo y artillería pesada?

Hay muchas armas democráticas para derrotar a los aspirantes a usurpadores; la desobediencia civil, entre ellas, que a las armas las carga el diablo. Y justo al presidente se le ocurre ahora hacer un pacto con el diablo en trueque de una efímera “seguridad”, aún sabiendo que nadie atentará contra él ni lo intentará siquiera. No al menos los colorados, que prefieren las sucias guerras de chismes y desgastes políticos; mucho menos peligrosas éstas que los alzamientos armados de otrora.
Mientras sigue este sainete, el Congreso Nacional está dejando de lado lo más importante para la buena marcha administrativa del país. La designación de Jorge Corvalán al frente del BCP, la de Darío Arréllaga en el directorio y otras designaciones programadas que requieren el aval del Congreso. El país marcha a la deriva, con el agravante de no tener ni siquiera piloto automático, pues el principal timonel está asustado. Y eso sí, es grave. Esta vez podríamos decir que el miedo es zonzo, ciego, sordo y manco.
Es menester echar aceite balsámico sobre las encrespadas olas de la desinteligencia y calmar ánimos. Eso sí, el presidente del Congreso: González Quintana, debe dar un paso al costado, al igual que Nicanor Duarte, Rubén Candia Amarilla, el Dr. Morales, Lino Oviedo y su oficioso e intrigante abogado Lelis Olmedo. Nicanor Duarte debe aún hacer su declaración de bienes, excluyendo a sus testaferros y poner en orden su desordenada contabilidad.

Somos muchos los que creemos que debe ir a la cárcel, antes que al Congreso. Y ojalá que la Contraloría General de la República nos demuestre que estamos equivocados, pero de buena fe.


CARTA CIUDADANA XXVII

La incómoda e inusual llanura.
Borronea y delira: Chester Swann


Luque, 3 de setiembre de 2008

Me causó algo de extrañeza la noticia alarmista de un supuesto intento de golpe; aunque, no tanto por cierto, la presunción de que los colorados se sienten sapos de otro charco, lejos del poder a que están tan acostumbrados hasta ahora. Aún no pueden creer muchos de ellos, que ya no pueden meter mano en lata, ni recomendar correligionarios o apoderarse de tierras ajenas, entre otras cosillas desprolijas que se investigan. Esto hace suponer que no dudarían en retornar, si pudieran, o si la cobardìa no fuera un freno disuasivo a sus ambiciones frustradas.
Pareciera que les cuesta asumir que ahora son parte de la oposición y que las mieles del poder endulzan otras bocas. Ya venían amenazando, a sotto voce como dicen los cocoliches, que el gobierno Lugo no duraría cinco meses, y que ellos “a votazos o a balazos” recuperarían el sillón de López a como diera lugar. Pero estas son fanfarronadas típicas de perros que sólo ladran encadenados, sin poder morder. Que lo diga doña Deló Riveros, toda una pistolera de la política.
Es cierto que para hacer un cóup d’étát que se precie, necesitarían, los políticos, golpear primero los crípticos portones castrenses con el debido sigilo y dar con las personas indicadas. Éstas debían tener carisma militar, don de mando y ser de armas tomar, como los Jara (Albino y Plácido para los caídos del catre), Chirife, Franco, Ortega, Rodríguez y otros ¿ilustres? espadones de la patria.
Lamentablemente para los nostalgiosos, cambiaron las reglas del juego y ningún uniformado quiere perder carrera y cargos en aventuras descaballadas (sic); que la caballería ya no dicta pautas como antes y las órdenes vienen del Presidente, a vuelapluma.
Si alguna intención hubo en este caso, puedo opinar (que la opinión es personal y gratis) que la misma debió morir en el vientre materno de aborto espontáneo antes de ser concebida. La cosa no pasó de una conversación informal entre amigos y cómplices (correlí, se decía antes). Claro que Oviedo tiene antecedentes golpistas, pero bobo no es; mas el pobre general, Máximo Díaz Cáceres, se vio perdido en su intríngulis verbal, ante el acoso de la prensa, cayendo prisionero de sus propias palabras contradictorias, más propias de un correveidile que de un pundonoroso militar de carrera. Aunque mi abuela solía decir que “militares eran los de antes”, quizá sin mengua de razón. Los de hoy día, van a pensar dos veces, antes de sacrificarse por la patria saliendo de sus cuarteles en pos de quimeras. Suponiendo que les permitan pensar, claro, que el verticalismo hasta eso les niega a trueque de obediencia ciega.
Pero lo lamentable es que el propio Lugo haya caído en la trampa de los chismes interinstitucionales, reaccionando apriorísticamente a tontas y locas, a los apurones, sin hacer las averiguaciones previas del caso. No le hubiera costado mucho hacer un trabajo de inteligencia (a veces dudo de ella, pero algo debe haberla por ahí) y verificar bien la información, antes de hacer correr la perdiz y dejar volar la liebre (sic). Ahora la cosa va a ser un simple cotorreo insulso, de palabras acusatorias y negaciones o rectificaciones ante vanos escribanos; algo tan intranscendente como para distraer a la opinión pública de los reales problemas cotidianos.
¿O es que la política consiste apenas en un simple juego distractivo para imbéciles y periodistas crédulos? En tal caso, me hubieran avisado antes del 20 de abril para poder quedarme en casa ese día y disfrutar de un domingo feliz.
Ahora es tarde y debemos aguantar lo que venga, que a eso hemos votado: al cambio de timón. Pero, si este jueves pasan lista frente al cabildo, es seguro que estaré ausente. Nunca me gustó sentirme manipulado en el anonimato de una multitud desorientada.








Sonría. Le están extirpando el cerebro.
Advierte y alucina: Chester Swann.

Luque, 3 de setiembre de 2008


No hace mucho tiempo estaba escribiendo (que es mi manera de hablar) acerca de las “bondades” de las sucesivas reformas educativas que fueron implementadas desde 1957 a la fecha y sirvieron, entre otras cosas, para crear personas (no me atrevería a llamarlos “ciudadanos”) acríticas, conformistas, amantes del facilismo y la mediocridad, ignorantes diplomados, fieles súbditos de gobiernos imbéciles y cleptocráticos y de santos de madera pretendidamente milagrosos. Tal lo exigen las nuevas “normas” de la libre empresa, el laissez faire y los partidos políticos que colaboran con ellas domesticando a las masas, vía educastración mental.
No es necesario presentar pruebas al respecto, que los hechos cantan por sí solos. La larga y consentida tiranía de Stroessner, la afición de mucha gente por los mesiánicos como Lino Oviedo, las creencias fatalistas del común, las apuestas a quinielas, loterías y otros juegos de azar, la afluencia de “personas” a los astrólogos, quirománticos y tarotistas —bien promocionados por la gran prensa, por cierto—, son hechos palpables que desnudan el descerebramiento curricular colectivo Por supuesto que hay excepciones, como en todas las reglas.
Una “inmensa minoría” ciudadana se exila voluntariamente de la ignorancia, sin ayuda del sistema, claro. Unos cuantos desubicados pueden darse el lujo de hurtar el bulto a la mediocridad, libros mediante y huyendo del rasero aceptado por la generalidad. Una ínfima proporción aritmética de la población visita, subrepticiamente y como al descuido, bibliotecas, teatros, exposiciones y conciertos. Unos cuantos rara avis cultivan la sensibilidad del espíritu, antes que la vanidad y las cuentas corrientes que alimentan a la pavada social. Y, dentro de todo, esta minoría ecléctica y cuestionadora será la que nos lleve hacia el futuro; toda vez que el Banco Mundial no ofrezca al nuevo gobierno la golosina dolarizada de otra “reforma educativa” para bobos y alienados. Aunque de hecho ya la ofreció, pero esperamos que no muerdan el anzuelo.
Si ahora no apostamos (¡Bah! Es un decir, que detesto las apuestas aleatorias) al desarrollo de la inteligencia, la investigación, la tecnología apropiada a nuestro ambiente y promovemos las artes… estaremos peor. Si algo pudiera empeorar más de lo ya experimentamos en carne propia y ajena.
Puede que el infortunio paraguayo tenga más que ver con su visceral rechazo a la inteligencia, que a guerras internacionales, políticos venales, deuda externa y otras plagas pos bíblicas. De haber inteligencia sembrada en el común, no habría menester de corrupción, picardía, salvajismo, intolerancia y otras virtudes al revés, de la que tanto se jactan, el pueblo y sus caudillos oportunistas. Habría sencillamente convivencia en el respeto a la ley y a las opiniones, sin llevar sangre al río, tal estamos acostumbrados desde los días del coloniaje.
Por otra parte, una ciudadanía inteligente, es físicamente sana y moralmente responsable, aunque esto no convenga al sistema; que lucra con la pobreza y la ignorancia del montón. Y lo peor, es que nos hacen creer que nos ayudan a superar la pobreza; nos engañan con la zanahoria del burrito y la carnada del pez y, encima, pretendiendo que nos hacen el favor.
Pero si las reformas educativas siguen… entonces sugerimos a los paraguayos que sonrían, con la benedicta expresión de los idiotas, mientras invisibles cirujanos les extirpan el cerebro.















REFLEXIONES ANTERIORES:





Lino Oviedo, el neofascismo y los Chicago Boys.

Luque, febrero 2 de 2008

Tras su esperada “liberación”, aunque al estilo cuerda-larga (sambuku para los desinformados) por si las moscas, el jinete de las tormentas se prepara para correr por el primer lugar (dicen sus fanáticos que no nació para segundón). Hasta ahora esgrimió un discurso populista para incautos, izquierdizante para los culturosos, matizado con exabruptos de derechas conservadoras y condimentado con el dulce veneno neoliberal para los agiotistas y especuladores.
Esto último, evidentemente, atrajo la atención de los fascistas transandinos, engordados con la larga dictadura del genocida Pinochet y las dulces mieles de la especulación financiera.
Ahora, éstos ofrecen apoyo incondicional —Chicago Boys incluidos— al jinete apocalíptico y herrado, para encabezar una alianza “anti izquierdista” en la mal llamada América Latina, a fin de enfrentar a los Evos, Chávez, Lulas, Correas y otros “factores desestabilizantes”, cuyo crimen, políticamente incorrecto, es recuperar los recursos y las riquezas naturales robadas por la rapiña extranjera y restituir la dignidad y la soberanía a sus países que, no por geográficamente pequeños, son menos dignos de respeto.
Un tal Rodrigo Eitel, oscuro personaje que ni disimula su aliento fascistoide no aggiornado, propone al ex general apoyo de la ultraderecha latinoamericana; de los asesores del despelote económico y de los inagotables fondos de “la Compañía” (CIA, para los caídos del catre), quien ya pusiera sus granitos de arena para asesinar y torturar a miles de simpatizantes de las causas populares de todo el sub continente.
Es casi seguro que el desmontado jockey ha de aceptar tal gentil ofrecimiento, a fin de “reencauzar” el despojo y la corrupción que caracterizan a las derechas. Tal vez hasta se ofrezca a reatar los hilos de la histeria, si así les conviniera a los neofascistas emergentes.
Quizá esta oferta de apoyo extranjero a su campaña política (cosa prohibida, expresamente, por nuestra coja constitución, que renquea sobre tres patas), sirva para hacernos recapacitar acerca de las verdaderas intenciones de este megalomaníaco impenitente, que, no contento con haber esquilmado al país, lucrando con la devastación de parques nacionales, cobrando coimas por importación de combustible (hasta su pase a retiro en 1996, por lo menos, percibía U$S 5 por metro cúbico), protección de contrabandistas y otros pecadillos a la carta, ahora se presente como redentor de los humildes y paladín del campesinado.
Y, de seguro habrá quienes lo sigan ciegamente, más por “compartir” su fortuna mal habida, que por su dudoso carisma o sus presuntos quilates intelectuales.
Por suerte los tontos no pueden volar, que de no, eclipsarían al sol, dejándonos en sombra perpetua. Quien no lo conozca, que lo compre.




A propósito de secuestros…

Luque, marzo 13 de 2008




Mucho se ha intentado descalificar a uno de los presidenciables sobre la seguidilla de secuestros, supuestamente efectuados por adherentes del micropartido Patria Libre. También con el sambenito de concomitancia con las FARC y otras sandeces —nunca comprobadas, pero sí aptas para rumores malintencionados y guerras sucias— a las que ya nos acostumbraron quienes ven la derrota posible y patalean como ratas en sótano inundado, aunque sin perder el cinismo y sus colores primarios.
Y ya que de secuestros se habla, sería bueno refrescar las mormosas y amnésicas memorias de quienes se erigen en apóstoles del Progreso, la Verdad, la Justicia y otros valores a los que por tanto tiempo fueron inaccesibles e insensibles.
Comencemos por los años de la guerra civil de 1947, cuando las “caballerías republicanas” de entonces, recorrían al trote las campiñas paraguayas, persiguiendo opositores o familiares, violando a mujeres emparentadas con los perseguidos y proscritos y hurtando cuanto cupiera en sus insaciables alforjas.
Es bueno recordar a los secuestrados desde 1954, cuando los colorados reataron los hilos de la historia unciéndose al carro triunfal de un general que ni siquiera fue golpista, ya que todos sus golpes previos (dos en 1948) acabaron en fracasos debiendo huir en la deshonrosa e incómoda valijera de un amigo; en cuanto al de 1954, se valió del comandante Mario Benito Ortega para asaltar la Policía, asesinar a Roberto L. Petit, secuestrar a Federico Chávez y poner a un testaferro como “presidente interino” o “provisional” (Tomás Romero Pereira) y, finalmente dar la cara frente al plato servido.
Desde entonces, se ha secuestrado, torturado y en muchos casos asesinado a detenidos políticos y exiliados incómodos, antes, durante y después del Plan Cóndor, sin perjuicio de los centenares de civiles —especialmente extranjeros— apresados con fines de robo por la policía y luego desaparecidos sin rastro. Muchos fueron arrojados vivos de los aviones de Transporte Aéreo Militar, tras ser secuestrados o capturados por las “Fuerzas de Seguridad” del nunca bien ponderado Patricio Colmán
La exigüidad de este espacio me impide recordar in extenso a todos los secuestrados, no sólo a los detenidos “políticos” del Banco Paraguayo de Datos, Ligas agrarias, OPM, Caso “pro chino”, caso Ca’aguazú y muchos más; que la angurria de la policía también secuestraba a gente como el entonces gerente del Lido Bar, el austríaco Otto Günter, el dueño del hotel Imperial de Oliva y Colón y cientos más, obligados a ceder sus bienes y, si tenían suerte, expulsados del país vivos, aunque muchos no fueron tan afortunados en este “país de las maravillas”.
También campesinos minifundiarios, quienes eran secuestrados para “vender” sus propiedades a estancieros civiles y militares que deseaban ampliar sus latifundiarias fronteras a costa de los pobres. Yo personalmente he conocido casos de ésos en la década de los sesenta, en la compañía Simbrón de Roque González (Paraguarí). También vi a criaditas secuestradas “por robos de prendas” y torturadas en la policía del entonces feroz comisario Ramón Saldívar y luego, venir la patrona a retirar la denuncia porque “su hijita perdió la cadenilla en el colegio”.
Tantas atrocidades ha recogido mi memoria durante la Segunda Reconstrucción y la complicidad colorada, que se haría necesario un volumen harto extenso para ello. Muchos inocentes eran empujados al delito (y aún lo siguen siendo) para oblar su “diezmo” a la policía corrupta que cuida de todo, menos de la ciudadanía. Y ni hablar de quienes hicieron su fortuna familiar a costas y amparo de esos desafueros, como la ilustre familia Cubas, hoy lacrimosa reclamante sin pruebas.
Es también reciente el caso de dos hermanos “secuestrados” por un fiscal y encarcelados sin pruebas por un crimen no cometido.
Muchos ciudadanos fueron y son secuestrados, simplemente “por caer mal” a un poderoso, civil o incivilizado; por reclamar algo a la esposa o amante de algún funcionario de medio rango o por querer cobrar una deuda a un uniformado.
Valgan estos ejemplos, para que la ciudadanía reflexione antes de ingresar al cuarto oscuro pensando en algún hipotético obispo secuestrador. Un día después del 20 de abril será demasiado tarde y nuestras esperanzas, sí, definitivamente secuestradas por los mismos de siempre, que también se especializan en secuestrar elecciones.


Tránsito a la Transición

Luque, 22 de abril de 2008


En esta histórica coyuntura en que una alianza multisectorial ha desplazado del poder —no al partido Colorado, sino a sus referentes de la corrupción, la laxitud, la ineficiencia, el latrocinio y la violencia institucionalizada con la capa de impunidad—, se abre un nuevo horizonte de desafíos. Muchos agoreros y pichados de la rosca mafiosa insinúan que esta alianza se hizo sólo para ganar las elecciones y después… si te he visto no me acuerdo.
Nada más inexacto. La APC tiene el desafío de administrar el país, porque todos han depuesto sus posiciones ideológicas a un lado para trabajar por la redención del pueblo paraguayo; no se han de apear de tales propósitos, aunque quizá cada grupo tenga sus propios proyectos sociales, económicos, culturales o cuanto quepa en sus alforjas intelectuales.
Pero sépase, que ninguno de los candidatos electos por APC es un improvisado o poseedor de escasa longitud de lápiz. Cada uno de ellos además tiene su base acompañante. Lugo no está solo. Tiene a todo un pueblo que acompañará su gestión en forma participativa y deliberante.
Ésta vez, el pueblo paraguayo —por centurias convidado de piedra del poder y apenas objeto de caudillos cazavotos—, será sujeto y protagonista de su historia y artífice de su destino. Será el patrón… al decir del propio Lugo, y no el eterno peón de los sinvergüenzas.

Pero además, sugiero, como ciudadano paraguayo en uso de mis derechos, que NICANOR DUARTE FRUTOS sea impugnado, por indigno de ocupar un curul en el senado. Un sujeto de tal calaña, soez, desbocado, prisionero de sus instintos primarios, violador del código electoral y, en dos ocasiones, de la Constitución Nacional, no merece tal investidura. En todo caso, debe transmutarse de presidente en presidiario, luego de rendir cuentas de su errática gestión política.

Este pueblo triunfante debe exigir cuentas a los traidores a la Patria y a sus cleptócratas y enviarlos a la Justicia donde deberán resarcir con sus bienes el perjuicio causado a la Nación.

La impunidad debe ser desterrada para siempre y la APC, deberá gobernar con la Constitución en la mano derecha y el Código Penal en su izquierda.

Sin otro particular, saludo y felicito al pueblo consciente de mi país.


¿Quiénes son los traidores?

Luque, abril 28 de 2008


El pretencioso y superlativo local de la A.N.R. se ha convertido —en el breve tiempo transcurrido desde el 20-A—, de coproteca lingüística y amplificador de guturales aullidos triunfalistas, en patético Muro de los Lamentos; o, en el mejor de los casos, de plagueos estériles y diatribario de acusaciones mutuas de traición al Partido por lo sabido.
Un ciudadano colorado, de profesión coronel SR y hermano del desbocado prócer de Tacuaral, suele perifonear —en su gangoso y escuálido lenguaje, como llamador de unas emisoras—, que “el partido está definitivamente perdido por causa de unos traidores que lo entregaron a la izquierda; que las seccionales pronto serán rematadas, los funcionarios colorados puestos en la calle y la junta de gobierno convertido (sic) en nido de ratas”.
Lo que olvida, el pundonoroso coronel es que recién ahora se desratizará al edificio de marras; se saneará su gangrenoso partido y las seccionales quizá se conviertan en escuelas de educación cívica, como deberían haber sido y se negaran a serlo. Exhorto a estos anquilosados profetas apocalípticos que den un paso al costado (o varios) para dar lugar a una nueva generación: políticamente sana, éticamente educada y, sobre todo, de hombres libres como proclaman en su estatuto. De lo contrario, que prediquen en el desierto.
Los exhorto a dejar de lado la caza interna de brujas, que los verdaderos traidores son quienes prostituyeron su bandera en pro de intereses espurios. Los traidores son quienes nos mintieron por tanto tiempo y encubrieron en patotas su cobardía servil durante una larga e ignominiosa tiranía.
Los traidores son quienes persiguieron a sus compatriotas, los encarcelaron, torturaron y, en muchos casos desaparecieron a sus adversarios y correligionarios disidentes, antes, durante y después del Plan Cóndor.
Traidores son quienes vendieron por los treinta denarios de Judas el futuro del país, en tratados “binacionales” de ciencia-ficción, claudicando frente a los intereses de nuestros victimarios de 1870.
Traidores son quienes escamotearon por décadas la voluntad popular en elecciones amañadas, hasta que alguien de su propio partido les dijera: ¡Basta!
Dejen de buscar traidores entre quienes sólo intentaron recuperar al partido para democratizar a la República. Dejen de acusar a sus correligionarios éticos señalándolos con el índice, mientras los tres dedos de sus palmas apuntan a sus propios rostros desvergonzados.
Mejor cúbranse de cilicio y meaculpas, tras severas penitencias de revulsiva y catártica expiación. Y devuelvan lo robado al pueblo, para invertirlo en educación.
Es justo y necesario.


De colores primarios… e instintos protoprimarios.

Luque, mayo 4 de 2008


Los dos partidos auto denominados “tradicionales”, fundados tras la hecatombe de 1870, respondieron siempre a sus orígenes oscuros. El uno, de divisa punzó, a los intereses del Brasil entonces imperial como parte de la “deuda de guerra”. El otro, el del azul metilenizado, a los intereses rioplatenses y mitristas. Ambos fueron acérrimos adversarios entre sí, aunque no siempre en beneficio de la patria, sino de sus santos patronos masónicos de extramuros y sus patrones esclavistas de intramuros.
Ambos dejaron huellas de sangre, luto, desolación y traiciones durante casi una centuria, turnándose asimétricamente en su política exterior pendular y en su política interna de la intolerancia. Ambos cargan sobre sí un tendal de deudas de lesa patria y crímenes no asumidos que avergonzarían al propio Gengis Khan.
Ambos utilizaron desde sus espurios orígenes, trapos de colores primarios, para un pueblo analfabeto y aliterado, destinados a identificarlos en sus rencillas y batallas intestinas. Ambos han hecho mucho daño a este paciente y estoico pueblo y es el momento de que justifiquen su existencia, aunque no puedan redimirse del todo.
Mas llegó la hora de la reflexión y la autocrítica, en estos días de júbilo y liberación en que este pueblo ha demostrado a ambos que no es esclavo de perimidos colores primarios ni falsos caudillos de opereta.
Ambos deben sincerarse, refundarse sobre nuevas bases éticas republicanas y crear nuevos símbolos que reemplacen esos nefastos colores en que se han embozado sus mesnadas y hordas por tantos años.
Colorados y liberales deberían ser Republicanos y Democráticos, enterrando para siempre esas atroces denominaciones colorinches cargadas de ignominia. Muchos se han de rasgar las túnicas ante esta mesurada proposición. Al menos los uncidos al yugo de la “tradición”, que finalmente no es sino una sucesión de vicios sociales no extirpados a tiempo. Otros, los más conscientes, quizá duden, pero acabarán por razonar la viabilidad de esta propuesta.
Ambos deberán desterrar sus viejos vicios y deshacerse de sus hombres-escombro —que los tienen en demasía—, y apostar a propuestas y planes estratégicos de desarrollo social a llevar a cabo —en comunión y continuidad sin importar a cuál le toque gobernar en el futuro—, que este sufrido país lo merece.
El desafío está lanzado.


¿Quiénes necesitan “seguridad”?

Luque, mayo 14 de 2008




El actual presidente, de cuyo nombre prefiero no acordarme, pidió encarecidamente al recientemente electo no retirar la guardia policíaco-militar a los ex presidentes, establecida, creo, por un decreto de Rodríguez, el último presidente militar que hemos tenido. Y, dicen que Lugo aceptó la sugerencia.
Acerca de esto, aventuraré algunas reflexiones brotadas del fondo de nuestra cotidianeidad; del día a día sin pan nuestro que disfrutamos (sin ironías, por favor) los paraguayos de a pie, como herencia de la Segunda Reconstrucción.
El ostentoso y amedrentador aparato militar creado por la tiranía para su guardia pretoriana, debió ser disuelta hace mucho y sus efectivos enviados a la frontera. A nuestras desguarnecidas fronteras que tenemos al noreste del país, donde traficantes de armas y otros artículos de primera necedad medran a su antojo, ante la ausencia de instituciones disuasivas en la región.
Hasta los federales y el GOF actúan impunemente en nuestro territorio, incluso asesinando a supuestos malvivientes, ante la lenidad e irresponsabilidad de nuestras autoridades. Asunción, sin embargo, está sembrada de retenes militares vestidos y equipados como para buscar una guerra a la vuelta de la esquina, mientras recrudece el crimen y la angustia provocada por la inseguridad, que sí es nuestra y de cada día.
Si tuviéramos una policía inteligente, honesta y patriota, no precisaríamos de gorilas onerosos para el pueblo, cuidando a quienes bien podrían pagar de su peculio una guardia privada, y nosotros —los civilachos, partikuné, como nos llaman despectivamente los uniformados a intramuros—, podríamos respirar en paz al sentirnos protegidos por quienes están designados constitucionalmente para ello.
Si yo estuviese en el lugar de Fernando Lugo, me atrevería a prescindir de esos Rambos de utilería, enviándolos a la frontera; bastándome el histórico Akãkaraja para rendir honores oficiales, como los Granaderos argentinos, y unos cuantos agentes de civil para cuidar de la seguridad del palacio de López. No necesitamos, en esta transición a la democracia, mantener esa costosa guardia pretoriana llamada Regimiento Guardia Presidencial.
Al apostar por Fernando Lugo, solicitamos un gobierno abierto, honesto, patriota y austero, que reinvirtiera los gastos suntuarios del estado, en lo más perentorio y prioritario: Salud, Educación y Agua potable. No pensábamos en un continuador de una nefasta tradición heredada del único legado de Stroessner: la “guardia presidencial”, y mucho menos para los ex presidentes, que con lo que sisaron del erario público bien podrían pagar a Wackenhut o cualquier otra, especializada en guardar a quienes tienen colas de paja, que por el tiempo que están en el candelero deben ser muchos.
En cuanto a nosotros, los civiles, ¿que nos parta un rayo? ¡Basta de despilfarros en esta nueva era civilizada!


Algunas sugerencias para la transición.

Luque, mayo 28 de 2008


Si bien es cierto que una gran parte del plan de gobierno de Fernando Lugo ha surgido de los “Ñemonguetaguazu” llevados a cabo en todos los rincones del país y de los trabajos de sus equipos de Educación, Energía, Salud, Vivienda, Soberanía Alimentaria, Economía y otros aspectos de la problemática social, hay algunos puntos aún pendientes de resolución y mucho dependerán de la voluntad política de la administración entrante.
En primer lugar, el muy conflictivo tema de la Reforma Agraria, que sugiero, se lleve a cabo con tierras malhabidas por generales y otros jerarcas de la tiranía stronista, generosamente “regaladas” por el nunca bien ponderado Papacito Frutos. Casi todos los militares de aquella nefasta era, iniciaron sus carreras como subtenientes y la culminaron como terratenientes, una jerarquía extraordinaria para premiar a los más pícaros, crueles y corruptos de su entorno. Y estas tierras, una vez localizadas en el catastro, deben ser recuperadas sin indemnización alguna, ya que sus espurios tenedores han hecho fortunas a costa de las mismas en estos años de infamia.
Otra propuesta es que los beneficiarios las reciban colectivamente para evitar que algunos vendan sus derecheras y sean organizados al estilo menonita o kibbutz, en cooperativas de producción y consumo. De esta manera la tierra indivisa deberá ser trabajada con bajo impacto ambiental y alta productividad, con asesoramiento de técnicos calificados y ayuda para infraestructura.
Hay que reconocer que muchos viejos campesinos han sido desplazados en los años sesenta de sus chacras por militares, como el coronel Teófilo Bento de Paraguarí (Yo viví en persona esos casos), el entonces mayor Otello Carpinelli y otros canallas que, al no tener registradas las tierras los campesinos, los despojaban de ellas a la fuerza.
El nuevo gobierno debe rastrillar, desde 1956, todos los registros públicos y las sucesivas transferencias de esas tierras para luego rescatarlas y redistribuirlas. También se debe hacer un plan para reeducar a los campesinos en nuevas técnicas de producción de bajo impacto ambiental, de tal manera que se cuide la tierra, rehabilitándola para devolverle su feracidad.
También debería prohibirse por ley la quema de campos y bosques y fomentar con incentivos la reforestación. Esto devolverá la normalidad a los ciclos de lluvias, que últimamente se han alterado en demasía. Muchos países han apostado a la alta productividad agrícola, pero el precio pagado es alto, al degradar el valioso mantillo de humus por un puñado de dólares en declive.
Creo sinceramente que una parte de las tareas organizativas deben manejarla los creativos, no sólo los tecnócratas. Éstos se limitan a aplicar fórmulas aprendidas o simplemente a hacer experimentos de ingeniería social copiados de extramuros.
Los creativos, en cambio, buscan soluciones nuevas e inéditas, adecuadas a su entorno, y, además, son capaces de extrapolar dentro de un problema, porque no están sujetos a ideas preconcebidas ni se habitúan a recorrer caminos trillados.
El primer y urgente problema social a resolver es la redistribución de la tierra para hacerla producir racionalmente. Luego lograr el incremento de impuestos inmobiliarios a latifundistas y, finalmente, lograr una reeducación alimentaria de la población a fin de tener un pueblo más sano, creativo, educado, respetuoso e inteligente, consumiendo productos nacionales, orgánicos y de buena calidad, desechando las importaciones alimentarias (de dudosa calidad) de nuestro perverso vecino del noreste.
El resto nos será dado por añadiduras.


¿Quiénes son los “invasores”?

Luque, junio 1 de 2008



Mucha tinta se está derramando últimamente con el tema de las “invasiones a la Propiedad Privada”, y ello es muy natural. A la propiedad privada hay que defenderla, como sea, con todas las armas de la ley… y de la trampa que contiene toda ley que se precie de tal. Pero como me gusta buscar pelos en la leche y moscas en la sopa, además de escupir en uno que otro asado ajeno y en la sopa del Rey, me permito plantear algunos interrogantes que me ratonean en el cacumen desde los años sesenta; si mal no recuerdo, desde la era en que éramos felices y no lo sabíamos.
En primer lugar, hace más de cinco centurias que hemos sido invadidos por unos señores que bajaron, envueltos en latas, de extraños bergantines. Al principio fueron acogidos los forasteros con hospitalidad por nuestros ingenuos antepasados, que no dudaron en compartir alimentos y hasta sus mujeres con los recién llegados, sin contrato previo de locación. Hasta que éstos desenfundaron sables y arcabuces para quedarse con todo: tierras, hombres, mujeres y frutos del país. Muchos muertos lo testimonian, pese a que la historia la escribieron los mismos que insisten en habernos civilizado, cristianizado, y ahora nos niegan la visa para ingresar a su país.
Posteriormente, el forzado connubio en absurdos serrallos del subdesarrollo, produjo un gentilicio híbrido y bastardo llamado “criollo” o “mancebo de la tierra”… o, peyorativamente: “mestizo”. Una suerte de parachoques cultural indeciso y dubitativo que duró hasta 1811, más o menos. Pero la tierra, seguía siendo ajena y cada vez más lejana del pobre, salvo para su democrática sepultura. Tras la gesta libertadora, un hombre, honesto, austero, sabio… pero intolerante al disenso, nacionalizó toda la tierra del naciente país, aunque permitió las ocupaciones a condición de que se la trabajara a conciencia con la sola obligación de abonar un modesto emolumento en aparcería al estado.
Nacieron las “estancias de la Patria” que daban de comer y vestir al incipiente ejército nacional, que era —pese a su exigüidad numérica— un celoso defensor de nuestra soberanía. No hacía falta invadir tierras que eran de todos y de nadie, como el aire, como el agua y las flores del campo. Nadie pasaba hambre y las necesidades estaban cubiertas por un estado autoritario y paternalista, pero honesto y austero, además de organizado. Claro, entonces la palabra era el documento más preciado.
Luego, tras el primer intento de autogestión tecnológica de los López, nuestro modelo autárquico incomodó a los vecinos y a su patrón: el imperio británico. Ésta vez la invasión llegó de nuevo, bajo tres aspectos: el económico, el militar y el cultural. No contentos con arrasar y pasar a saco a un país civilizado pero incomprendido y, encima incómodamente mediterráneo, la infame tríplice nos impuso la prohibición de nuestra lengua materna y mantiene su nefando tutelaje hasta los días de hoy, cipayos y traidores mediante.
La invasión prosigue, con prisa y sin pausa, despojándonos de bosques y campos con todo y fauna, contaminando nuestras aguas y envenenando a poblaciones nativas con abortos de la química Monsanto y dioxina; bastardizando nuestra cultura con sus voces extrañas impregnadas de cachaça y risotadas altivas; robándonos nuestra riqueza energética y, encima, burlándose de nuestra ingenuidad provinciana que los acogiera como a los peninsulares.
Nuestros depauperados hombres de la tierra —que de suyo han sido desarraigados durante la tiranía, por militares prepotentes, funcionarios corruptos, jueces venales, acopiadores, persecuciones políticas, deudas y puebleros tramposos—, ahora resolvieron dejar de dar la otra mejilla y tomar en sus manos lo que la injusticia les ha negado por tanto tiempo. Ahora resolvieron motu proprio dejar de dar la otra mejilla al sistema que los acorrala en la miseria; que para la ley, diseñada y legislada por los propios invasores, se santifica al capital por encima del ser humano, cada vez más desvalorizado como dólar del subdesarrollo.
¿Podría usted, estimado lector, animarse a señalar con el dedo a los verdaderos invasores? ¿Qué no? Entonces quizá sea, usted, uno de ellos… y aún no lo sabe.


De Liberales y de-liberados.

Luque, junio 5 de 2008


En esta coyuntura, extraña si las hubo, como monje cisterciense en un burdel, el pueblo aceptó (y eligió a contrapelo) una alianza que parece un pacto contra natura: el matrimonio concubinario y de conveniencias —casi un braguetazo afortunado— del P.L.R.A. teñido de azul prusiano y las variopintas izquierdas del espectro cromático, desde el rojo radical marxista-leninista, al rosado centrisquierdizmo filizzoliano, contemporizador y acomodaticio, capaz de pactar con dios y el otro si se frunce la ocasión. Que si a ésta no la pintan calva, le ponen peluquín.
Por una parte, es alentador que todo este abanico cromático se haya unido en torno a un proyecto político progresista de cambios, antes que a una bandera del color de hemorragia mal curada; es decir, lo mismo de siempre. Es altamente auspicioso que las fuerzas populares, quizá movidas por la bronca y el hartazgo, se hayan agrupado en torno a la figura de un hombre ajeno a todo lo que siempre fue la política criolla: declamaciones huecas, insultos fanfarrones, matonismo callejero, fanfarrias triunfalistas y prepotente lenguaje de taberna, incluidos tragos largos a la carta.
Realmente pude constatar que finalmente, y escarbando un poco en la historia de los partidos llamados “liberales”, las diferencias entre éstos y las izquierdas descafeinadas e intelectuales de nuestro heterogéneo parnaso, no son tan abismales como pareciera al principio.
El liberalismo ilustrado, antimonárquico, burgués y anticlerical, surgió en la turbulenta Europa del Kultürkampf del siglo XVIII, cuando ya el feudalismo se llamaba a cuarteles de invierno y la burguesía snob (sinæ nóbilis) reclamaba sus fueros a las decadentes monarquías. Especialmente en la Francia de los Capetos. Es decir, como un partido de izquierdas. Claro que, con el tiempo y una vez consolidado en el poder, guillotina mediante, el liberalismo comenzó a coquetear como quien no quiere la cosa, hacia la derecha de Dios patrón que no padre, aunque quizá no en busca de alguna salvación ultrasepulcral y metafísica, sino de sus fueros bancarios terrenales. Es que también el ateísmo masónico francés estaba de moda, gracias a dios, y a su contraparte que prefiero no nombrar.
Hoy por hoy, muchos liberales ultras ignoran los orígenes izquierdosos y progres del liberalismo radical y piensan que éste siempre ha sido el ariete del capitalismo salvaje (no existe otro, que yo sepa). Pero nada más erróneo. Las divisas de “Liberté, Egalité, Fraternité” y Les Droits de l’Homme, no fueron fruto de las derechas ni mucho menos. Recién años más tarde, el liberalismo comienza a ramificarse, gracias a muchos teóricos y filósofos, como Heidegger, Hegel, Marx, Engels, Bakunín, Kropotkin y otros, algunos de ellos conspiradores profesionales, y quisiéramos creer que bienintencionados.
Al contemplar la miseria a que se sometía a los asalariados del boom manchesteriano de la Revolución Industrial británica (ajeno al liberalismo, por otra parte), muchos liberales de verdad hicieron reclamos reivindicativos de mejoras salariales y reducciones horarias, con dispar resultado. Algunos utópicos como Robert Owen, anarquista cristiano, propuso la tesis de la revolución cooperativa. Otros optarían por la revolución armada o por las huelgas, como la de Chicago o Ludlow —donde fuero ametrallados ciento dos operarios a instancias de John D. Rockefeller—, y las luchas sindicales de los wooblies de la confederación mundial de trabajadores (WWO en inglés), ferozmente combatidas hasta con linchamientos y prisión a sus miembros.
El abanico del espectro fue haciéndose cada vez más amplio y ahora, a causa de la división, el primitivo ideario liberal ya es casi irreconocible. Pero ello también ha ocurrido con el cristianismo, con el judaísmo y el Islam, y quisiera creer que ha afectado también al budismo e hinduísmo. ¿Por qué no a las ideologías?
Pero ahora, el liberalismo criollo clama a los cielos porque alguien sale del libreto pactado en la Alianza, y se rasca (sic) las vestiduras. Nada más, porque SU candidato presidencial —que finalmente es de todos—, legitimara ocupaciones de tierras de algunos financistas de la campaña electoral (No creo en ellos, pero que los hay, los hay). Campaña reñida como pocas que ahora los catapultara al poder, aunque más bien como condóminos que no como titulares, ojo.
Creo, que es el momento de reflexionar y me atrevo a exhortar a los metilenos a que hagan un autocrítico examen de conciencia y se atrevan a tomar al toro por las astas. Es decir, a revisar la política de “reforma agraria” implementada desde 1957 en adelante. Y que recuperen, como alianza —en este período de cogobierno— las tierras que nunca debieron enajenarse a esos tipos que sabemos, y se dignifiquen de una buena vez, apostando por su país y su gente, antes que por intereses exógenos, que defendieran denodadamente desde su creación en el siglo XIX.
Y creo que, en esta coyuntura actual, no es pedir mucho. Salvo que deseen retornar a la llanura (a la que, según parece, ya se estaban acostumbrando hasta encariñarse con ella) en el próximo período electoral, que cinco años pasan volando y el tiempo no es eterno. Los desaciertos, tampoco.


Impresentable representatividad.

Luque, junio 13 de 2008


He resuelto poner en tela de juicio el tema de la representatividad, especialmente en el ámbito socio político que, mal que nos pese, soporta nuestra atroz demografía contaminante y contradictoria. Las veces que me ha tocado decir algo, cantar o simplemente guardar silencio, lo he hecho por mí mismo. No en representación de un pueblo al que por treinta y cinco años —cuando éramos felices y no lo sabíamos—, no tuve el gusto de conocer.
La conquista de la palabra ha de liberar al ser humano —al animal político, si se prefiere, que todos llevamos adentro—, de espurias representatividades colectivas de larga data. Este engendro enajenante y delegador, heredado de algunas sociedades cautivas estructuradas jerárquicamente, no debería tener vigencia —salvo puntuales excepciones de incapacidad, minoridad o ausencia—, en una sociedad libre, igualitaria ante la ley. Y sobre todo, en una organización horizontal de ciudadanos, responsables por sí y ante sí, y también ante los demás.
En esta vuelta de la rueda de la historia, al menos en el Paraguay, debemos pensar en el acatamiento a la Ley como única matriz ética de la sociedad, pero no renunciar a la Palabra. A nuestra palabra. El modelo “democrático” de la culta pero corrupta Atenas podrá servir como hito referencial de una época conflictiva (realmente todas lo son), pero dado su carácter clasista y esclavista, poco ha aportado a su propia historia, salvo engendrar tiranos que se erigieron en “representantes” de una clase determinada. Llámese nobleza, plebeyos o periecos e ilotas, irredentos e irresponsables por hallarse en exclusión y al margen.
Nuestros antepasados guaraníes tenían un modelo social en el que mujeres y varones mantenían una cierta separación de roles. Su ley era la costumbre (ley consuetudinaria) y el caudillo era electivo en tiempo de guerra o conflictos con tribus limítrofes, pero su mando fenecía con el conflicto resuelto. Las dos “instituciones” consuetudinarias eran en tiempo de paz, a saber, el consejo de ancianos y el consenso, algo que requiere sentido común y algo más.
Sin embargo, el sistema llamado “democrático” no permite el consenso, sino la representación de los más numerosos, aunque sólo se imponía la cantidad sobre la calidad. Es decir la fuerza del número, que no siempre se obtenía con justicia y sin trampa. El buen sentido queda sepultado bajo la turbamulta “mayoritaria”, que no siempre actúa con equidad respecto de los demás. Es decir: la “minoría.
Supongo que algo debemos aprender de nuestros ancestros guaraníes. Especialmente con estas crisis de representatividad a que nos han llevado períodos largos de dictadura militar, transición (en base a la transacción) y, finalmente, el veredicto popular que ha roto esquemas perimidos de fidelidad cromática al color primario y una estructura basada en el caudillismo. El pueblo paraguayo debe ser educado, a partir de ahora en más, en la libertad uncida a la responsabilidad ética y el respeto a la Ley.
Digo esto porque, de tanto soportar estafas políticas y de las otras, la palabra ha perdido el valor de antaño; ha sido devaluada como papel mojado de una coproteca pública; ha sido cautivada, secuestrada, por el documento y encerrada en las burocráticas celdas de los fedatarios, para garantizar su cumplimiento forzado.
El nuevo gobierno deberá desarmar, clavo por clavo, ese esperpento poco feliz denominado “Reforma Educativa”, que sólo ha servido para hacer descender el nivel del rasero cultural de la sociedad. Una educación realmente humanista, laica y ética quizá pueda, poco a poco, liberar a la palabra ciudadana, para que cada individuo pueda ser eminentemente un sujeto participativo, asumiendo su responsabilidad social, sin representantes espurios, salvo para contadas excepciones, que no serán una regla absoluta.
Pero para ello, son precisas tres cosas: educación, educación y educación.

Acerca de un problema nacional, llamado
“REFORMA EDUCATIVA”.

Luque, junio 20 de 2008


Estamos, de un prolongado tiempo a esta parte, asistiendo impotentes a un fenómeno llamado “Reforma Educativa”, que sólo ha servido para impregnar de mediocridad las mentes de los educandos desde dos generaciones atrás. Este engendro ya tiene sus antecedentes en 1957, cuando Alfredo Stroessner partidizó la educación secundaria con su primera “reforma”, financiada por el BID, eliminando materias esenciales y dando cada vez más facilidades —si como tales se entienden la permisividad, la alienación, la superficialidad y otras lacras parecidas—, tanto a educandos poco afectos a atarear neuronas, como a instructores cada vez más ocupados por los seccionaleros como operadores del partido.
Las distintas “reformas” que se sucedieron hasta hoy, todas financiadas y teledirigidas por entes financieros multinacionales, fueron empeorando cada vez más el nivel de rasero cognoscitivo e intelectual de nuestros niños y jóvenes. Hasta son eximidos de escribir, leer, redactar, argumentar sus conocimientos, en “exámenes” cada vez más permisivos. Las ciencias humanistas son relegadas a meros manuales tan sintéticos, tan superficiales, que dan lástima por su pauperrimidad conceptual.
Los actuales “libros” para “rellenar”, y que sólo sirven para un período lectivo se convirtieron en fuentes de corrupción y negociados con imprentas y editoriales de largos tentáculos en el aparato gubernativo. Recuerdo que, en mi niñez, los manuales eran bastante completos y podían transmitirse de padres a hijos, salvo alguna que otra adenda y puesta al día de tanto en tanto. Teníamos cuadernos caligráficos (Navarini) para aprender a comunicarnos con buena letra y, al menos un libro o dos al año para leer y analizar su contenido (esto incluía lexicografía, ortografía y análisis, materias hoy desconocidas e ignoradas) en clase.
Así, hemos entrado al universo de la informática y las comunicaciones on-line totalmente desprovistos de herramientas culturales, estando atrasados más de cincuenta años (y créanme que soy harto indulgente), con respecto a otras naciones de la vecindad y del resto del planeta. Gracias a esas “reformas” todavía estamos en la edad de píedra, actuando como neandertales garroteros en nuestras calles y como paleolíticos en la política, valga el ejemplo. Ahora me pongo a analizar los conocimientos que me inculcaron en mi pasantía por escuelas y colegios.
Debíamos conocer las raíces latinas o grecolatinas del lenguaje y la práctica del “buen decir”, sin dejar de mencionar historia universal, y, sobre todo, historia nacional. Bastante más de nuestros abreviados textos actuales, como para que un bachiller pudiera ingresar a la universidad por sus pórticos académicos y no a través de chicanas, reduciendo puntajes a los exámenes de ingreso por vía judicial.
Además, el respeto a los mayores y a los maestros era proverbial y fuera de discusión. Las faltas y actos de violencia fuertemente sancionados, y con anuencia de los padres, quienes no veían con malos ojos la disciplina de las instituciones de enseñanza. Ahora los colegios son apenas aulas de gamberraje y patoterismo, desprovistos de ética, de disciplina y, peor aún, de conocimientos valiosos para el presente y el futuro. Nuestros graduados —salvo honrosas excepciones más debidas a sus propios afanes autodidácticos—, dan lástima por sus faltas ortográficas y de sintaxis, por su paupérrimo lenguaje oral y su carencia de coherencia moral.
Si una institución educativa cualquiera no inculca a sus educandos estos tres valiosos pilares que son: Pensamiento, Palabra y Acción, han perdido su tiempo y el de la generación educativa. Han malogrado el esfuerzo de padres responsables y han legado al futuro una masa ignorante, aliterada y acrítica, poco digna del calificativo de “ciudadanos paraguayos”.
Siento que debemos echar abajo esa perversa estructura llamada “reforma”, así, con minúsculas, y rediseñar el programa para las futuras generaciones, recuperando el tiempo perdido por la tiranía colorada y sus delictuales continuadores.



CARTA ABIERTA A LA COMUNIDAD CULTURAL

¿Qué estamos sembrando ahora
para cosechar en el Futuro?

Luque, junio 24 de 2008


En medio del tráfago urbano y la supervivencia cotidiana solemos pasar por alto lo obvio, y dedicamos afanes —dignos de mejores causas— a disputar a otros lo que creemos merecer de la vida, o de la sociedad que alberga nuestros huesos. Una sociedad aldeana que ignora supinamente nuestros esfuerzos de superación consciente y nos mira con indiferencia, ocupada en sus propios problemas, azuzada, además, por las poco nobles urgencias “vendedoras” de los exégetas de la mediocridad asumida.
Vivimos rodeados de máquinas programadas, que creen vivir y ser dueñas de sí mismas. Máquinas de cuyos ajustes periódicos se encarga otra supermáquina llamada “Reforma Educativa”, a su vez manejada con mando a distancia desde lejanos despachos climatizados situados en el Orbis Primus, a bastante distancia de las miserias y carencias de nuestra sub-américa tercermundista.
Todos creemos ser dueños de nuestra Voluntad, sin percatarnos de la realidad. Mientras no seamos conscientes de esa realidad, poco podremos hacer; poco podremos sembrar y, dado que hoy es el resultado de nuestro ayer, el mañana deberá ser igual que el hoy. Si no despertamos y si no desprogramamos nuestras mentes de la dependencia de la supermáquina, nuestra voluntad estará uncida al carro de la dependencia. Seguiremos siendo involuntarios (y pasivos) pasajeros de una nave con piloto automático y guiada por una brújula con excesivo norte. Nuestra identidad estará cautiva de un poder oculto que se empeña en estandarizarnos al rasero más bajo e inofensivo, para mantener el dominio de unas elites intelectuales al servicio del Mercado.
Si la organización de la llamada “comunidad Cultural” sólo responde a intereses mediáticos —como el reparto de la torta del mercado del arte—, seguiremos siendo las máquinas de ajenos albedríos. Nuestros ojos sólo van a poder contemplar a través de cautivos cristales, llámense “tendencias” o “modas”. Nuestras manos sólo se limitarán a “crear” con patrones prefijados por el dios Mercado Internacional y nuestras voluntades seguirán carentes de timón y velamen en la galerna de procelosos mares desconocidos.
Es menester abrir los ojos y despertar a este nuevo tiempo de oportunidades. Si no recuperamos nuestro albedrío creador, si no compartimos nuestros conocimientos, si no desprogramamos a las máquinas que nos tienen rodeados, sólo estaremos condenados a seguir siendo profetas sin tierra en nuestra propia patria. Y no olvidemos nunca, que nuestra patria es el Universo.
Si hoy no sembramos semillas de liberación mental en nuestros niños y jóvenes con crisis de identidad, mañana sólo hemos de cosechar indiferencia. Y, de seguro, nos la mereceríamos.

Nacionalismo… ¿o chauvinismo encubierto?

Luque, junio 26 de 2008

Algunos intelectuales, a quienes respeto y admiro, insisten en que nuestro país es único e irrepetible, por el hecho fortuito de tener dos idiomas de uso cotidiano (que conste que en esto no es único, pues hay naciones con más de cinco lenguas oficiales). Por una parte hay algo de cierto, ya que, a diferencia de otros países sometidos y conquistados por ahí, al menos aquí los conquistadores debieron aprender el guaraní, tanto para mover a su mano de obra encomendada con algo más que látigos, como para vendernos buenas nuevas y cielos ultrasepulcrales sacramentados o sacra-mentidos. Si no, que lo digan Irala, Hernandarias, Montoya y otros ilustres invasores que bajaron de los bergantines, arcabuces y espadas en mano.
Sin embargo, los europeos de consuno preferían imponer sus lenguas a los colonizados; indígenas, orientales o negros sometidos a sus metrópolis. Tal lo hicieron en el resto de América, en Asia, en África y en Oceanía, sin molestarse en aprender los idiomas nativos, por una cuestión de superioridad mal entendida. Al menos en eso fuimos diferentes, asociándonos con el invasor por lazos de parentescos truchos engendrados en serrallos forzosos, cuando no bastardos.
Tras la guerra de la triple alianza, por recomendación de los aliados vencedores, se intentó suprimir el guaraní para quitarnos lo poco que nos quedaba en pie: nuestras raíces ancestrales. Hasta los partidos, recién creados tras la hecatombe, anatematizaron lo que ellos —eurocentristas como eran—, llamaban guarangadas.
Pero el tiempo, que todo cura y cicatriza sin apuro, permitió la pervivencia en la semiclandestinidad de nuestro lenguaje materno, burlando a los cipayos de la tríplice. Tanto, que en plena guerra del Chaco, se lo utilizó para burlar a la inteligencia del estado mayor del Altiplano, en comunicados, en propaganda y otros menesteres lingüísticos bélicos, luchando por sus fueros como gato panza arriba y acompañando al “pila” en los combates.
En estos nuevos tiempos de transacciones y transiciones, el guaraní se ha convertido en vehículo idóneo de ideas, conceptos y razones de la clase popular, bastante vapuleada por los sucesivos desgobiernos colorados y sojeros trasplantados. Pero no debemos olvidar que también otras etnias originarias tienen sus lenguas, ricas en expresividad oral aunque no escritas, pero algunas condenadas a la desaparición, avasalladas por el castellano… y el guaraní, además del alemán mennonita del Chaco Central. No somos sólo un país bilingüe y bicultural. Somos mucho más que eso, ante el mosaico de culturas originarias y las transmitidas por inmigrantes y descendientes: judíos, árabes, orientales, catalanes, italianos (¿a quién no le gusta una buena pizza o un vermicelli a la putanesca?), hindúes y hasta brasileños (penetración cultural sin vaselina, me parece), bolivianos, argentinos y, vaya uno a saber cuántas comunidades más, incluidos los afrodescendientes.
Creo que, mal que nos pese, somos multiculturales al punto de tender a la universalización, aún sin desearlo.
No veo nada de malo en defender el guaraní —como pretenden don Bareiro, Trinidad, Zarratea, Verón, González Delvalle y otros firmantes de la misiva al nuevo presidente—, pero no caigamos en el chauvinismo de creernos el ombligo de la galaxia. No rechacemos a los otros, que se han integrado a nosotros, a falta de algo mejor, y que también han aportado lo suyo para enriquecernos, como integrantes de la aldea global; sin perder nuestra identidad nacional ante el mundo, aún utilizando con urbanidad los toilettes públicos de París, Londres o Barcelona, en lugar del clásico arbolito, de las veredas y parques de su país.

Apostar a la ¿Cultura?… o al divertimento.

That’s the question.

Luque, Julio 1 de 2008



En casi todos los debates y mesas de trabajo de los operadores culturales en que me ha tocado participar, seguía pendiente la exacta definición de esa elusiva, nebulosa, vaga y pizpireta palabreja trisilábica: CUL-TU-RA.
Para muchos, es sólo arte, artesanía, música y otros productos lúdicos del intelecto humano, y de sus manos, debidamente (o no) convertido en “tradición” y conservada en alcohol para la posteridad o para consumo del mercado de coleccionistas de arte “típico”, o de las distracciones pasatistas de los dilettantes.
Otros —entre los que se incluye este servidor—, sospechan que la dichosa palabreja oculta una semántica más profunda, relacionada con el día a día de la agitada cotidianeidad de una nación, tribu, o sociedad, independientemente de su producción artística, artesanal o intelectual.
Comencemos por la raíz latina: cultum, cultivar. Reflexionemos un poco acerca de la necesidad de cultivar valores identitarios. No sólo universales, humanistas, éticos, sino también los que hacen a la identidad de una sociedad, independientemente de su localización geográfica. Que después de todo, las fronteras no son accidentes geográficos, sino políticos, y todos somos humanos, descendientes de Mono Sapiens.
No se espera que la cosecha a coger sea diametralmente diferente de la semilla previamente sembrada. Es decir que, de acuerdo a la simiente, hemos de tener la cosecha que nos merecemos. Al mirar críticamente a nuestra sociedad, nos preguntamos en qué se han equivocado nuestros abuelos, nuestros padres y, ahora… nosotros, cuando vemos crímenes, violencia callejera, falta de respeto a las normas de convivencia, desprecio a la naturaleza, negación de valores sociales como la honestidad, exégesis de la ignorancia y la mentira, en fin… la lista sería larga y nutrida, pero da para comenzar a reflexionar.
No es posible que un país como el nuestro, aún pequeño y mediterráneo pero rico en recursos, pueda contener tantas desigualdades, tanta corrupción, tanta mediocridad y tanta pobreza. ¿Es que alguien confundió las semillas? Una tendencia muy “tradicional” de nuestros coterráneos (no me atrevería aún a llamarlos ciudadanos), es echar la culpa a segundos o terceros. Si se derramó la leche, si se aplazó su hijo mimado, si le multaron por conducir ebrio, si le sobrefacturaron el teléfono, si nos apedrearon en la cancha… no demorará en hallar culpables. Y en ciertos casos, podría tener razón, pero, siempre hay un pero, ¿Qué semilla errónea se ha cultivado, por generaciones, para producir semejante cosecha de aberraciones?
Nuestras instituciones educativas y nuestros padres, encargados de la siembra de semillas de cultura, se la pasaron fabricando héroes militares acartonados, patriotas de cafetín conspiraticio, citando batallas gloriosas que siempre perdimos, actuando de operadores oficialistas… y olvidaron la exégesis del intelecto, las virtudes del conocimiento y la honestidad. Olvidaron, quizá adrede, de letras creativas, de números científicos, de los sublimes sacerdotes de la música culta y de los creadores que han construido las bases de una civilidad, cristiana o no, pero tolerante.
Por cada nombre de artistas, maestros y pensadores, hay una veintena de calles con nombres precedidos de grados militares. Es decir, se siembra la semilla de la destrucción, militarizando las mentes y poniendo armas en manos irresponsables de analfabetos funcionales, productos internos brutos de sucesivas “reformas” ¿educativas? Desde 1957 en adelante. El humanismo ha muerto o ha sido momificado desde entonces.
La cultura, es lo que se vive cotidianamente. Se la puede apreciar en el correcto comportamiento ciudadano (en algunos países de Europa, claro); se la puede percibir en el ético desempeño de los administradores; se la puede palpar en el ordenado tráfico automotor donde se respetan normas, señales y preferencias; se la percibe en hogares, en calles, parques y plazas verdes, limpias, y en ciudadanos cuidadosos de su medio ambiente. Pero hay más.
Si el léxico diario del pueblo se “enriquece” con vocablos como pókare, malevo, barra-brava, coima, yvapara, peajero, popinda, mordida, campana, rollotráfico, narcotráfico, ka’úrapo, contramano, tarova, caballo loco, pirañita, hora-paraguaya, y cientos de otros vocablos de la infamia ¿A quién echaremos la culpa de que el arbolito salga torcido desde la raíz? ¿al gobierno?
El Estado es el fiel reflejo del nivel cultural de una nación. Si hay deshonestidad y afán de enriquecimiento ilícito, es que los mandatarios crecieron en ese ambiente. Entonces, miremos en nuestro entorno y hurguemos en nuestras conciencias.
Es hora de mirarnos al espejo. Si tenemos un estado corrupto, ese estado somos todos nosotros, los paraguayos. Si tenemos una sociedad egoísta, deshonesta, logrera, ignorante e impuntual… es el reflejo que nos devuelve el espejo. Mientras tanto, no miremos a la “cultura” como un divertimento de elites, ni como desahogo catártico de danzas de academia folclórica, ni como pinturas de ex simios artistas. Nos equivocaremos de nuevo y seguiremos siendo el furgón de cola del subdesarrollo. Ténganlo por seguro..


Acerca de un Rector poco recto.

Luque, 5 de julio de 2008


Está la cosa que hierve en Filosofía UCA por el reciente nombramiento del controvertido político, abogado, ex diplomático, docente, colorado y masón, Dr. José A. Moreno Ruffinelli. Según los profesores de Filosofía de esa universidad confesional, no objetan sus lauros académicos, sino su pasado autoritario, defensor de una dictadura atroz y otras flojedades juveniles.
Lo que parecen olvidar estos profesores de la benemérita institución académica con fines de lucro, es que la propia Iglesia —alma máter autoritaria y verticalista de dicha universidad—, no sólo tiene un pasado atroz, como sostenedora de regímenes imperiales, monárquicos, feudales y dictatoriales, sino que sigue en esa tesitura; aún despojada de sus verdugos seglares y piromaníacos de antaño quienes no contentos con quemar libros, hacían lo propio con sus autores si podían echarles mano.
No debe olvidarse que fue el Obispo de Alejandría, Cirilo, quien ordenó a sus mesnadas cristianos el incendio de la biblioteca del lugar. Ardieron merced al celo evangelizador, miles de pergaminos, rollos, papiros, palimpsestos y tablillas que contenían el saber acumulado de la humanidad. Todo un historicidio en regla, en el año 345, a poco de integrarse el cristianismo al imperio romano, merced al Concilio de Nicea y al edicto de Milán.
No es que yo defienda al ilustre “réprobo” ahora atacado por la jauría estudiantil de una institución cuyo pasado también merece un mea culpa siempre postergado. Su membresía masónica actualmente ya no causa escozor en la jerarquía, ya que el ex rector Oscar Usher lo fue, y el propio obispo y ex ordinario castrense, pertenece, entre otros clérigos, a dicha augusta Orden de filósofos de cafetín conspiraticio.
Simplemente he oído mencionar varias veces la palabra ética entre los detractores del ex político, ahora metido a académico y se me ocurrió preguntarles si qué filosofía enseñan en la UCA, y si ellos alguna vez se preguntaron acerca de la guerra al conocimiento y a las ciencias naturales emprendida por la Iglesia. Muchos mártires ha costado al mundo, la exégesis de las Escrituras. Desde Hypathia, ejecutada bárbaramente “por su paganismo recalcitrante” en tiempos del obispo Teóphillus, hasta Miguel Servet y Giordano Bruno. Y no hablemos de Galileo Galilei, que se me achica el espacio.
Tampoco olvidemos al biblioclasta Domingo de Guzmán, fundador de la non sancta Inquisición y el no tan santo Oficio, grandes cazadores de brujas divertidas y herejes imaginarios.
Hay mucho techo de vidrio allí en la UCA, para que sus alumnos, profesores y unos que otros referentes de antiguas oposiciones cuestionen una simple decisión administrativa de encumbrar a un ex soplón y adherente a la pasada tiranía, de la cual fue víctima mi padre y el que esto escribe. Sugiero dejar de rasgarse vestiduras y razonar fríamente si a qué Iglesia, a qué ética y a qué “filosofía” defienden quienes atacan a Moreno Ruffinelli a quien no he tenido el gusto de conocer.
Y creo que me seguiré dando el gusto de no conocerlo. Pero a la Iglesia, a esa Iglesia, sí que la conozco bien Y demasiado bien.
Y me sigue lastimando.

¿Tenemos suficientes ciudadanos?

Luque, julio 10 del 2008


El aún elevado desinterés de los paraguayos de ambos sexos por la política se refleja indubitablemente en el abstencionismo electoral. Miles de jóvenes mayores de edad, aún no se inscribieron en el RCN, como si el porvenir del país les importara un comino y fuesen indiferentes a los exacerbados problemas que nos aplastan a todos.o casi todos. Cuando digo casi, es porque algunos supieron crearnos problemas a la mayoría para solucionar los suyos.
En Atenas, la palabra idiota —neologismo creado por Solón el legislador— aludía a toda persona (o caricatura de persona) que no se interesara por los asuntos públicos. De aplicarse esto en nuestro país, aproximadamente el 58 % de la población merecería tal calificativo soloniano. Claro que, existen quienes figurando en el 42 % restante, sí se interesan por los asuntos públicos, pero sólo en función a sus negocios privados.
Éstos, autoproclamados “empresarios” (o empre-saurios, que les quedaría mejor), licitan bajo la mesa, son proveedores del estado, eluden impuestos, hacen lobbies para conseguir contratos sobrefacturados, corrompen al funcionariado con sobornos y subfacturan importaciones, entre otras cosas. Son quienes pervierten a la política, y hasta les divierte hacerlo, a costa de nosotros, sus víctimas.
Lamentablemente en el Paraguay no existe una ciudadanía organizada como para romper los siete sellos de los “secretos de estado” y transparentar, de una vez por todas, los negocios públicos que no son sino una manera de privatizar ganancias y socializar pérdidas.
Pero para ello, se requieren ciudadanos educados y cultos; no analfabetos funcionales que apenas se solazan con lo escabroso de la prensa amarilla, empresaria del escándalo. Claro que, últimamente, el escándalo ya no tiene el impacto de antaño y, poco a poco, se diluye homeopáticamente en proporciones inocuas, del diccionario social.
Muchos años estuvimos sujetos a leyes represivas, y el miedo, o ahora la abulia y el desinterés marcan las pautas de la política, como quien mueve hilos titiritescos en la sociedad; sólo que para inmovilizar, antes que para motivar. Mas si ahora que ha caído la ominosa y sempiterna “lista huno” —de los nuevos atilas del subdesarrollo—, no nos animamos a concurrir a comicios donde se decidirá nuestro futuro, seremos verdaderos idiotas y no sólo metafóricamente.



¿Seguimos siendo gobernados por el Prejuicio?

Luque, julio 14 de 2008


Desde el mirador de mis días multicolores (no todos los otoños son grises), puedo contemplar, ajeno a toda indiferencia, las múltiples manifestaciones de los prejuicios —ideológicos, sociales, culturales u otros menos definidos— con que intentan embarrar la cancha de la “gobernabilidad” del presidente electo; y ello, mucho antes de que asuma como tal. Digo prejuicios porque el “a-priorismo” es una enfermedad adolescente de nuestra sociedad (¿o se dice zoociedad?) que no acaba de madurar, y que no pierde oportunidad para denostar a personas que no a proyectos o ideas.
La “escandalosa” renuncia de la Dra. Milda Rivarola (Última Hora dixit), sumada a los enroques poco ajedrecistas del presidente para completar su irresoluto gabinete y “cargos de confianza”, no son sino el resultado de prejuicios. Creo sinceramente que no podemos descalificar a liberales, solamente por estar pintados de azul; al menos no antes de probar su desempeño in situ. En la cancha se ven los pingos y a los metilenos no les queda otra que hacer un buen papel; a menos que extrañen la planicie de la cual salieron gracias a una sotana colgada. Creo que Mateo es un tipo preparado en lo atinente a ingeniería eléctrica; mas no ha sido fogueado en los juegos malabares de la diplomacia de Itamaraty y sus maquievélicas maniobras de alta sofística edulcoradas con retórica plagada de latinajos poco jurisprudentes. En todo caso, habría que acompañarlo con los más preparados diplomáticos nuestros. Y de ser posible, que manejen portugués, latín y guaraní, que en el Mercosur el ingles no es conditio sine qua non.
Resulta que el equipo brasuca está formado por individuos con un mínimo de dos a tres doctorados en ciencias jurídicas, además de ingenieros y técnicos de alto nivel. Una asimetría brutal que aplasta a nuestros pobres seccionaleros y recomendados de escasa longitud de lápiz, aunque sí de insaciables faltriqueras prestas a la recepción de sobornos en dólares. He ahí la principal debilidad de nuestra posición negociadora. No sólo Taiwan practica la diplomacia de la chequera; que también Eletrobrás y Eletrosul la ejercen a discreción y sin rubores.
Nuestro problema principal, será la idoneidad, la honestidad y el patriotismo de jugarse por los intereses macionales. Si Lugo elige algún referente, sea liberal o del amplio abanico de izquierdas, dejémosles hacer. Ya sobrará tiempo para evaluar sus gestiones y, de haberlo menester, reprobarlas. No debemos caer en la tentación de juzgar a priori las decisiones del presidente electo por la simple (y subjetiva) razón de no simpatizar con un color o con una persona determinada.
Intentemos madurar, como ciudadanos, y evitar cáscaras de banana y palos a las ruedas, que el tiempo de transición recién empieza. Eso sí, a los que se están yendo no les perdamos del ojo, pues ya han demostrado sobradamente su ineptitud y sus dotes de traidores a la patria. Y en eso, sí que tienen doctorados magna cum laude.


¿Cultura a la carta?


De un tiempo a esta parte, las actividades artísticas han tenido un magnífico repunte, en cantidad y calidad, al punto de dificultar las opciones de asistencia a los distintos eventos que se dan cita en la capital, noche tras noche y día tras día. Cine, teatro, danzas, conciertos, ópera, exposiciones, charlas, talleres, performances y la mar en bicicleta, nos tientan con sus atractivos a quienes vivimos en alguna ciudad satélite de Central.
Pero para quienes estamos de a pie y expuestos a los peligros de los punks, peajeros y asaltantes callejeros, nos asaltan las frustraciones de la duda o la inseguridad, y, finalmente, optamos por encerrarnos en la cucha. Afortunadamente no tengo televisor; sí, muchos libros a quienes dedico el mejor de los afanes.
Es una verdadera lástima que las autoridades de Luque, por ejemplo, no hayan tenido rubros para teatros y salones multiuso, a fin de que la cultura llegue hasta sus ciudadanos. El que esto escribe, reside en dicha ciudad —de desordenado crecimiento edilicio y accidentadas calles—, pletórica de baches descomunales. Mas los baches culturales, son lo peor que debemos soportar, además de los casi inaccesibles transportes colectivos que se autorregulan a ciertas horas de “la movida”.
La cultura, tanto la humanista universal como las regionales dentro de lo nacional, no son piezas de museo conservadas en formol, sino manifestaciones dinámicas y evolucionantes, que tienden a una integración, por encima de fronteras, banderas y otras deplorables manifestaciones de un “nacionalismo” mal entendido, que insisten en separarnos y segregarnos de los demás.
Espero —que la esperanza aún no ha muerto—, que soplen nuevos vientos y que las autoridades, recientemente electas, tomen en cuenta el valor de la cultura y las artes, descentralizando los rubros e incrementándolos, a fin de posibilitar la accesibilidad del público a las manifestaciones de la creatividad. También deberían preocuparse por aumentar la excelencia de la educación popular, para que la ciudadanía aprenda a no bostezar en un concierto de música clásica y mantener apagados sus celulares durante los mismos.
Decían que los tuertos gobiernan a los ciegos y los diestros a los mancos. Ello describe a la perfección el discurrir de la política paraguaya anterior, donde los ignorantes se ocupaban de acribillar a tiros a los diccionarios, para asesinar a las “palabras difíciles”. Todos, guiados por los distintos ministros de educastración que tuvimos desde 1954 en adelante, hasta los días de hoy. Es decir: ciegos guiando a ciegos y sordos gritando a sordos.
Si algo nos merecemos los paraguayos, es el acceso irrestricto a la cultura y a una educación humanista e integral; lejos de “maestros” y “profesores” hasta hoy ajenos (salvo honrosas excepciones) a la profundidad del conocimiento y más afines a la obsecuencia política hacia el poder. También los educandos deberían tener derecho a una educación verdaderamente democrática, con lecturas, debates, discusiones y, sobre todo, intercambio de pareceres con todo respeto.
El modelo autoritario y verticalista de la relación entre directores, maestros y alumnos, debe ser corregido sin más trámites, y los “talleres de capacitación docente” deberían ser dirigidos por verdaderos profesionales docentes en las distintas áreas. Es mi deseo de ciudadano y, espero que al menos algunos colegas estén de acuerdo en hacer un esfuerzo para lograrlo. El hecho de tener un título habilitante, no hace que el docente sea el único dueño de la Verdad. Empecemos ahora mismo a cuestionar y reformar al sistema educativo vigente.
Y será justicia.

De titubeos y vacilaciones

Luque, 4 de agosto de 2008


Es evidente que a muchos paraguayos no hay sayo que les venga bien. A cada propuesta de nombramientos del ahora casi presidente: Fernando Lugo, surgen voces disidentes y censores oficiosos. Algunas, bien asistidas por la razón, otras no tanto y más bien cargadas de prejuicios apriorísticos, misoginia o subjetivismo rampante. Si bien es cierto que no existen hombres ni mujeres orillando la perfección, sería prudente concederles el beneficio de la confianza… o de la duda, y dejar de vetar u objetar nombres para los cargos de confianza. Al menos para ver de qué va la cosa, antes de los famosos cien días de rigor. No me ocuparé del tema baladí de la presidencia de la ANR, que para eso están los opinólogos a sueldo de los medios y yo escribo ad honorem.
Desde Milda hasta don Alejandro y ahora Margarita están siendo cuestionados por un quítame de allí esas pajas, pese a sus lauros académicos u otras virtudes que a lo mejor están eclipsadas por algunos defectillos; que herrar es umano, según Perogrullo del Valle, profeta de lo obvio. Es cierto que Lugo debe escuchar más a sus asesores técnicos… y hacer oídos sórdidos a sus parientes pedigüeños; como su pintoresco hermano el recientemente ungido “guardián de la paz” y Gran Desorientado del Eterno Oriente (habrá perdido la brújula, extraviado su compás o su GPS quedó sin baterías). Nuestro país es un galimatías a descifrar y sus habitantes un rebaño cerril a desbravar con las espuelas de la cultura, antes de tener expedito el camino al futuro.
De todos modos, deseo apelar a la cordura y el sentido común —de los que todavía los tienen en uso—, y rogarles mesura y aguante; que lo peor siempre está al acecho en alguna esquina del tiempo. No recomiendo rezar a la ¿divna? Providemencia; ni elevar letanías a la Virgen de los Pecados poco originales; ni prometer penitencias a Nuestra Señora de la Santa Lujuria, pero insisto en apelar a la Fe en el Cambio. Esa entidad que por tanto tiempo nos fuera esquiva, como el horizonte o el pie del arco iris. No sé si las indecisiones pendulares que últimamente tiene don Fernando para formar un equipo cañón son fruto de la prudencia o de vacilaciones temerosas, pero pienso que debemos dejarlo hacer. Por lo menos hasta que cometa las primeras gaffes políticas en ejercicio de poder.
Otro remedio no nos queda, y el ex obispo de los pobres tiene aún muchas sorpresas para quienes le concedimos el beneficio de la duda; ya que, con los que cayeron ese veinte de abril, teníamos certezas absolutas de que serían más de lo mismo.


¡Tenemos un nuevo presidente!

Luque, 15 de agosto de 2008


Esta vez no se impuso una anunciación angélica, con mofletudos seres alados, trompetas broncíneas, coros celestiales y toda esa parafernalia vaticana que ha bordeado el límite entre lo legendario y lo absurdo; si se entiende como tal la asunción de un “ungido” del Señor, ése de allá arriba; tal se solía estilar entre palios, inciensos, turíbulos, pebeteros aromáticos, solideos y sotanas de gala y media, ornadas de púrpura cardenalicia con solemnes sones de órgano litúrgico.
No. Esta vez, el señor Fernando Lugo ascendió civilmente (no servilmente como otros que conozco) y civilizadamente al poder, con las soterradas bendiciones del Nuncio Apostólico del diablo y, uno que otro miembro de la Jerarquía; aunque así nomás, sin bombos, platillos ni pompas eclesiales. Ascendió a un poder por largo tiempo esquivo a toda oposición liberal o de otro color. Ascendió, aunque, claro, no ingrávidamente como Nuestra Señora, la de la Asunción, sino por sus propios pies enfundados en cómodas sandalias. Pero ascendió, sin tropezones ni titubeos, casi como un predestinado.
Ahora, después de tantas manijas, opinologías y cuchufletas mediáticas, sólo nos queda esperar y ver en carne propia la Era Lugo. Muchos agoreros ya lo convirtieron en una especie de Kukulelé de las izquierdas, un chalado de la Teología de la Liberación o un clon de Chávez y Evo, pese a no tener petróleo ni coca. Por ejemplo el santurrón de Luis Andrada Nogués o la paranoica Nika Debernardi, quienes se rascaron (sic) las túnicas ante su candidatura, meses atrás. Pero es mejor dejarse de profecías y ver de qué va la cosa, que el tiempo suele hacer caer máscaras y disfraces a cualquiera.
El hecho de haber sido obispo es, hasta ahora al menos, un atenuante. Pero con el tiempo se puede convertir en agravante, tal el caso de Bertrand Arístide. Dios dirá si estoy equivocado; aunque probablemente éste guarde prudente silencio en este caso, como de costumbre. Que hasta ahora, ni él ni la patria han demandado a los perjuros que antecedieron a Lugo en la primera magistratura. Ya que esperamos más de sesenta años para que algo cambie, podemos esperar un poco más. ¿O no?
Y ahora…¿Qué?

Luque, 23 de agosto de 2008.

Según los arúspices, profetas sagrados, adivinos, umbandistas, tarotistas, prueberos, quirománticos y lectores de los callos de nuestros pies, estamos ante nuevos desafíos políticos; ante unas inequívocas señales arcanas de casi ingobernabilidad y alguna que otra ocupación preanunciada por ahí. Dicen los que saben… o creen saber, que los secuestros proseguirán, mientras el nuevo ministro del interior y los otros sequestrábiles no se les ocurra munirse e implantarse chips GPS, para ser localizados en menos que canta un gallo. Pero para esto último, no hace falta ser mago ni zahorí, sino apenas tener sentido común.
Por un buen tiempo seguirán los enjuagues y reacomodos de rigor en las alturas áulicas, en los anillos concéntricos y uno que otro ministerio. Es que con tanto legislador desviado hacia el Gabinete, se necesitan hartos suplentes y ahí vienenn las peleas de cuoteo. Cosas veredes, Juan Pueblo. Mientras tanto, los niños y los indígenas, indigentes todos, seguirán aireándose en las calles para variar. Los oportunistas seguirán pescando en ríos revueltos y la cultura seguirá buscando su propio ministerio independiente, que nadie quiere que alguien le haga sombra desde más arriba.
Las reformas también se harán esperar o desear, que lo primero es lo primero. Las transitadas calles seguirán siendo trampas traidoras a prueba de amortiguadores y haciendo agua como naves sin calafate, que total hay Evanhys y Essap para rato. Los documentos incautados en alguna binacional, seguirán siendo objeto de sesudos estudios arqueológicos… hasta que el vulgo y la prensa se olviden de ellos y regresen al freezer. Pero como cantaban Los Indios, “¡Viva el bavo Paraguay!” que tantas matufias ha aguantado sin hacer rodar cabezas, ni demandar a sus perjuros políticos.
Nos quedan la justicia, la educación y la salud, que el trabajo puede esperar y don Fernando ya tiene bastantes cosas en qué pensar y repensar. Es bueno (o sería bueno) que vaya calculando cómo renovar a esa cueva de ladrones en que se ha convertido la Suprema Corte de los Milagros y sus cortesanos, ésos que bien bailan al compás de las escuadras. No puede ser que nos veamos privados del placer de verlos rodar escaleras abajo y sin ascensores. Yo al menos, no quisiera morir antes de ello.
¿Y usted, amado lector? ¿Se anima a seguir esperando hasta el día del juicio final, el juicio a los jueces prevaricadores? ¿O le gustaría verlos ascender al cadalso de la historia, escalón por escalón ahora mismo?
Créanme que no quisiera esperar mucho, que para eso hemos votado a un verdadero cambio.



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