martes, 19 de agosto de 2008


Acerca de un narrador de fábulas domiciliado en la vereda de enfrente.
Chester Swann


Nació el 28 de julio de 1942 en el Dpto. del Guairá (Paraguay) y bautizado como Celso Aurelio Brizuela, quizá por razones ajenas a su voluntad o tal vez por minoridad irresponsable —por parte del autor—, quien no pudo huir de la obligatoria aspersión sacramental de rigor. Tras corta estadía en su tierra natal, fue trasplantado a la ciudad de Encarnación en 1945. Cuando sobreviniera la guerra civil de 1947, sus padres debieron emigrar a la Argentina, por razones obvias; es decir: por militar en la vereda de enfrente a la del bando vencedor; que, de vencer los perdedores, según su deducción, se hubiese invertido la corriente migratoria de la intolerancia.
Tras radicarse su familia en el pueblo de Apóstoles, en la provincia de Misiones en 1949 (RA), realizó sus estudios primarios hasta el 5º grado, cuando sus padres se separaron por razones ignoradas, motivando su regreso al Paraguay en 1954 con su Sra. madre, poco antes de la caída del gobierno peronista y a poco de asumir el gral. Stroessner en su país como ruler absoluto del Paraguay.
Pudo completar el último grado de primaria en su patria, pero evidentemente bajo la presión de una cultura aún extraña para alguien llegado del exterior, por lo que apenas pudo lograr aclimatarse en su propio país donde sus compañeros lo hicieron sentirse extranjero, desde entonces hasta hoy, aunque ha recuperado su estatus de ciudadano del planeta en compensación a tantos años de extranjería no deseada.
El arte lo llamaba a los gritos, más que la necesidad de tener una profesión “seria”, por lo que intentó aprender el dibujo y la música, en parte con maestros y en parte por sí mismo, en una híbrida autodidáctica y limitada academia (1960-67). De todos modos, insistiría en ambos lenguajes expresivos y pasaría por varias etapas antes de decidirse por la ilustración gráfica y la composición musical, muchos años después, incluso, de su regreso de la ciudad de Buenos Aires donde pasara un tiempo en compañía de su padre aún exiliado (1959/1960).
Tras especializarse en humor gráfico para sobrevivir, trabajó en la prensa (ABC color, LA TRIBUNA, HOY y algunas revistas de efímera aparición), donde además incursionaría en periodismo de opinión, cuento breve y humor político, para lo cual derrocharía ironía y sarcasmo: sus sellos de identidad. Algunas de sus obras literarias o gráficas quizá han de pecar de irreverentes, pero reflejan fielmente el pensamiento de un humanista libertario, sin fronteras, y que se cree ciudadano de un planeta que aún no acaba de humanizarse del todo.
Por la militancia política de su padre —guerrillero del Movimiento 14 de Mayo y prófugo de la prisión militar de Peña Hermosa—, este inquieto habitante de la Vereda de Enfrente, sufriría persecuciones y varias estadías entre rejas. Por otra parte, su ironía e irreverencia, manifestada en versos y canciones, no contribuirían a lograr que lo dejaran fácilmente en paz, por lo que, en un alarde de creatividad se transformó en una entelequia bifronte llamada Chester Swann el rebelde, olvidándose del otro, fruto de un bautismo de pila y burocracia civilizada (Imbecivilizada, diría después con su sorna característica).
Con este nuevo patronímico y alter-ego, dio en componer canciones (dicen que fue convicto de dar inicio al mal llamado “rock paraguayo”, lo cual no es del todo cierto), esculturas en cerámica y algunas obras pictóricas (por entonces utilizaba aún lápices, pinceles, acrílicos, acuarelas, óleos y toda esa vaina) , con lo que se hizo conocido bajo tal identidad ficticia.
A partir del defenestramiento de la larga tiranía de Stroessner, pasó a autodenominarse como el Lobo Estepario. La razón principal pudo haber sido el hecho de no integrar cenáculo culturoso ni grupo, clan o jauría intelectual alguna, (de puro tímido nomás) como tampoco en política partidaria ni en los círculos artísticos en boga, trazando sus propios senderos, a veces ásperos y escabrosos, en los oficios elegidos para su expresión y quizá por sus convicciones ácratas y libertarias, rayanas en el anarquismo más nihilista que se pueda imaginar. Ello no impidió que también trabajara un buen tiempo como escultor ceramista, aunque últimamente ande algo alejado del barro pudo lograr algunas obras originales, de las que muy pocas quedan en su colección.
Recuérdese que el lobo de las estepas es solitario y elude andar en manadas como sus otros congéneres de la montaña. Quizá por no comulgar con la mentalidad de rebaño, tan común en ese animal social llamado humanidad (el Hombre, cuanto más social se vuelve más animal según su percepción particular)
Pudo obtener premios literarios y algunas menciones, además de crear sus propios canales expresivos, lo que lo convirtiera mediáticamente en una suerte de arquetipo iconoclasta de la música rock paraguaya, entre otras cosas; aunque prefiriese ser simplemente un juglar urbano “latinoamericano”, más que rockero paraguayo, como podrán comprobarlo al escuchar sus composiciones en “Trova Salvaje”, su primer CD conceptual, o leer en RAZONES DE ESTADO, su primera novela publicada (aunque tiene más de catorce obras literarias inéditas aún).
Durante la “transición” (mejor dicho “transacción) ha participado en movimientos independientes y colaborado con ONGs en diversos proyectos sociopolíticos, aunque este sujeto cree más en lo cultural que en lo ideológico-doctrinario; pues que no le trinan las doctrinas, según suele decir este escéptico empedernido. Tanto, que a veces hasta le cuesta creer en si mismo.
Podrán visualizar, leer y escuchar a un poeta ladrautor del asfalto y contemplarse en estas imágenes situadas entre lo cotidiano y lo fantástico. Seguramente habrá muchas personas que no saben quién diablos es este tipo que se hace llamar El Lobo Estepario, pero si se toman la molestia de hurgar en este material electrónico, podrán salir de dudas… o acrecentarlas de una vez y para siempre. Es que este individuo siempre ha sido un signo de interrogación, incluso para él mismo.

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