domingo, 22 de agosto de 2010

¿Seguimos en ”victoriosa” carrera… …contra la inteligencia?

Corre que te corre para recuperar el tiempo perdido: Chester Swann*


El tiempo corre de prisa y, cual Kronos el insaciable, devora a sus hijos con todo y almanaques. Pese a los muchos que se empeñan en atrasar relojes e imponer calendas griegas a la historia, ésta sigue su marcha implacable e imperturbable hacia el futuro. Un futuro que se aleja de nosotros como el horizonte o el pie del arco iris mientras nos empeñamos en conservar no sé qué, pero conservarlo a ultranza, rehusándonos a la posmodernidad y manteniendo una neofobia consuetudinaria para nada.

¡Y vaya si seremos neofóbicos!

Desde los lejanos días de nuestra pretendida emancipación, hace casi dos centurias, nos pasamos conspirando contra nosotros mismos y jugando al escondite con la inteligencia.

Y no nos dejamos pillar ni alcanzar por ella.

¿Por qué nos negamos a las ciencias, al conocimiento y al despertar del intelecto? ¿Es que nos sentimos más cómodos en el corral de la fe en el pensamiento mágico? ¿Nos refugiamos en fetiches “sagrados”, en el “sidiosquiere”, en el fatalismo determinista o en el azar… o en el “romanticismo” cursi y ramplón, en lugar de debatir ideas, esperando “mejores tiempos”? ¿Es que no hemos caído en cuenta de que la fe es el disfraz de la ignorancia y el “romanticismo un sucedáneo del pensamiento crítico?

Quizá por ello nos autocensuramos en nombre de la “libre expresión” para no caer políticamente incorrectos. En tal tesitura, podemos cantar odas a las mariposas, los pajaritos y las flores; o al amor lejano e imposible, en una suerte de masoquismo intelectual o en una abyecta autocompasión.

¡Vamos¡ ¡Despertemos de una buena vez y aterricemos en el presente! ¡Es tiempo de apagar cirios promeseros y abrir libros prohibidos! Kronos no espera a los rezagados. Simplemente los devora, si no sirven para otra cosa que medrar apáticos a la espera de mejor “suerte” confiando en alguna mítica provi-demencia, o en la azarosa fortuna… en lugar de ajetrear sus neuronas, abotagadas, atrofiadas y perezosas por falta de ejercicio crítico. Y no me refiero a críticas descafeinadas, edulcoradas para el deleite de los estetas neutrales, sino para sacudirnos del yugo del mercantilismo que subyuga a la humanidad.

¡Despertemos de una vez, sin esperar sentados hasta que “dios quiera que nos levantemos”!

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